Por Cristian Mira - Las dos
razones esgrimidas por el Presidente para intervenir y expropiar Vicentin que
preocupan a los especialistas del negocio agropecuario son la necesidad de
crear una “empresa testigo” y de sostener la “soberanía alimentaria”. Son los
mismos que se preguntan si esta empresa pública será un jugador más del mercado
o hará valer el peso del Estado en su favor. En otras palabras, si habrá cancha
pareja o inclinada.
En el nuevo formato, Vicentin,
bajo la órbita de YPF, deberá competir, en teoría, con el resto de la industria
oleaginosa y los exportadores puros.
No es un mercado sencillo. Entre
las quince empresas que procesan y venden al exterior granos, harinas y aceite
de soja, el principal complejo exportador de bienes del país por el aporte de
divisas, hay compañías multinacionales de larga trayectoria (Cargill, Bunge,
ADM y Louis Dreyfus); otras de origen reciente (Cofco, de China); nacionales
grandes (Molinos Agro, Aceitera General Deheza), y otras nacionales de menor
porte (ACA y AFA), que representan a cooperativistas y pequeños productores.
Todas compiten en el mercado para conseguir que los productores les vendan
soja, maíz, trigo y girasol, que, a su vez, deberán colocar en China, Brasil,
la Unión Europea, la India u otros cientos de destinos a los que les vende la
Argentina. Es un negocio de mucho volumen, pero de poco margen, que requiere de
jugadores experimentados.
“La Argentina no necesita una
empresa testigo, en el mercado de granos hay competencia y se acerca bastante a
la perfección”, dice Teo Zorraquín, consultor de empresas agropecuarias. “No es
la primera vez que se cae una empresa del sector y la actividad continuó
funcionando”, añade.
El economista del Ieral y la
Fundación Mediterránea, Juan Manuel Garzón, describe que en la actividad hay “mercados
transparentes, como los de Rosario, con referencias de precios internacionales
como Chicago o los de Brasil, y el mismo Gobierno diariamente releva y publica
precios que son los que se utilizan para los derechos de exportación”. Además,
destaca que es un sector donde abunda la información y que hay al menos ocho o
diez empresas importantes que exportan e industrializan granos. “A priori no se
justificaría la estatización”, señala.
Otros especialistas, como Ernesto
Ambrosetti, advierten que con la incorporación de Vicentin a YPF Agro, una
compañía que vende combustible e insumos y también exporta granos, se crearía
una empresa pública con integración vertical. “¿Va a pagar más o menos precios
que los competidores?”, se pregunta.
Aquí parece encontrarse la
génesis de un “modelo chino”, con conglomerados como Cofco o Sinograin, que no
solo participan en el comercio internacional de granos, sino que también
extienden sus negocios a los alimentos de consumo masivo. Debajo de este
paraguas puede ubicarse el concepto de “sode
beranía alimentaria”, una idea
que en principio parece reflejar buenas intenciones, pero que se aplica a
países importadores netos de alimentos. No es precisamente el caso de la
Argentina, que, salvo café, la mayoría de las bananas y algo de carne de cerdo,
produce los alimentos que consume. Y, además, exporta el equivalente a la
cobertura de las necesidades calóricas de 400 millones de personas.
No es casual que los propios
exportadores, aliados circunstanciales de los gobiernos para ingresar los
dólares que necesita la economía para funcionar, hayan advertido ayer en un
comunicado que “la soberanía alimentaria de nuestro país siempre ha estado
garantizada” no solo por las empresas del sector, “sino también porque las
materias primas están aseguradas a través del trabajo diario de más de 77.000
productores argentinos”, expresó Ciara-CEC.
El otro interrogante es el
impacto de la noticia de la expropiación sobre los productores. Los que fueron
afectados por la cesación de pagos de Vicentin podrían recibir la decisión con
alivio. Alguien pagará las deudas. Sin embargo, ni el presidente Alberto
Fernández ni el flamante interventor de la cerealera, Gabriel Delgado,
explicaron de dónde saldrá el dinero para pagar las acreencias de la compañía
nacida en el noroeste santafesino. Si no les pagan, difícilmente los
productores quieran volver a venderle sus cosechas. Y allí se verá si el Estado
argentino, de escasa eficiencia en el manejo de empresas, deberá recurrir a la
ayuda del Tesoro. Es el pasado que vuelve.
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