Por Julián
Guarino - En las negociaciones no siempre hay dos
partes. En la pulseada entre el gobierno y los fondos de inversión, los
convidados menos evidentes parecen ser los más relevantes. Por eso el jueves último, cuando el
vocero del FMI Gerry Rice, señaló que el Fondo no avala ni deja de avalar la
oferta argentina “porque es un tema entre la Argentina y sus acreedores
privados”, bueno, quizás
había que creerle poco y nada.
El FMI cumple por estas horas un rol protagónico. Lo sabe el gobierno
argentino y lo saben también los acreedores. Para la Argentina, el FMI ha sido un
garante de que, para cerrar el acuerdo por la deuda, la propuesta debe ser
“sustentable”. A eso se suma algo más: además de postergar el pago de los
vencimientos que la Argentina tiene con el organismo, la directora del FMI
Kristalina Georgieva le concedió al presidente Alberto Fernández que no se
debería pagar a los acreedores privados en dólares más del 3 por ciento del PIB
al año. Del otro lado, para los acreedores, el FMI podría
desempeñar un rol adicional: serviría de garante del compromiso que deberá
asumir nuestro país.
Según pudo
saber Ámbito, el dato de las
últimas horas es que una de las condiciones que han acercado los bonistas para reducir
pretensiones, es que la Argentina deberá comprometerse a cumplir con el artículo
4 del Fondo. En
rigor, y como adelantó Ámbito en la semana, uno
de los principales grupos denominado “Comité de Bonos Exchange”, propuso al
gobierno argentino un “instrumento de cupón contingente” que impone pagos
atados al crecimiento del PBI alineado con el escenario que plantea Guzmán. La sorpresa es que este grupo de
bonistas exige que, para el caso de la implementación cupón, Argentina se
comprometa a someterse a la revisión del Artículo IV del FMI.
La misión de “artículo 4” (por el artículo del “Convenio Constitutivo”
del Fondo), implica una suerte de chequeo anual de la situación macroeconómica
de los países que lo integran. Ese punto implica que el Fondo realizará una supervisión sobre el
tipo de cambio y Argentina deberá dar información sobre la política monetaria
para que esté acorde a lo que establezca el organismo. En rigor, que la política económica
quedará ligada a las observaciones del organismo.
Desde el año 2017 que Argentina no recibe la visita del FMI que sugiere
el artículo respectivo. Es
que desde 2018, nuestro país tiene vigente un programa de asistencia financiera
que incluye revisiones trimestrales, dejando de lado las otras. Ahora, si bien
la Argentina no está formalmente fuera del acuerdo stand by con el FMI, fue el
propio gobierno el que suspendió los desembolsos restantes por no poder
afrontar el repago de esa deuda, lo que podría haber dado lugar a cambios en el
programa. Pero ocurre que, desde el año pasado, el propio organismo decidió
postergar el tratamiento del status respectivo (dar de baja el programa) lo que
implicaría pasar a negociar un nuevo acuerdo. Fuentes del FMI le
dijeron a Ambito que aún no ha llegado el momento para eso. De hecho, el FMI parece haber colaborado con
la Argentina en estos últimos meses evitando cualquier modificación al
respecto.
En este sentido,
ayer a última hora, el embajador argentino en Estados Unidos, Jorge Arguello, señaló que “para la Argentina, es esencial
que el acuerdo esté alineado con la capacidad de pago del país, ya que ello
derivará en la sustentabilidad de la deuda. Una vez logrado esto, el propio FMI
conducirá a la Argentina a un nuevo programa con el organismo”. La declaración de
Arguello es una señal contundente a los bonistas de que el gobierno argentino
está de acuerdo en aplicar el artículo IV y nuevo programa con el Fondo.
En rigor, Guzmán ya
había hablado esto con Georgieva cuando se entrevistó en Riad, Arabia Saudita,
en febrero último, durante la reunión de ministros de Finanzas y presidentes de
Bancos Centrales del G-20. En esta oportunidad también se vio con el secretario
del Tesoro de EEUU, Steve Mnuchin, quien también ha jugado una carta en favor
de la Argentina, al no levantar el teléfono en el FMI para pedir por su amigo,
Larry Fink, el titular del fondo Blackrock. El presidente Donald
Trump confía ciegamente en Mnuchin, quien intervino al menos dos veces para
calmar los ánimos en las negociaciones que mantuvo el ministro Guzmán y el
fondo más grande del mundo. Claro que ahora el propio Mnuchin tiene que atender cuestiones más
relevantes: el Congreso de EE.UU. no logra llegar a un acuerdo para aplicar un
paquete de ayuda de 3 billones de dólares (millones de millones) que le permita
levantar el desplome de la economía.
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