Por Martín
Kanenguiser - La negociación de la deuda está más cerca de cerrarse
luego de las propuestas que les transmitieron los acreedores privados al
Gobierno, en un contexto de lógico hermetismo de ambas partes.
El equipo económico
quiere cerrar este capítulo en forma prolija, pero rápida, para poder esbozar a
fines de este mes cuál será la agenda de políticas públicas más allá de la
deuda, según fuentes oficiales.
El día elegido para
dar a conocer esa estrategia de mediano plazo, si se cerrara este acuerdo de la
deuda, sería el 25 de mayo, fecha patria y de importante significado en la
historia del oficialismo, ya que ese día, hace 17 años, Néstor Kirchner asumía
la presidencia.
En este sentido,
algunas señales las brindará hoy el ministro Martín Guzmán, cuando hable
en forma virtual ante el Council on Foreign Relations, ante inversores y
analistas.
Es posible,
arriesgaron fuentes privadas, que el funcionario tenga un discurso menos
combativo que el que desarrolló la semana pasada en el seminario virtual
de la Universidad de Columbia, cuando todavía el canje no había fracasado.
En tanto, fuentes
de los grupos de bonistas indicaron a Infobae desde Nueva York que
“se está cerrando un acuerdo”, aunque no quisieron brindar precisiones de los
nuevos términos de la oferta ni de los plazos del acuerdo, luego del fuerte
rechazo que cosechó el primer canje, superior al 80 por ciento.
Algunas cosas sí
dejaron en claro:
-La contraoferta
debe ser manejada con absoluta confidencialidad por el Gobierno, luego de que
el Ministerio de Economía filtrara la semana pasada la propuesta preliminar de
BlackRock, el principal fondo inversor de Wall Street. Debe haber un
compromiso por escrito en este sentido.
-Este es el momento
de negociación entre los diferentes grupos de acreedores -los que tienen
bonos 2005 y 2010 y los que tienen títulos del 2010- para compatibilizar una
sola oferta, tal como lo reclamaran el presidente Alberto Fernández y
el ministro. Los primeros ya reclamaron no sufrir una doble quita.
-El punto más
relevante en el que el Gobierno debe ceder es en el no pago de intereses
durante 3 años. Al menos, debe otorgarles un cupón por estos intereses
devengados y, de máxima, algún pago en efectivo, más difícil de imaginar.
-Nadie quiera
hablar de cifras, pero en el sistema financiero juran que la diferencia
entre ambas partes no supera los 10 dólares.
-El acuerdo de
extensión de plazos (standstill), es difícil de acordar en poco tiempo, pero
aparece como la mejor solución para negociar “con un paraguas”, es decir, sin
amenazas de juicios, durante algunos meses.
Desde el sábado
pasado, luego de que el Presidente le ordenara negociar al ministro, se
sucedieron los contactos y las contraofertas llegaron en forma desordenada,
pero llegaron. No está claro si se cerrará un trato antes del 22 de mayo,
cuando el Gobierno debe pagar unos 500 millones de dólares en bonos globales.
Algunos banqueros
afirman que la diferencia entre ambas partes es escasa: los bonistas piden
55 dólares de valor presente neto y el Gobierno ofrece 47, con una tasa de
salida del 10 por ciento.
“Estoy mucho más
positivo que hace una semana porque al Gobierno le cayó la ficha luego del
canje y el Presidente entendió que tiene que negociar y acordar. El lenguaje
verbal y corporal de ambas partes es en favor de un acuerdo, no de una pelea”,
expresó el ejecutivo de un banco internacional.
No resulta fácil,
acotó, que los bonistas se pongan de acuerdo entre sí, porque en todas las
negociaciones soberanas, el deudor negocia antes de hacer un canje, no después,
ni deja a sus acreedores la responsabilidad de que formulen una propuesta. Que
los abogados y asesores financieros de tres comités de bonistas se pongan de
acuerdo, obviamente, tampoco es sencillo.
Los bonistas y el
Gobierno prefieren seguir jugando en las esquinas y asegurar que la distancia
es mayor a los 10 dólares, aunque sin dar otras precisiones.
Pero el clima que
predomina en el exterior sigue siendo constructivo, aunque la provincia de
Buenos Aires haya caído en default ayer y que varios fondos tengan bonos
de ambas jurisdicciones.
Hay dos cuestiones
que se discuten en forma simultánea: cómo se compatibiliza la propuesta para
los bonistas que ya sufrieron una quita en 2005 y 2010 con la de los que tienen
bonos del 2016; y cuáles serán las concesiones finales que hará el
Gobierno, más allá de su discurso de barricada, para no mostrar un acuerdo como
si fuera una derrota política.
Los negociadores
más experimentados esbozan una sonrisa cuando escuchan estas posturas extremas y
afirman que la decisión de no acordar en este contexto solo podría basarse en
una cuestión ideológica o en cálculos políticos, pero no en las diferencias
técnicas.
Los hombres del
sistema financiero más cercanos a Presidente le han subrayado que, con ligeras
concesiones, puede llegar a un acuerdo y recuperar la iniciativa en temas más
proactivos.
A la vez, un
acuerdo le permitiría al Gobierno suavizar la actual suba del tipo de cambio
paralelo, que cada día agranda más su brecha con el oficial, con un efecto
todavía imprevisible sobre la estabilidad del sistema financiero local.
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