Por Fernando
Gutiérrez - Si la presencia de Lula Da Silva en Buenos Aires, el
próximo 23 de enero, ya era un evento que de por sí concitaba el interés
político, ahora -tras la intentona golpista del domingo en
Brasilia- esa visita
adquirió un significado político totalmente diferente.
Vista desde el punto de vista del Gobierno argentino, será
la oportunidad de revitalizar el discurso de la resistencia de las fuerzas
progresistas ante los "discursos del odio" y de un movimiento neo
golpista que se vale del "lawfare". Es decir, en cada gesto
hacia Lula y en cada palabra de repudio
a la protesta violenta en Brasil, habrá una alusión tácita a situaciones que se
viven en Argentina, como el conflicto con el Poder Judicial y la situación
procesal de Cristina Kirchner.
El
kirchnerismo ya está planteando la situación
brasileña en los términos de la "grieta" argentina, por ejemplo al acusar a la oposición por
su simpatía con Bolsonaro o por la falta de un repudio claro a los incidentes
en el país vecino.
Así, critican el
hecho de que Mauricio Macri haya planteado un denominador común entre
la protesta violenta en Brasilia y las manifestaciones de diciembre de 2017,
cuando el Congreso debatió la fórmula indexatoria de las jubilaciones bajo una
pedrea opositora. Y hay una insinuación en el sentido de que la demora de
Macri en pronunciarse sobre el tema obedeció a una especulación para
ver si la insurrección tenía apoyo político.
Vista desde el punto de vista de Brasil, la visita será la
ocasión para escenificar un respaldo regional contundente a Lula, en un
momento en el que hay dudas sobre el alcance de la conspiración
y se sospecha de connivencia por parte de las fuerzas armadas. Es un momento en
el que Brasil está bajo la mirada global, y Lula sabe que quien gane la
simpatía internacional contará con plus en la dura contienda política interna.
La excusa para la
visita de Lula era la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (Celac), y tendría un tinte reivindicativo, dado que el ex
presidente Jair Bolsonaro había retirado a Brasil de ese bloque hace tres años,
por diferencias ideológicas.
"El regreso a
la Celac es un paso indispensable hacia la recomposición de nuestro
patrimonio diplomático y la plena reinserción del país en la
comunidad internacional", dijo un comunicado de la Cancillería
brasileña antes de los atentados. Y, dada la reacción de esta organización,
que el domingo emitió un fuerte comunicado de repudio a la insurrección, se da
por descontado que la reunión tendrá a la
situación brasileña como tema central de la agenda.
Acelerador
para la agenda binacional
Los gestos de estas
primeras horas dejan en claro que el Gobierno argentino espera que,
como contrapartida de su explícito apoyo -tanto en la campaña como tras
los incidentes-, Lula acelere la agenda integradora con los países que han
mostrado mayor sintonía política.
Lo cierto es que,
después de lo ocurrido el domingo, el acercamiento a Argentina y a la región
pasó a tener para Lula una importancia estratégica mayor a la prevista. Y los
funcionarios argentinos, que ya venían haciendo una fuerte apuesta a la ayuda
brasileña para fortalecer su posición en un año electoral, tienen ese tema en
claro.
El embajador
Daniel Scioli, en declaraciones radiales este lunes, calificó como "gran
acontecimiento" la visita de Lula y prevé que se pueda avanzar rápidamente
en un acuerdo de integración que ponga en práctica propuestas
como la moneda común.
Por los datos que han trascendido, se trataría de una
combinación de un swap de monedas con un sistema
de pagos de monedas locales para el comercio bilateral. La cifra que
se menciona es de u$s10.000 millones.
Para Argentina,
tendría el efecto de reforzar las reservas del Banco Central y,
además, potenciar el comercio binacional sin que la escasez de dólares se
transforme en un obstáculo.
Scioli destaca que,
en el período 2020-2022, el intercambio con Brasil alcanzó el récord de una
década, con un volumen de u$s28.500 millones, "a pesar de las
diferencias políticas e ideológicas".
El embajador -y posible pre candidato presidencial
peronista- dio a entender que si con Bolsonaro se lograron esos números, ahora
con Lula en el poder el potencial es mayor. "Lula tiene un fuerte compromiso con el Mercosur, y relación
privilegiada con Argentina, e instruyó a sus ministros para facilitar todo
esto", afirmo Scioli, quien destacó la celeridad con la que fue recibido
por el nuevo canciller, Mauro Vieira, y por el ministro de economía, Fernando
Haddad.
Por su parte,
el ministro de Economía, Sergio Massa, en una entrevista con Perfil el fin
de semana, mencionó a Brasil como factor estratégico de crecimiento de la
economía local. Y mencionó su aspiración sobre una intensificación de la
inversión brasileña en Argentina: "Después del famoso Lava Jato, se
dio todo un proceso en el cual las empresas brasileñas dejaron de
expandirse", dijo Massa, que cree que se puede recuperar la caída de 40%
que tuvo el intercambio entre los dos
países.
Los mercados, atentos al riesgo país
Brasil es un
hervidero de rumores en las horas siguientes al ataque insurreccional del
domingo en la ciudad capital. Las sospechas más graves apuntan a la
connivencia de sectores de las fuerzas armadas en
los disturbios, mientras los analistas del mercado intentan dilucidar qué tan
grave pueda ser el contagio de la volatilidad política a la agenda
económica.
