Por Luciana Vázquez - Una nueva grieta se consolida a fuego lento desde
que se conoció la condena a Cristina Kirchner y su reacción posterior, la
decisión de renunciar a cualquier candidatura en 2023. Es una remake de
unitarios vs. federales impulsada por el vacío que parece estar dejando la
vicepresidenta en el mapa político del oficialismo. Mientras el kirchnerismo y
Cristina Kirchner pudieron garantizar poder y gobernabilidad, los caudillos del
interior se allanaron al peso de la dirigencia kirchnerista porteña y al rol
hegemónico de la provincia de Buenos Aires, del conurbano, en la ecuación del
triunfo. El panorama está en proceso de cambio. Renovada voluntad de poder
político nacional, empoderamiento económico, Vaca Muerta y litio son los
elementos que definen un escenario muy particular en el camino hacia las
elecciones de 2023 con eje en los gobernadores. Política, economía y también
geopolítica atravesando el territorio de poder del interior. Los gobernadores
al encuentro de una oportunidad histórica. Las provincias mineras y petroleras
versus el Estado nacional, la nueva grieta que puede complicar el panorama.
Como en la naturaleza, en la política, el vacío, en este caso, de poder
impulsa inmediatamente a su ocupación. Del comunicado en apoyo cohesionado a la
vicepresidenta condenada la semana pasada a las definiciones de las últimas
horas que anticipan su voluntad de jugar en el plano nacional. La Liga de
Gobernadores peronistas se apresta a afilar una maquinaria de disputa de poder
que durante los tres años de presidencia de los Fernández tuvo efectos más
simbólicos y voluntaristas que reales.
Sus momentos de influencia fueron pocos, aunque significativos. En la
crisis económica de julio, para avalar el nombre de Sergio Massa como ministro
de Economía y contribuir con su presión a que el presidente Alberto Fernández
cediera un poder que ya no tenía. En la crisis política después de la derrota
electoral de septiembre de 2021, cuando se dio el desembarco del gobernador de
Tucumán, Juan Manzur, en la Jefatura de Gabinete y el éxito del latiguillo en
torno a su “volumen político” que se desinfló rápido, apenas con el correr de
pocas semanas. Paradojas: ahora los gobernadores reclaman una centralidad en el
PJ ante, precisamente, lo que se define como “pérdida de musculatura” del
gobierno nacional. La política nacional en modo competencia de gimnasio.
Esa decisión del interior de volver a una disputa por la centralidad en
los asuntos nacionales se da en un contexto casi único, el de otra centralidad:
la de los recursos mineros y petroleros como salida para varias crisis que se
superponen, la de la economía y el desarrollo argentino, la crisis energética
local y global y la del cambio climático y la transición a otra matriz
energética. Por un lado, el litio y sus dueños, las provincias, refuerzan el
peso de los caudillos mineros y. por el otro, Vaca Muerta y las esperanzas
depositadas en el gasoducto Néstor Kirchner como fuente de ahorro e ingreso de
divisas refuerzan el peso de los caudillos petroleros.
Ese peso juega doblemente: ya no solo en el debate económico, sino
también en la puja política. Por dos razones. Porque la política, sabemos,
necesita recursos para financiarse. La Liga de Gobernadores tiene ejemplos
claros de Estados provinciales ricos aunque con habitantes pobres pero
electoralmente exitosos. Y porque el debate en torno al futuro de la matriz
productiva argentina pone a los recursos naturales y su explotación como pieza
central en la negociación por el poder.
El kirchnerismo fue eficaz en arrinconar a los gobernadores en sus
territorios. Obedientes, los gobernadores peronistas se olvidaron del peso
histórico de su influencia. La política, que se hace sobre todo desde los roles
ejecutivos de intendentes o gobernadores que movilizan gente y recursos y
transparentan la eficacia de su poder en cada triunfo electoral, quedó a un
costado en la definición del poder nacional. El kirchnerismo fue eficaz en
disipar esa influencia. La condena judicial que pesa sobre Cristina Kirchner
desde la semana pasada empieza a mellar el intangible que definía el poder de
la líder del Frente de Todos.
