Por Carlos Burgueño - Terminada -aparentemente-
la etapa de la épica, comenzó el domingo por la noche el tiempo de hablar de
porcentajes, quitas, mejoras, números, comisiones y costos de abogados. La
comunicación con algunos de los bonistas del exterior
pareciera estar avanzando. Aunque aún las partes están muy lejos de un
acuerdo, el Gobierno y los acreedores con deuda emitida bajo
legislación internacional ya hablan un idioma similar y hasta concuerdan en
algún tipo de acercamiento.
Por ahora, y pese a
que hay diálogo directo, las comunicaciones serias se dan con intercambios de
videollamadas donde el banco Lazard es el principal conector. La foto a
anoche era la siguiente. En términos porcentuales, la Argentina ofreció un
combo de 12 bonos que representan un Valor Presente Neto (VPN) de 39,5%;
porcentaje que podría subir con varios cambios primarios a un 41%, sólo
reinterpretando la oferta presentada ante la Security and Exchange Comission
(SEC). La oferta original presentada en abril por BlackRock (que fuera
publicada hace una semana desde el Ministerio de Economía), planteaba ese
porcentaje en un 60%.
La oferta que en
estos días está preparando el trío de agrupaciones que representa a un 40% de
los bonistas, rebaja ese nivel a un 50%. Como esta presentación será rechazada,
lo que se espera es que la segunda oferta diseñada en los laboratorios de Excel
del Ministerio de Economía de Martín Guzmán llegue
a un 45%. La distancia entonces estaría en 10 puntos porcentuales de
diferencia para llegar a un acuerdo entre el país y los bonistas. Será en
ese momento donde las partes deberán demostrar que, en serio, están actuando de
buena fé y que deberán partir las diferencias cerrando un acuerdo con una quita
aproximada que represente un VPN de aproximadamente 50%. En ese
momento habrá fumata. Si no se llega a un porcentaje de ese nivel, no habrá
acuerdo y, salvo decisión de último momento de Alberto Fernández que
lo evite, el default será un hecho. Sin embargo, y por el clima que
se vive en las negociaciones desde el domingo por la noche (cuando retomaron
los diálogos con tonalidades amistosas y profesionales), esta situación podría
evitarse. En concreto, lo que debería modificarse para llegar a un porcentaje
de entre 45% y 50% de VPN se mide en cuatro capítulos separados o cruzados.
Quita de
capital. Si bien desde Economía hay hermetismo, se especula que
podría ser el primero de los temas donde la Argentina podría ceder. La
oferta original de Guzmán habla de una reducción en el capital reconocido de un
5,4%; porcentaje que podría reducirse o, eventualmente, eliminarse. Sería lo
primero que aceptaría ceder Alberto Fernández, quien tiene antecedentes de
pensar de esta manera. De hecho, en abril de 2019 (en tiempos en los que ni
siquiera era candidato por la oposición pero sí embajador de Cristina Fernández
de Kirchner para dialogar con los acreedores) el ahora Presidente se encontró
en una oficina de un operador financiero con referentes de varios fondos de
inversión, entre ellos BlackRock, y habló sin eufemismos de renegociar la
deuda. En el aire se mencionó en ese encuentro sobre las condiciones
generales de esa negociación, y el propio Fernández lanzó un período de gracia
sin pagar y una reducción drástica de intereses, a cambio del mantenimiento del
capital adeudado. En aquellos días preelectorales, el actual Jefe de
Estado consideraba a la gente de BlackRock como un potencial referente para
eventuales negociaciones futuras. Luego, con el tiempo y ya con la oferta de
Guzmán sobre la mesa, una muy mala reunión vía teleconferencia entre el
ministro y el fondo de inversión más grande del mundo (donde incluso se
deslizaron maldiciones políticas al actual Gobierno), la relación se enturbió.
Ahora, con el profesionalismo latente, se espera que el diálogo vuelva.
Reconocimiento de
cupón PBI. Es de lo primero que siempre reclamaron los bonistas, que
consideran la posibilidad de atar algo de su suerte y la de los cobros de sus
deudas a la evolución del crecimiento de la economía argentina. Los
propietarios de esos bonos saben la historia, positiva, que tuvieron en las carteras
de los inversores quienes aceptaron el cupón PBI que lanzó el gobierno de
Néstor Kirchner en el canje de deuda de 2005 y quieren, al menos en parte,
repetir la historia. En el Gobierno se confía en que la reconstrucción de la
economía argentina será positiva y no quieren comprometer dólares de ese
quimérico resurgimiento con los bonistas. Sin embargo, en las oficinas de
Guzmán, se sabe que sería el “endulzante” mas efectivo para acercar
porcentajes.
Tiempo de inicio de
los pagos. Los bonistas creen que si los pagos comienzan en 2022 y no a
fines de 2023, podría haber mayores posibilidades de aceptación. O si, al
menos, se pudieran negociar pagos parciales hasta aquel último trimestre del
2023, donde el Gobierno pagará unos u$s300 millones, iniciando el cronograma de
liquidaciones de deuda comprometidos en el cronograma de Guzmán. El ministro
considera que esta alternativa es innegociable, ya que fue lo primero en lo que
cedió el Gobierno para que la oferta original (y fallida) tenga condimentos agradables
para los acreedores. Siempre se menciona en el oficialismo, que no era un
secreto que el plan primario era que los pagos comenzaran en 2024, cuando otro
gobierno (o este mismo reelegido) estuviera en la Casa Rosada.
Intereses
reconocidos. Es el punto más complejo y el más difícil de
negociar. La propuesta original tiene este capítulo como el corazón de la
quita, se habla de un mix ascendente de intereses, con una reducción de pago de
u$s37.900 millones equivalente a una quita del 62%. En 2023 los bonistas
recibirán un interés del 0,5% que con el tiempo se transformará en un promedio
de 2,33%. Los acreedores reclaman una mejora en estos pagos, pero están
divididos entre sí. Los tenedores de deuda de corto plazo (con bonos que vencen
en 2030), no creen que necesiten mayores cambios; mientras que los que poseen
deuda de largo plazo están indignados con la quita y la mistura de pagos que
propuso Argentina. Será el punto donde más habrá que discutir la letra fina en
una eventual negociación de buena fé.
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