Por Jorge Herrera - El camino
hacia el próximo 22 de octubre está plagado de una serie de obstáculos entre
los cuales hay tres que se distinguen, por sobre todas las cosas, que el
Gobierno debería sortear para evitar una colapso dado el contexto socio y
macroeconómico. Por un lado está el problema del financiamiento del Tesoro en
el mercado de deuda local donde hay un sector privado satisfecho por demás con
sus tenencias de deuda soberana en pesos, lo que obliga al Banco Central (BCRA)
presidido por Miguel Pesce a intervenir y comprar bonos del Tesoro en el
mercado secundario para sostener las cotizaciones con el consiguiente efecto
monetario. Por otro lado, está la elevada tasa de inflación y la alta
nominalización de la economía, bajo un escenario de una política monetaria
totalmente dependiente de la fiscal y con un BCRA emitiendo por varios canales
para financiar al fisco, lo que retroalimenta las altas expectativas
inflacionarias y la huida del peso. En tercer lugar, está la falta de dólares
con un BCRA anémico de reservas netas y un Gobierno decidido a no devaluar por
el riesgo inflacionario, que obliga a más devaluaciones selectivas que tienen
costo fiscal e implican foguear la emisión de dinero. Vamos a centrarnos en este
último obstáculo, la falta de dólares. Al respecto, el bajo stock de reservas
netas de BCRA a pesar de las fuertes compras producto del primer programa Dólar
Soja intimó al Gobierno a volver a implementar un segundo programa Dólar soja.
Sin embargo, las proyecciones privadas dan cuenta que incluso con el Dólar Soja
I y II y los desembolsos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el stock de
reservas netas es inquietantemente bajo.
Para tener una idea somera de la situación vale señalar que, según datos
del Estudio Broda, el nivel de reservas netas, estimado en poco más de u$s4.800
millones, alcanza sólo para el 75% de un mes de importaciones. Ocurre que el
nuevo programa Dólar Soja podría dar lugar a unos u$s4.000 millones de nuevas
liquidaciones de exportaciones sojeras, pero las compras netas del BCRA se
estiman en unos u$s2.000 millones. En ese sentido, cabe destacar que en los
primeros 6 días del Dólar Soja II hubo compras netas del BCRA por poco más de
u$s530 millones, esto representa menos del 40% de las ventas que hubo en los
primeros seis días del Dólar Soja I. O sea, esta estrategia no muestra la misma
efectividad que en la primera versión.
De ahí que empezaron a circular rumores, sobre todo, luego de la
“visita” de miembros del equipo económico a la sede del organismo financiero
internacional en Washington de que cabía la posibilidad que el Fondo le
compensara a la Argentina la caída de reservas derivada de la merma en las
exportaciones agrícolas por la sequía. Sin duda, de ser así se trataría de un
as bajo la manga del binomio económico Sergio Massa-Gabriel Rubinstein. Vale
señalar que hay líneas de asistencia financiera del organismo vinculadas con
shock externos que afecten la posición externa de un país. Pero pareciera que
no hay en el menú actual alguna línea o medida que contemple el efecto de una
sequía. Es más, días atrás un reconocido economista con nexos con Washington
comentaba a colegas que, en caso de que se produjera una caída de las
exportaciones por una sequía, en el organismo lo que podrían llegar a
contemplar es que desembolsen lo que tienen planeado por más que el país esté
lejos de cumplir con las metas pactadas. Según la visión e información de este
prestigioso analista es difícil que el Fondo le dé más de lo planeado a la Argentina,
debido a que el FMI cree que ya tiene demasiada exposición con este país.
Entonces, si encima que hay dudas de cumplimiento de metas, como vino una
guerra y sobre llovido mojado vino una sequía, en el Fondo lo que podrían hacer
es desembolsar igual, lo que debe ser interpretado más como una excusa para
seguir con el programa que para recibir más fondos. Esa sería la visión que
viene del DC.
La foto actual de las reservas del BCRA muestra, de acuerdo con
estimaciones privadas, que las reservas netas rondarían los u$s4.800 millones,
pero las propias disponibles son negativas en más de u$s1.500 millones. Aquí
entra a terciar, en serio, la alternativa de que Beijing “dolarice” parte del
swap con el BCRA. Veremos.
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