Pocas
medidas fueron recibidas con una crítica tan unánime como la reedición del "dólar soja" y al mismo tiempo pocas se mostraron tan efectivas. En las primeras tres
jornadas del tipo de cambio preferencial para los productores sojeros,
hubo liquidaciones por u$s578 millones, con lo cual el Banco
Central pudo retener u$s338 millones. Todo
un contraste con los angustiosos meses de octubre y noviembre, en el que las
exportaciones se habían desplomado a un promedio de apenas u$s50 millones
diarios, mientras la sufrida caja del Banco Central veía cómo se
iban las divisas a un ritmo de u$s25 millones por día en octubre y de u$s55
millones por cada jornada de noviembre. Este
arranque hace pensar en una situación análoga a la de septiembre, cuando el
entusiasmo de los sojeros por aprovechar la oferta del dólar preferencial
provocó tal volumen exportador que dejó cortas las expectativas que había
planteado el ministro Sergio Massa. Y
es ese resultado positivo el argumento fundamental que llevó a Washington la
misión argentina encabezada por el viceministro Gabriel Rubinstein, que
con números en la mano está argumentando que se podrán cumplir sin
inconvenientes las metas de acumulación de reservas y de reducción
del déficit fiscal. La
situación no podría contrastar más con los sombríos pronósticos que hacían los
economistas sobre una crisis cambiaria en pleno verano, como consecuencia del
creciente nivel de ventas de divisas a las que se veía obligado el Central,
justo en medio de una crisis climática que había reducido en un 50% la
proyección del aporte de la exportación de trigo. Algunas
de esas previsiones eran particularmente graves, como la de Emmanuel
Álvarez Agis, quien había calculado que el Central arriesgaba quedarse sin
reservas netas ya en febrero. Massa
y el dólar: pragmatismo a prueba de críticas Y
ese contexto negativo fue el que volvió a demostrar, una vez más,
el pragmatismo a prueba de balas que anima a Sergio Massa. "La
tarea de recomponer reservas nos obligó a tomar decisiones, algunas
que pueden resultar incómodas o dolorosas pero que tienen como
objetivo garantizar el funcionamiento de nuestro ente rector de moneda",
había dicho el ministro ante un auditorio de dirigentes de empresas, el día
previo al anuncio de la medida, justificando la aplicación del régimen
cambiario sectorial. Y
lo cierto es que se trataba de una medida criticada por todos: desde el
kirchnerismo hasta la Sociedad Rural y desde los economistas
ortodoxos hasta los sindicatos. Pero
Massa se ha mostrado indiferente a las críticas. Es más, profundizó la polémica
al al adminitir publicamente que habia interferido en el mercado a través de una empresa exportadora amiga, para que
mejorase el precio de compra a los productores y de esa manera, se pudiera
maximizar el resultado. En el
plano político, las críticas en la propia interna del Gobierno ya se
habían esbozado desde la primera edición del dólar soja en septiembre,
cuando Máximo Kirchner había definido la medida como una claudicación
frente a un lobby: "Nuestro país fue puesto de rodillas por las
cerealeras. Hubo que generarles otro dólar para que liquiden lo que producen en
nuestro suelo y que es parte de la riqueza y de los bienes naturales de nuestra
patria". Y ahora, otra vez hubo manifestaciones de enojo. Pero
lo curioso es que los supuestos beneficiarios también se quejaron. Agremiaciones que forman parte de la Mesa de Enlace fueron explicitas respecto de que consideran al dolar soja como una medida distorsiva y que preferirían un tipo de cambio unificado o una
reducción de las retenciones.
