Por Román Lejtman - Alberto
Fernández tiene que despejar tres interrogantes a pocos días de la expiración
de la oferta presentada a los acreedores privados que invirtieron
66.000 millones de dólares en títulos soberanos de la Argentina. Y cómo despeje
estas dudas, así ejecutará la estrategia de negociación que diseñó junto a su
ministro de Economía, Martín Guzmán.
Esos interrogantes
del Presidente se vinculan a los efectos económicos y financieros de un
eventual default, cuánto se puede flexibilizar la propuesta oficial sin
romper los acuerdos de sostenibilidad de la deuda con el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y si se sentará a negociar con los bonistas para esquivar
una demanda multimillonaria contra la Argentina en los tribunales de New York.
Alberto Fernández no tiene intenciones de caer en default y apuesta a una negociación de buena
fe con los acreedores privados. Sin embargo, el jefe de Estado no
descarta esa posibilidad ante la reticencia de los bonistas para acercar una
propuesta que permita encontrar una ecuación de pagos que satisfaga los
intereses de ambas partes.
En Olivos se monitorea
la evolución del dólar blue, y la escalada de las últimas horas -llegó a 138
pesos ayer al cierre- se la vincula a la incertidumbre económica atada a la
negociación de la deuda externa. Entonces, el cálculo político es
fácil de explicar: cuánto más se
devaluaría la moneda nacional, si el próximo 22 de mayo no se pagan USD 503
millones por intereses del bono Global, y el país se declara en default.
Martín Guzmán
asegura que el tipo de cambio se ajustará por el índice de inflación, pero ya
es obvio que habrá un corrimiento de precios basado en la diferencia de la
cotización oficial del dólar y el paralelo. Y eso llevaría a una suba de
los precios de la canasta familiar, al incremento de los niveles de pobreza y a
la imposibilidad de los empresas a enfrentar sus deudas privadas en dólares.
Alberto Fernández asume la complejidad de un eventual default vinculado a
un fuerte stress de la economía nacional y la precaria situación social, y ya está buscando otras alternativas que
impliquen presión sobre los fondos para acercar posiciones y lograr un borrador
de acuerdo antes que venza la oferta el próximo 22 de mayo.
“Aún estamos
lejos. Nosotros proponemos una quita de 70.000 millones de dólares. Y los
bonistas quieren que esa quita no exceda los 35.000 millones de
dólares. Se trata de plata, se negocia por plata, y se va resolver cuando
se arreglen los montos de la plata que finalmente vamos a pagar", explicó
a Infobae un
integrante del gobierno que conoce los detalles de la negociación.
Alberto Fernández
y su ministro de Economía diseñan una arquitectura financiera que respete los
acuerdos sobre sostenibilidad de la deuda que se negociaron con Kristalina
Georgieva, directora gerente del FMI. Y a su vez, obligados por la ausencia de consenso con los acreedores privados, el
presidente y Guzmán tienen que encontrar una formula que acerque posiciones y
deseche la hipótesis del default selectivo.
Todas las
variables están bajo consideración: suba de los intereses a pagar, reducción
del período de gracia, eliminación de la quita de capital y un premio atado al
bono. Pero esta arquitectura financiera tiene un límite que sólo Alberto
Fernández puede empujar: los informes de sostenibilidad de la deuda que
publicaron la Argentina y el FMI para sostener la oferta que se hizo a los
bonistas de Wall Street.
Guzmán explicó que
Argentina sólo pagará 300 millones de interés en noviembre de 2023. Esa cifra
no es un hecho casual y responde a la relación de Producto Bruto Interno (PBI)
y pago sostenible de la deuda que se acordó entre la Argentina y el FMI. El staff del Fondo -liderado por
Georgieva- fijó las reglas del juego, y continuación Alberto Fernández y su
ministro de Economía cerraron el círculo sobre los acreedores privados.
En este
contexto, el jefe de Estado y
Guzmán deberán negociar una reforma de las condiciones sustentabilidad de la
deuda fijadas por el FMI, si estiran los montos a pagar para cerrar un
acuerdo con los bonistas. No sería una circunstancia inédita: sucedió en la
crisis de la deuda de Ucrania, que finalmente logró una quita de 3.800 millones
de dólares, 4 años de período de gracia y un pago de intereses anual.
“Si implica una
operación de deuda definitiva, tiene una contribución apreciable de los
acreedores privados, y de verdad no complica la sostenibilidad de la
deuda, creo que se autorizaría la
ampliación de las condiciones ya previstas”, explicó a Infobae un funcionario del Fondo
que participó de las negociaciones con Ucrania.
Guzmán está en
contacto permanente con Georgieva, y asume que avalará correr una proporción
razonable los límites de la relación PIB-Deuda Externa, si ello contribuye
a acordar con los acreedores privados y escapar de un default multimillonario.
Alberto Fernández
respalda como único negociador" a Guzmán. Pero el ministro de
Economía tiene un problema irresoluble: los acreedores privados desconfían de
sus métodos, y más aún cuando decidió revelar la primera oferta presentada por
BlackRock para resolver la crisis de deuda.
El presidente ya
escuchó las críticas de los fondos, y no se cansa de repetir adentro y afuera
de Olivos: “Martín está a cargo. Y
nadie más”.
Los embates de los
bonistas esconden su propia crisis de representación. No es casualidad que haya tres conglomerados
distintos y no es una estrategia deliberada que hayan llegado a Guzmán
distintas propuestas redactadas en New York y Londres.
Esta disparidad de
oferta y de mandatarios, responden a un hecho puntual: los acreedores privados
tienen distintos títulos soberanos, y esa diversidad marca las condiciones de
las contraofertas que ya se remitieron al Ministerio de Economía. Todos
piden menos quita, y más intereses. Pero son propuestas heterogéneas desde su
arquitectura financiera y es muy difícil completar un rompecabezas que cotiza
66.000 mil millones de dólares.
Desde esta perspectiva,
Alberto Fernández se sumaría a la mesa de negociación cuando se hayan terminado
los tironeos entre los bonistas, Guzmán pueda replicar con una oferta pulida
sin violar los límites fijados por el FMI, y el deadline sea inminente e impostergable.
La fecha oficial
de cierre, es el 22 de mayo. Sin embargo, pueden plantearse tres
situaciones diferentes:
1. Default por
ausencia de acuerdo.
2. Extensión
del plazo de negociación
3. Declarar
desierto el canje para formular una nueva oferta que refleje el acercamiento
con los acreedores privados.
Antes de ejecutar
cualquiera de las tres variables, el presidente agotará todas las instancias
frente a los bonistas de Wall Street. Néstor Kirchner (2005) y Cristina
Fernández de Kirchner (2010) participaron de las negociaciones para cerrar los
canjes con los acreedores privados, y Alberto Fernández está dispuesto a repetir esa experiencias políticas.
Quedan siete días. Y el reloj corre. Tic tac.
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