Por Carlos Burgueño - Para
cuando termine de cerrarse la negociación por la aprobación de las metas del
2022 pactadas en el Facilidades Extendidas, Sergio Massa tiene un capítulo
fundamental para tratar con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El
ministro de Economía y su equipo quieren abrir rápidamente el debate sobre el costo energético, para determinar qué monto
final es válido para el organismo financiero en función de lo que
Argentina tuvo que pagar en 2022 por las importaciones de energía
(fundamentalmente gas), a partir del incremento de los precios de los
combustibles y por fuera de lo originalmente presupuestado.
El último contacto entre los funcionarios argentinos y los técnicos del
FMI donde se discutió el tema, fue en noviembre pasado, cuando las partes (vía
zoom) coincidieron en que es una cuestión fundamental, aunque no se
pusieron de acuerdo sobre el costo final; y decidieron en que será uno de los
primeros temas a poner sobre la mesa de discusión una vez que las
metas del año pasado se hayan verificado como cumplidas, y cuando la vigencia
de los objetivos del 2023 sea el capítulo central.
El Fondo le dejaba en ese momento en claro a los hombres y mujeres del
Palacio de Hacienda que tanto las metas de déficit de 1,9% sobre PBI y de
emisión de 0,6% son innegociables; pero que el nivel de reservas pactado en
u$s5.200 millones, tendrá en cuenta en 2023 el costo de la importación de
energía en 2022. Y que si bien no se revisará el número final, si se podrá
tomar como un cálculo el dinero que el FMI entregue durante el año al país por
el costo del precio del gas.
El problema es que las partes no se pusieron de acuerdo aún en este
sobrecosto. Para Argentina fueron más de u$s4.500 millones, mientras que el FMI
no toma en cuenta aún más de u$s3.000 millones. Tanto los funcionarios locales
como los de Washington saben igualmente que el dinero de diferencia no es
tanto, y que, en definitiva, la decisión final es política y que tendrá la
intervención directa de Kristalina Georgieva y Gita Gopinath.
Las número uno y dos del FMI tienen este tema en cartera para hablar y
aprobar en el Board del organismo, no sólo para socorrer al precio de más para
la importación de energía que tuvo que pagar Argentina sino que gran parte de
los mercados emergentes; con lo que en realidad, el monto que le corresponderá
al país depende de lo que el directorio del organismo decida luego del informe
que presenten y defiendan Georgieva y Gopinath.
La discusión es más que importante. Según el número en el que se
pongan de acuerdo el Fondo y Argentina, será el alivio que el país podrá tener
este año en cuanto a la necesidad de reservas y el requerimiento de superávit
comercial.
La hipótesis de máxima que se maneja en Buenos Aires es que el dinero en
cuestión podría ser aportado por el propio FMI durante el segundo semestre del
2023 a través de los Derechos Especiales de Giro (DEG); dinero que iría
directamente a las reservas. Y cuanto antes haya acuerdo, antes llegarán los
dólares al Banco Central. Por esto Argentina quiere que el debate se dé pronto.
El
tema ya había sido tratado en la cumbre del G20 de Bali de
comienzos de noviembre de 2022, en la reunión que el presidente Alberto
Fernández y Massa mantuvieron cara a cara con Georgieva y Gopinath. La
directora gerente y su número dos abrieron la discusión reconociendo que deberá
haber algún tipo de recompensa por el costo extra que hubo para las cuentas
nacionales (y de todo el mundo), por el encarecimiento del precio de los
combustibles a partir de la guerra en Ucrania; pero pusieron como punto de
partida cumplir en 2022 con el Facilidades Extendidas.
El
ministro de Economía le había entregado en Bali un “paper” elaborado por
Rubinstein y el encargado de la relación con los organismos financieros
internacionales, Marco Lavagna, donde se recordaba que “el valor de las
importaciones de combustible aumentó a u$s5.756 millones, cuando el
valor proyectado antes de la guerra era de 1.999 millones” de esa divisa. “Esto
significó un aumento neto de u$s3.757 millones”, mientras que “las
exportaciones netas del complejo agroexportador estuvieron u$s617 millones por
encima de las proyectadas antes de la guerra”. Sin embargo, “el costo de envío
de las exportaciones sufrió un aumento de u$s1.800 millones con respecto a los
pronósticos anteriores a la guerra”. |