Después de un sinnúmero de cifras y razonamientos, la
economista Marina Dall
Poggetto llega a una síntesis: la diferencia entre el
Gobierno y los acreedores externos para cerrar el acuerdo por la deuda es de US$10 en el precio de los bonos y
US$1.600 millones en efectivo.
Todo indica que el presidente Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán están a horas de presentar
una nueva propuesta de canje de bonos para reprogramar US$66.000 millones que
vencen en los próximos años.
El nuevo plazo para evitar una profundización del default en
el que ya cayó el país es el 12
de junio y, según la enmienda, antes de esa fecha deberían
correr 10 días para que los acreedores acepten la propuesta renovada.
Martin Guzmán y los bonistas
acercaron posiciones, básicamente, a partir de la decisión política de Alberto
Fernández y de Cristina Kirchner (lo puso en la cancha al ex de YPF, Miguel Galuccio) de
evitar una cesación de pagos total que profundizaría la
caída de la actividad económica.
Según los operadores, además
de la decisión presidencial, fueron clave el rol que jugó la crisis del coronavirus
en el sentido de disminuir
las pretensiones de los acreedores frente a una economía
mundial en caída que proyecta menos comercio y empleo. Y el temor que
produjo en el Gobierno argentino la disparada
del dólar y el derrumbe de la recaudación impositiva
por el avance de la cuarentena. Con un default absoluto, todo podría
ser peor.
De hecho, una de las señales
y presiones más evidentes sobre el accionar de Guzmán corrió por parte del
presidente del Banco Central, Miguel
Pesce, al decir que el cepo cambiario sólo podría
aflojarse si hubiese acuerdo con los acreedores extranjeros.
Puesto en números, y
suponiendo como los mercados que las partes llegan a un acuerdo, la propuesta
de Guzmán prevé un valor
presente neto para los bonos de entre US$47 y US$48 (en
la fracasada negociación anterior era de US$40) y los bonistas están
en torno a US$58.
Ahí están los 10 dólares de diferencia entre deudor y acreedor.
A esa diferencia se suman unos US$1.600 millones correspondientes
a intereses corridos por los años en los que el Gobierno pide no pagar la
deuda. Se trataría de un "endulzante" en
efectivo para firmar la paz.
Así, junto a la sugestiva
"sugerencia" del FMI
(se lo habría pedido el gobierno) de que el valor presente neto de los bonos no podría estirarse más
allá de los US$50, los mercados siguieron jugando a favor de
que habría un entendimiento.
Los bonos y las acciones subiendo
fueron un reflejo de la expectativa en torno a que si hay acuerdo los precios
de los activos pueden tener un recorrido alcista en las próximas semanas. Desde
ya que se trata de una especulación y que siempre se debe considerar que en
materia financiera se compra con el rumor y se vende con la noticia, si es que
se llega a registrar.
El otro punto es el retroceso
de los dólares
libres después de semanas de tensión y suba, un
comportamiento que estuvo lejos de ser mágico.
El freno a los dólares vino
por dos vías claras. Una de ellas fue la decisión del Banco Central de limitar la venta de divisas a
precio oficial para las empresas que importen.
Dispuso
que las compañías usen sus dólares depositados en el exterior antes que
solicitarlos en el Central. Y las que no tengan fondos afuera quedan sujetas a
una autorización
previa del organismo. Un
súper cierre del cepo que, en la práctica, implica una
fuerte devaluación para muchas importaciones.
Con esa medida, los productos
importados pasan a regirse como mínimo por el dolar "contado con
liquidación" de $114,5 en vez del oficial mayorista
de $68,71. La diferencia de 67% explica la preocupación de los empresarios y
hace temer sobre el traslado
a precios.
En la óptica del gobierno,
con el cierre del cepo "Miguel
Pesce tiene ahora el mazo" cambiario y puede sentare
en otras condiciones frente al sector privado para administrar el uso de las
reservas de divisas.
El tener el "mazo" en su poder devino al
Central rápidamente en comprador neto de dólares.
El viernes 29 de mayo logró
comprar US$280 millones y con las operaciones del lunes y martes siguientes
redondeó compras por US$418
millones, un número impensado pocos días antes en los que
los exportadores no liquidaban y los importadores adelantaban pagos.
Con el mandoble a las
importaciones, entienden en el entorno de Pesce, también dieron una señal clara
de que están dispuestos a defender al dólar
oficial con actualizaciones periódicas pero sin salto brusco alguno.
Además del endurecimiento del
cepo, el Central prendió la "aspiradora"
de pesos al permitir que las denostadas en tiempo de
campaña electoral Leliq
(letras de liquidez) recobren protagonismo.
El Central le permite ahora a los bancos colocar en Leliq
fondos que antes estaban en encajes no remunerados. Así las entidades recobran
margen y les pueden pagar más a los ahorristas por los plazos fijo.
Una receta clásica que
resulta ineludible cuando el clima financiero se encabrita: sacar pesos de
circulación para evitar que vayan al dólar y en especial al paralelo o
"blue" que cedió hasta $124 achicando un poco la brecha con el
oficial.
En las próximas semanas el
Central emitirá fuerte para financiar otra ronda del bono de $10.000 para nueve
millones de personas. Otro vuelco de pesos al mercado pero ahora Pesce entiende
que tiene el mazo en sus manos para repartir
mejor la baraja.
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