A juzgar por las
primeras reacciones del mercado financiero, la situación no fue tan grave como
se esperaba. El índice bursátil paulista Bovespa pudo revertir una
caída inicial y cerrar en positivo, al tiempo que en el plano cambiario hubo
una suba leve de o,9% en la cotización del dólar.
Sin embargo, esos
primeros números no resultaron lo suficientemente tranquilizadores para los
inversores, que se plantean dudas sobre la continuidad de la política económica
en el largo plazo. En la prensa brasileña abundaron los análisis sobre un
inevitable incremento del riesgo país y hasta sobre la posibilidad de que
el ministro Haddad deba ralentizar su plan de suba de impuestos.
Y, también, hay una marcada preocupación por la imagen
externa de Brasil tras la conmoción política. Los analistas
recordaron que el 50% del movimiento diario de la bolsa paulista
responde a inversores extranjeros, que tienen una mayor sensibilidad al
riesgo-país que los locales.
Un reporte
del Banco Itaú prevé que haya un primer efecto de pérdida de valor
sobre los activos brasileños, "pero con el tiempo el impacto debería
disminuir, ya que el foco probablemente retornará al debate de la política
económica".
La velocidad de la
normalización dependerá, según el consenso del mercado, de las señales que
envíe el presidente Lula y de su capacidad para transmitir una sensación de
normalidad institucional recuperada.
"Los rumbos
del mercado en los próximos días serán definidos por la capacidad de las
instituciones de poder evitar la repetición de actos de vandalismo, así
como de impedir la adhesión de grupos importantes, como el de los
camioneros", consideró un análisis de Orama Investimentos.
Hay fuerte especulación en los medios brasileños en el
sentido de si lo acontecido el domingo será beneficioso para Lula o si
debilitará su gestión. "La aceleración de la violencia en las manifestaciones acabará dividiendo al público
indeciso, ya que quienes apoyan los actos violentos son minoría; con las
consecuencias de estos incidentes, la tendencia es de mayor previsibilidad y
menos incertidumbre a lo largo del año", señaló un analista
de Benndorf Research.
Pero otros fueron
menos optimistas. Como TAG Investimentos, que consideró: "La
izquierda seguirá con el enorme desafío de mantenerse en este equilibrio
inestable".
Bolsonaro, blanco de las sospechas
Lo cierto es que,
en estas horas, la situación todavía está lejos de considerarse como
normalizada. Las noticias que se han conocido agregan más dudas que certezas
respecto del alcance de la conspiración. Se supo que los actos vandálicos
incluyeron el robo de armas, todo bajo la sospecha de la inacción de militares.
Además, se informó que parte del plan era el bloqueo a
refinerías de petróleo en cinco estados del país,
una situación que finalmente fue frustrada por las fuerzas policiales.
Todo lo cual
renueva las preguntas respecto de qué tan organizados estaban los insurrectos,
quiénes fueron los instigadores y financistas, y qué tan fuertes eran sus
apoyos políticos.
Mientras tanto, el
nivel de agresividad política en las redes sociales llegó a tal punto
que Facebook anunció que borrará todos los contenidos que
impliquen un apoyo explícito a los incidentes del domingo en Brasilia.
Y la discusión recién está empezando en la propia interna
del gobierno: el presidente Lula criticó públicamente a su ministro de
defensa, Jose Múcio, por haber calificado como manifestaciones democráticas a los cortes de ruta y manifestaciones realizadas
por partidarios bolsonaristas luego de la elección, a la que califican de
fraudulenta y cuyo resultado no reconocen.
La conmoción
también se da en el sector del ex presidente Bolsonaro, que quedó en la mira
del mundo como principal instigador. El Partido Liberal, que llevó a
Bolsonaro a la presidencia en 2018, se apuró a tomar distancia de la
insurrección y publicar un comunicado de repudio a los incidentes.
Sin embargo, el
propio Bolsonaro, que permanece en Orlando, Estados Unidos, desde dos días
antes del vencimiento de su mandato, tuvo una actitud ambigua. Publicó en
Twitter -recién sobre las 21 horas del domingo- una tibia condena por
"depredaciones e invasiones de espacios públicos" pero no hizo
mención alguna a una intentona golpista. Y equiparó lo ocurrido el domingo con
manifestaciones de la izquierda en 2013 y 2017. Finalizó con un "repudio a
las acusaciones, sin pruebas, contra mí por parte del actual jefe del Ejecutivo
de Brasil".
El tuit de Bolsonaro fue interpretado en el ámbito político
brasileño más como una expresión de adhesión que de repudio a las
manifestaciones violentas de Brasilia, y abundaron las acusaciones respecto de que él, al plantar la sospecha del fraude electoral,
había insuflado el espíritu bélico en sus seguidores.
Mientras el
ambiente se tornaba más enrarecido por las informaciones de una internación urgente de Bolsonaro
por dolores abdominales,
llegaron noticias de un creciente movimiento de presión política para
que el gobierno del presidente Joe Biden expulse del país al ex
mandatario brasileño.
En todo caso, la
gran duda del momento es qué tiene previsto hacer Bolsonaro en el corto plazo y
si, en caso de un retorno a Brasil, existe la posibilidad de que sea
acusado formalmente como el instigador de una intentona golpista, una
situación de consecuencias políticas impredecibles.
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