Domingo 6 - Por Luis Cortina - ¿Y si esperamos?”, respondió el presidente Alberto Fernández cuando el miércoles pasado, en un programa de TV, le preguntaron si estaba pensando en cerrar aún más el cepo cambiario, ante el fuerte crecimiento de la demanda de dólar “turista” por parte del público, con la consiguiente sangría de reservas en el Banco Central. “Es un problema muy serio porque la gente teme que tomemos restricciones. Quisiera que confíen en nosotros, no en los que especulan”. Y completó: “Siempre creí que los cepos de esta naturaleza son malos”. En esa línea, el ministro de Economía ratificó el viernes que no se modificará el actual sistema que permite comprar hasta US$200 por mes, a una cotización efectiva de poco más de $102 (con el impuesto del 30%), pese a que el volumen de esa demanda está llegando a los US$1000 millones por mes, por la creciente brecha con los dólares alternativos ($128,49 el contado con liquidación –CCL– y 132 el blue, al cierre del viernes). Lo cierto es que, tras el exitoso cierre de las operaciones de canje de deuda, el Gobierno analiza qué hacer con el dólar. Si ratifica un régimen cambiario que, a todas luces, muestra signos de agotamiento o aplica modificaciones que permitan traer algo de tranquilidad. Cómo reducir aquella brecha entre cotizaciones que se sostienen por encima del 70%, por el impacto que tiene sobre las menguadas reservas del BCRA y, más temprano que tarde, sobre la inflación, es la preocupación que reina en las discusiones de la mesa económica del Gobierno. Y es, también, el llamado de atención que hacen los analistas privados. Cerrar del todo el cepo, como proponían algunos en la mesa que se reúne todas las semanas en la Casa Rosada, parece haber quedado descartado. Es que toda esa demanda se volcaría inmediatamente a los dólares alternativos, profundizando la brecha. Si no desaparece la desconfianza, como ya se vivió demasiadas veces en la Argentina, el deseo dolarizador de los argentinos encuentra la manera de realizarse. Para algunos expertos (incluso dentro del equipo de asesores de Martín Guzmán) una alternativa sería el desdoblamiento cambiario, un régimen que se aplicó varias veces y en el que conviven un dólar comercial para exportaciones e importaciones (en un nivel cercano al actual precio oficial) y otro financiero, para ahorristas, turismo e inversiones financieras (más cerca de los actuales precios alternativos). Esta alternativa “es verosímil, porque la economía en el tercer trimestre da señales de amesetamiento y las reservas de libre disponibilidad están debajo de US$10.000 millones, y a este ritmo la demanda de dólar ahorro se come prácticamente el superávit comercial”, dice Jorge Vasconcelos, vicepresidente del ieral (Fundación Mediterránea). El anuncio de Guzmán de que el proyecto de presupuesto 2021 contendrá una pauta de déficit fiscal primario de 4,5% del PBI fue otro llamado de atención. “Anticipa necesidades de financiamiento muy altas como para que todo ese déficit se financie con emisión monetaria”, advierte Vasconcelos. Si a ese rojo se le suman el pago de intereses y el déficit cuasifiscal, el Banco Central se vería obligado a financiar el equivalente a 6 puntos del PBI, según sus cálculos. “La base monetaria de este año tendría que duplicarse a fines de 2021. Esto provocaría una gran presión inflacionaria en un año electoral. Una olla a presión durante muchos meses. que lleva a pensar que alguna medida tomarán”, anticipa. La consultora Quantum advierte en su informe del viernes que podría haber un “descalce entre operaciones de un mismo operador, como, por ejemplo, el financiamiento a una empresa exportadora si la exportación es al tipo de cambio regulado [el comercial] y el financiamiento, al tipo de cambio libre”. En el Banco Central creen, además, que en lugar de acortar la brecha podría potenciarla, porque a la demanda minorista de hoy se le sumaría el volumen que se opera a través del CCL. “Pero no tiene en cuenta que el valor del dólar financiero no tendría la misma demanda, porque la cotización sería mucho más alta que la del minorista de hoy, y la oferta la van a abastecer de alguna manera”, dicen los defensores del desdoblamiento. De optar por esta vía, los expertos recomiendan atender qué sucedería con la deuda en dólares tomada por las empresas con anterioridad –a qué dólar cotizarían–; el ingreso en el nuevo régimen ¿se haría con pequeñas devaluaciones sucesivas o de una vez, con el consiguiente impacto en precios? Y además, ¿el nuevo mercado incluiría controles de cambios y restricciones al comercio exterior, como en la actualidad? Por ahora, el Gobierno parece decidido a intentar acortar la brecha mediante la intervención del Banco Central (y tal vez también de la Anses) en el mercado cambiario vendiendo los bonos del canje que ambos organismos tienen en sus carteras en el segmento de CCL, según dijo Guzmán. El BCRA tiene entre 9000 y 10.000 millones de dólares en esos bonos, y el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, cerca de US$8000 millones. La jugada no está exenta de riesgos: “La especulación de que el BCRA podrá controlar la brecha cambiaria vendiendo bonos que recibiría en el canje es otro error”, señala Daniel Artana, economista jefe de FIEL. “Los bonos que venda la autoridad monetaria son un sustituto cercano a una colocación directa del Tesoro a tasas de interés de dos dígitos. ¿Dónde quedarán las cuentas de sustentabilidad de la deuda si se emite a esos rendimientos con el solo objetivo de planchar por unos días la brecha cambiaria?”, agrega, en una nota publicada en Indicadores de Coyuntura. “nuevamente, en lugar de resolver el problema central (elevado déficit fiscal financiado con emisión), se utilizarían alternativas costosas con efectos colaterales adversos sobre el resto de la economía (mayor riesgo país, que podría encarecer el costo de capital para el sector privado)”, concluye. |