Por Juan Carlos de Pablo - La semana pasada, el ministro de Economía de
la Nación afirmó, por separado, que “si no baja la tasa de inflación, el
oficialismo perderá las próximas elecciones” y que “el objetivo es llegar a
abril de 2023 con una tasa mensual de inflación que comience con 3”. Se trata
de dos aseveraciones referidas a una misma cuestión, pero de naturaleza
diferente. No tengo ninguna receta referida a cómo ganar las próximas
elecciones y tengo fuertes dudas de que alguien la tenga. Es más: todavía no
contamos con una buena explicación de los resultados de las elecciones pasadas.
Pero, error tipo I, error tipo II: si yo fuera candidato del oficialismo les
prestaría mayor atención a quienes me aconsejan ocuparme de la inflación que a
quienes me sugieren que me concentre “en las cosas importantes”.
La referencia a la tasa mensual de inflación de abril de 2023 está más
cerca de un anhelo que de un pronunciamiento concreto de política económica,
como sería la actualización del enfoque de metas de inflación aplicado a partir
de fines de 2015, que siempre califiqué como una estupidez conceptual, y encima
planteada con bandas numéricas en las que nadie creía.
¿Qué están haciendo Massa, Rubinstein, etc., para que el referido anhelo
se convierta en realidad? Una mezcla de ortodoxia y heterodoxia. Lo primero
tiene que ver con el control fiscal y monetario, terreno super específico y por
consiguiente del cual se habla mucho y se sabe poco. Pero sí se sabe que las
medidas fiscales y monetarias no reducen la tasa de inflación de la noche a la
mañana.
El Poder Ejecutivo complementa esta acción con el programa de Precios
Justos( ignoremos una nomenclatura tan poco feliz) sobre la base del cual un
conjunto de empresas congela, durante cuatro meses, los precios de algunos
productos y se compromete a no aumentar los del resto de los bienes que
fabrican más de 4% por mes. ¿Les pusieron un revolver en la sien a los
propietarios de las empresas? Les prometieron prioridad en la compra de dólares
oficiales para comprar insumos. Veremos.
Aquí y ahora, le puedo dar el beneficio de la duda a la combinación de
ambos tipos de medidas, pero no un cheque en blanco. Quiero decir, si –digamos–
en diciembre de 2022 la tasa de inflación no cede, y para enero de 2023 pinta
para algo parecido, mejor que el equipo económico no se enamore del esquema
porque estaría aumentando las distorsiones. |