Por Claudio Zlotnik. "¿En qué se parecen los políticos y economistas del oficialismo y de la oposición? En que todos ellos miran al cielo para saber si va a llover". Un oficial clave del gabinete económico plantea la cuestión decisiva para el dólar , entre la angustia y el deseo. El Gobierno, y lógicamente también los productores agrícolas, necesitan que el agua alivie la sequía que azota al país, incluyendo a la zona núcleo productiva.
Unos y otros, economistas que trabajan al lado de Sergio Massa y algunos asesores de los precandidatos de la oposición, considerando que las próximas semanas serán clave.
El comienzo del nuevo año determinará el impacto final que tendrá la sequía en la próxima cosecha gruesa. Dicho de otra forma, las semanas que se avecinan serán decisivas para calcular la futura oferta de divisas por las exportaciones de soja en el mercado cambiario.
Ese volumen será clave para la cotización del dólar y para el ciclo económico del próximo año. Ni más ni menos.
La caída en la oferta de dólares de parte de las cerealeseras determinará, por caso, el grado de bloqueo a las importaciones de los próximos meses.
Si no hay divisas -ya se vio en este último semestre-, la única manera que tiene Massa para evitar una devaluación será con el cierre de las compras en el exterior. Y eso, se sabe, tiene un impacto directo, negativo, en la marcha de la actividad económica.
Los tres escenarios
En diálogo con iProfesional, el economista Pablo Goldín, economista jefe de MacroView, hizo un relevamiento de lo sucedido en las tres grandes sequías de la última década.
La peor sucedió
en 2009 -a la que se le adosó la crisis internacional tras la quiebra
de Lehman Brothers-, que implicó una pérdida del 35% de la cosecha en
relación a la producción de 2008. Ese año, con una caída en la oferta de
u$s7.100 millones (26 millones de toneladas menos), la economía derrapó un
5,9%. Las importaciones habían caído la friolera de un 35% en comparación con
el año anterior.
En el segundo
puesto de ese ranking quedó la sequía del año 2018, durante la presidencia
de Mauricio Macri. Ese año, se perdió el 20% de la cosecha (22 millones de
toneladas), con un desplome de u$s4.300 millones en la oferta de divisas
respecto del año 2017. En aquel 2018 -que coincidió con la devaluación de
abril y el estallido de la crisis-, el PIB cayó 2,6%.
Finalmente, la
tercera sequía -si se quiere, la menos dañina- tuvo lugar en el
año 2012. Hace una década, la seca derivó en un quebranto del 16% de
la cosecha (16 millones de toneladas), con lo que la oferta de divisas cayó en
u$s1.700 millones. Aquel año, el primero de la existencia del "cepo
cambiario", el PIB bajó el 1,0%.
Qué puede pasar en 2023
Goldín plantea dos
escenarios para el comienzo del nuevo año. "Una cosa es con lluvias y
otra, radicalmente diferente, si no llueve", dice a iProfesional.
Al grano: en caso de que el alivio del agua llegue a
los campos de la zona núcleo, la pérdida de la cosecha
alcanzaría al 15% respecto de la producción de 2022.
En ese escenario
-el más benévolo que podría esperarse-, la caída en el ingreso de
"agrodólares" sería de u$s6.200 millones (17 millones de toneladas).
Para compensar la
menor oferta de divisas, la caída en las importaciones debería ser del
10%, también en relación a este año, donde ya hubo un recorte en las compras al
extranjero, ante la menor abundancia de dólares en las reservas del Banco
Central.
En un escenario más
dramático -si no llueve lo necesario para aliviar-, la oferta de dólares se
hundiría en u$s10.200 millones. Un escenario muy complicado para la economía.
Implicaría una
pérdida del 23% de la cosecha, en relación a la de este año. Un quebranto de 27
millones de toneladas. Un escenario así se ubicaría en la peor sequía
desde 2009.
Massa, el equilibrista con el dólar
Según Goldín, en
las próximas semanas se va a tener certeza sobre el escenario que le espera a
la Argentina en cuanto a la oferta de divisas del campo.
Un golpe muy fuerte
en la producción -el escenario donde hay 10.000 millones de dólares menos
para las reservas- implicaría seguramente el inicio de una recesión, cuya profundidad habrá que monitorear más
adelante. Es lo que sucedió cada vez que la sequía hizo estragos en los
campos.
Sergio Massa rechazó de plano la posibilidad de una
devaluación. Tomó esa decisión como una
verdadera "política de Estado". ¿Podrá cumplir con su
promesa ante un escenario muy complicado, para el caso de que no llueva en
la zona productiva?
Es muy probable que
el ministro se vea obligado a un recorte mayor de las importaciones para
compensar el hundimiento de la oferta de dólares. El impacto de ese
esquema ya es bien conocido: contrae la actividad económica y es
inflacionario.
Sin ir más lejos,
esto último es lo que acaba de reconocer el INDEC al informar la inflación
mayorista de noviembre.
Los precios
mayoristas registraron, en promedio, una suba del 6,3%, lo que marcó
una aceleración respecto de los meses previos.
Pero lo más
preocupante es que los que más subieron fueron los productos importados.
Lo hicieron en un 8,2%. Por encima de la suba de los artículos fabricados en la
Argentina, que lo hicieron en un 6,1%.
Está claro lo que
sucede: las trabas a las importaciones no hacen más que recalentar los precios
de los productos que llegan desde afuera de la Argentina. |