Además,
hubo protestas en el sentido de que Massa logra con esta medida un
beneficio para los grandes grupos del negocio agrícola, que son los que
tienen espaldas financieras como para mantener un stock importante guardado en
los silobolsas, a diferencia de los pequeños productores, que se vieron
obligados a liquidar al dólar oficial. Fue
elocuente en ese punto Carlos Achetoni, el presidente de
la Federación Agraria, quien destacó que el nuevo esquema perjudica a los
productores que arriendan campos ajenos, porque sus alquileres son ajustados
por el nuevo precio de la soja. Este punto es muy relevante, porque según
algunas estimaciones casi un 70% de la siembra se realiza en campos de
terceros. Achetoni
también recordó que el dólar soja "impacta sobre el precio de los
insumos de la actividad avícola, la ganadería vacuna y porcina y la
lechería". En
la misma línea, el consultor Salvador Di Stefano, definió al dólar soja
como "un Hood Robin, porque le saca a la producción para darle
beneficio a la exportación y a los dueños de la tierra que son rentistas". Dólar
soja: advertencia por daños colaterales Las
críticas que hacen los economistas son una repetición de las ya planteadas en
la primera edición del dólar soja. Principalmente, la involuntaria expansion monetaria que resulta de comprar dolares caros a los sojeros y revendérselos baratos a los
importadores. Una
estimación de la consultora Eco Go, que dirige Marina Dal Poggetto,
indica en $344.000 millones la emisión adicional. La cifra equivale a un 7,9%
de la base monetaria, algo que pone una nota de preocupación adicional por la
inflación. Pero,
sobre todo, la advertencia de los economistas es sobre la presión que ese
"sobrante" de pesos puede suponer sobre el dólar paralelo, con lo
cual en el afán de querer evitar la devaluación del tipo de cambio oficial se
estaría profundizando la brecha entre el mercado cambiario oficial y el
paralelo. Ese efecto, que es de por sí riesgoso en situaciones
"normales", lo es más en este momento, dado que ante la escasez de
divisas se está incentivando a que los importadores usen sus propios dólares, y
eso implica que el paralelo pasa a ser el tipo de cambio de
referencia para las remarcaciones de precios. Finalmente,
la crítica de los economistas es la consabida de estos regímenes que duran por
un tiempo determinado: el "efecto del día después". Desde ese punto
de vista, toda la exportación -y la consecuente entrada de dólares- tendrá como
contracara un bajón exportador en los meses siguientes, en un juego de
"suma cero". Y
lo mismo es aplicable a la situación fiscal. En el corto plazo, el "dólar
soja" dará un alivio, dado que las retenciones a la
exportación engrosarán las arcas de la AFIP, como ocurrió en septiembre,
cuando la recaudación tributaria aumentó un 23% respecto del mes anterior, y el
rubro de retenciones supuso el 20% de la recaudación total. Pero aquella
experiencia también demostró que el efecto se esfumaba de inmediato: al mes
siguiente, el aporte de las retenciones a la recaudación impositiva se desplomó
un 75%. Embolsando
un 49% del precio internacional de la soja: Con
este cúmulo de críticas, cabe preguntarse, si todos, desde los kirchneristas
hasta los propios sojeros, se quejan de esta medida, ¿por qué Massa la vuelve a
poner en práctica? La respuesta es sencilla: es la única forma de evitar una
devaluación brusca en el verano. Lo
cierto es que el "dólar soja" está mostrando, otra vez, resultados
contundentes. Y la explicación es sencilla: hasta ahora, los productores apenas
lograban embolsar un 35% del precio internacional del producto, mientras que
con el nuevo tipo de cambio preferencial se llegará a un 49%. Sigue
siendo un precio bajo en comparación con el que reciben los productores sojeros
de la región -que embolsan, en promedio, más del 90% del precio internacional-
pero supone una "ventana" de oportunidad. La
cuenta es así: el grano cotiza actualmente a u$s536 en el mercado de
Chicago, por lo que al aplicarse la retención de 33% el precio queda reducido a
u$s359. Si se obliga al productor a convertir ese dólar al tipo de cambio
mayorista -hoy cotiza a $166-, entonces le quedarían unos $59.000 por
cada tonelada vendida, y si quisiera reconvertir esa cifra a dólares en el
mercado MEP, entonces la ganancia final quedaría en u$s191, es decir un
35% del precio internacional. Pero al reconocerle al productor un dólar de
$230 en vez de $166, entonces su ingreso real pasa a ser de $82.500 por
tonelada de soja, unos u$s264. En otras palabras, un 49% de la cotización
internacional. El
mismo efecto se había dado en septiembre, casi con las mismas cifras. Ahora, el
dólar soja de $230 implica un "premio" a los productores -o
devaluación encubierta- de 38% sobre el tipo de cambio oficial. En
septiembre, la relación era algo mayor, de 43%. Desde
aquel momento, tanto la inflación como la devaluación acumulada ha sido de un
19,5%. Y el dólar soja entre la primera y la segunda edición subió un 15%.
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