Por Carlos
Burgueño - Superada la traba del próximo viernes y con el país
seguramente en default pero
sin posibilidades de que los acreedores avancen en
juicios sumarísimos contra la Argentina, desde el lunes el Gobierno tendrá un
panorama más tranquilo y despejado para discutir con los acreedores. La nueva
fecha límite para alcanzar un acuerdo será el 30 de julio, con lo que Martín Guzmán tendrá
dos meses y 10 días más para evitar, ahora sí, que el país llegue a un default.
Pasada esa fecha, el Ministerio de Economía no tendrá más oportunidades.
Según el cronograma
de compromisos financieros con deuda emitida fuera
de la jurisdicción local, el mayo no hay vencimientos de este tipo, con lo que
el panorama hasta fines de junio está despejado. Esto le permitirá a Guzmán
contar con un largo mes para negociar, sin apremios inminentes. Los
tiempos se acelerarán recién a fines de junio. El 30 del próximo mes, según el
listado de vencimientos bajo jurisdicción de Nueva York, habrá que liquidar
unos u$s566 millones correspondientes a uno de los vencimientos habituales del
Discount en dólares. Si se tiene en cuenta que se puede especular con el
reglamentario período de gracia de 30 días hasta que efectivamente se concrete
el default, la frontera definitiva se corre al 30 de julio.
Esto le da
automáticamente a Guzmán desde el lunes, un plazo lo suficientemente amplio
como para poder negociar con mayor tranquilidad con los acreedores; algo
fundamental para los tiempos que se vienen. En este período de discusiones, las
partes tienen que debatir cómo terminan de distribuirse las pérdidas por unos
u$s7.000 millones, el dinero que separa las ofertas y contraofertas que ya
están sobre la mesa para un acuerdo final. Se trata de discusiones de
relojería, donde cada avance de cada una de las partes y cada dólar que una le
reconozca a la otra implica un dólar más que deberá pagar la Argentina o que
cederán los bonistas. Estos dos meses y 10 días servirán para que cada capítulo
a discutir (quita de capitales, nivelación de intereses, pagos de cupones,
legislaciones de salvaguarda, etc), puedan ser debatidas con mayor
tranquilidad, con un tic tac más lento que el que Guzmán tenía hasta hoy.
La fecha del 30 de
julio es el límite, inamovible que tendrán el ministro y el Presidente para
alcanzar el acuerdo que evite el default y deje cerrada la alternativa de abrir
puerta de los tribunales del segundo Distrito Sur de Nueva York. A
diferencia de lo que ocurre con el vencimiento del viernes de los Global 21, 26
y 46 por unos u$s503 millones, el diseño de los Discount que vencen en junio y
cuyo plazo de gracia de pago termina en julio, señala que si el país no paga,
los acreedores tienen 100% habilitada la posibilidad de avanzar en juicios por
miles de millones de dólares contra el país en el juzgado de Loreta Preska. La
diferencia entre los Globales y los Discount, en cuanto a las posibilidades reales
y rápidas de litigar contra el país son claras.
Como adelantó ayer
este diario, casi toda la deuda a renegociar emitida durante el gobierno de
Mauricio Macri incluye una cláusula antibuitre que dificulta y traba la
posibilidad de avanzar en un juicio contra el país, aún en default. Para poder
litigar ante una situación de deuda impaga, y si los bonistas quisieran avanzar
en litigios, no lo podrían hacer hasta después del vencimiento de los títulos;
ni ejecutarlos de manera individual, sino de manera colectiva. Y bajo la
representación del Trustee/Bondholder Rerpresentative (Comisario de la
emisión). Además, y según la misma cláusula, si se avanzara en un juicio
individual, en el caso que el acreedor triunfara, el dinero que reciba deberá
coparticiparlo en el resto de los tenedores de deuda que también se hayan
presentado en el litigio. Así, solo si todos los tenedores de esa deuda se
presentaran a reclamar en el tribunal de Preska, recibirían el 100% del dinero
que reclaman. Ante este panorama, sólo un default generalizado justificaría la
apertura de los tribunales para reclamar por la deuda emitida desde el 2016 en
adelante.
No es el caso de
los Discount, y de toda la deuda lanzada durante el gobierno de Néstor Kirchner
luego del default de 2001. Como la Argentina comprobó durante el “juicio del
siglo” contra los fondos buitre, no hay cláusula o salvaguarda en la emisión de
toda esta deuda que proteja al país de los juicios inmediatos en los tribunales
del segundo Distrito Sur de Nueva York. Más teniendo en cuenta que el fallo de
Thomas Griesa en contra del país dejó una jurisprudencia contraria para toda la
deuda emitida durante el kirchnerismo, con lo que cualquier simple presentación
ante un default argentino derivaría en una aceleración de las causas ante
Preska, no sólo correspondientes a los pagos del Discount, sino del bono Par,
también emitido durante el gobierno de Néstor Kirchner. En total, la deuda que
podría reclamarse llegaría a los u$s8000 millones, curiosamente casi el mismo
monto que alcanzó el “juicio del siglo”. La denominación real del Discount es
Títulos Discount en Dólares Estadounidenses Regidos por la Ley de Nueva York
con Vencimiento en Diciembre de 2033, y su nombre de batalla en el mercado de
capitales es el DICYD y paga intereses por 8,28%. Se liquida cada 30 de junio y
30 de diciembre. La propuesta original de Guzmán para canjearlo es la emisión
de un título con vencimiento en 2039, que comenzaría a pagar intereses del 0,6%
en el último trimestre de 2023, ascendiendo a un 1,75% entre 2024 y 2025; 4%
entre 2026 y 2027 y 4,5% desde 2028. Desde 2029 se harían 11 liquidaciones
de capital anuales hasta terminar el ciclo en 2039. Obviamente fue una de las
opciones más rechazadas de toda la propuesta original de Guzmán, y donde más se
está trabajando hoy con los acreedores para conseguir un acuerdo. Los tenedores
del Discount, además de mejoras sustanciales en los intereses (quieren 4,5%
plano en toda la serie y liquidaciones de capital anticipadas), exigen un cupón
PBI entre 2021 y el primer pago de 2023. Economía la rechazó de plano y se
espera que desde el Excel de Guzmán aparezca una nueva oferta.
Sabe el Gobierno
(se lo advirtieron los abogados del estudio Cleary Gottlieb Steen &
Hamilton), que debe ser algo más generoso que el resto de los bonistas (los
tenedores de deuda emitida bajo la gestión Macri), ya que se necesitaría un
aval del 88% para que la aceptación quede firme. Y que un juicio de estos bonos
K emitidos para salir del default de 2001 sería sumarísimo.
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