El vacío está disponible. Los jugadores mueven las fichas, como
empezaron a hacerlo los gobernadores. En realidad, las cartas que los caudillos
del interior orejean ya se vislumbraban en la llegada de Manzur a la Casa
Rosada. El tucumano tuvo un rol sensible en la defensa de los intereses de las
provincias “rentísticas”, las que nutren la política con la renta petrolera y
minera, ante el Estado nacional. La influencia de las provincias se notó en los
nombramientos de las responsables de la Secretaría de Energía y de la
Secretaría de Minería de la Nación. En Energía, la designada fue Flavia Royón,
alineada políticamente con otro gobernador, Gustavo Sáenz, de Salta.
La catamarqueña Fernanda Ávila llegó a Minería a partir de un acuerdo
entre los gobernadores de Catamarca, Raúl Jalil, y de San Juan, Sergio Uñac, y
el jefe de Gabinete, Manzur, en diciembre, cuando hacía poco que había asumido
el tucumano. Fue su primer triunfo en el cumplimiento de su tarea. Lo que queda
claro es que en el nuevo escenario doméstico y global los recursos de las
provincias tallan fuerte.
Desde el oficialismo Uñac, gobernador de una provincia minera por
excelencia, es uno de los que muestran mayor ambición presidencial. Otro es el
gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, que ayer tuvo un encontronazo en
Twitter con Greenpeace, que lo acusó de autorizar el desmonte de un millón de
hectáreas. “Hay 1 millón de hectáreas en riesgo! En medio de una ola de calor y
crisis climática sin precedentes, necesitamos que el gobernador de Chaco Jorge
Capitanich respete la Ley de Bosques y frene los desmontes”, tuiteó la
organización ayer. Explotación de recursos mineros y de hidrocarburos y el agro
en el horizonte presente y futuro de la Argentina, en el camino electoral de
los gobernadores.
En ese sentido, la vitalidad electoral que la Liga de Gobernadores
quiere recuperar abre preguntas para la Argentina. Por un lado, sobre cómo se
traduce institucionalmente ese poder económico y productivo cada vez más
estratégico. Es una pregunta sobre la calidad de las instituciones y de la demo
cracia y sobre el funcionamiento de la macroeconomía. El politólogo Carlos
Gervasoni equipara a esas provincias con los “Estados petroleros” autoritarios
que viven de la renta del petróleo. De ahí que las llama “rentísticas”.
No cobran impuestos a sus habitantes, sostienen sus economías con las
transferencias federales de la coparticipación o con las transferencias
discrecionales y con la renta de la explotación de recursos naturales. Sus
gobernadores cuentan con recursos económicos cuantiosos que convierten al
Estado provincial en un factor económico con el que el sector privado no puede
competir. Se traduce en creación de empleo público descontrolada, cancha
inclinada, escasa división de poder, voto cautivo y falta de competitividad
electoral, el mismo partido político gobernando durante décadas.
Una macro dependiente de recursos naturales provinciales también
presenta dilemas. Una lógica patrimonialista de los gobernadores y una
administración deficiente por la falta de recursos humanos preparados, algo
parecido a lo que sucede en la administración de los sistemas educativos
provinciales, puede restarle potencia a una opción productiva que se ve como
salida estratégica. Sobre todo en un sector de la economía donde el cambio
climático y la relación con corporaciones mineras de enorme poder hacen todavía
más complejo y delicado el panorama. Las esquirlas de la autoexclusión
electoral de Cristina Kirchner apenas empiezan a definir sus contornos. Y no
afectan solo a la interna oficialista. Empiezan a tallar también en el perfil
que puede adquirir la Argentina que viene.● |