Por Carlos Burgueño
- No los convenció la amenaza constante y hasta último momento sobre lo pétrea
que sería la oferta original elaborada en los laboratorios del Ministerio de
Economía de Martín Guzmán, respaldado siempre y hasta
las últimas circunstancias por el propio Alberto Fernández. Tampoco el
apoyo de casi toda la clase política a pleno que logró el Gobierno durante el
proceso que se inició el 22 de abril, cuando el país dejó de pagar los
vencimientos del Global por u$s503 millones. Tampoco los asustó el respaldo
público y explícito del Fondo Monetario Internacional (FMI), incluyendo a la
propia Kristalina Georgieva. Menos los asustó que el papa Francisco haya
intervenido personalmente y hasta organizado un seminario para sostener la
posición argentina. Ni se inmutaron cuando la semana pasada un grupo importante
e influyente de economistas heterodoxos, más algún que otro ortodoxo a nivel
mundial, dueños de los más prestigiosos y actuales papers sobre economía en
tiempos modernos; firmó una clara y directa solicitada recomendándoles que
adhieran a la propuesta argentina. Mucho menos se tomaron en serio la
advertencia con nombre y apellido de Jeffrey Sachs amenazando con una crisis
endémica internacional si no aceptaban la oferta. En síntesis, los más
importantes tenedores de los aproximadamente u$s68.000 millones de deuda en títulos
públicos emitidos bajo jurisdicción internacional que el país quiere
renegociar; supieron jugar con destreza la primera partida del “Póker de
Mentirosos”. Y, así, ganaron el primer movimiento. Esto quiere decir que
aventajan a su adversario, pero que de ninguna manera han vencido la partida.
Incluso, saben los dos contendientes del match, que no necesariamente puede
haber en un póker de este nivel un vencedor que se declare ganador en 100% y un
vencido como tal. En este tipo de juego, en el más alto nivel internacional,
hasta puede haber empates.
Todo
indicaría que esta tarde, el Ministerio de Economía recibirá la confirmación
que la aceptación al canje según los tiempos originales que vencieron a las 17
horas de Buenos Aires del viernes pasado, que no se logró el 75% de adhesión a
la propuesta. Ni siquiera combinando las martingalas cruzadas que se
diseñaron para atrapar mayorías en diferentes bonos. El resultado final se
conocerá hoy, y dependerá de la decisión de Alberto Fernández si se hace o no
público. Ya hay una tendencia definida: la propuesta terminó en fracaso. El
porcentaje que circulaba el sábado por la mañana en despachos informados
(públicos y privados), habla de entre 18,5 y 18,8% de aceptación; nivel que
podría mejorar hoy con los últimos cómputos, pero que define una perfomance
para el olvido. En términos futbolísticos, algo parecido al 4 a 0 con que
Alemania venció a la Argentina en el mundial de Sudáfrica, el 3 de julio de
2010. En aquella históricamente triste tarde de domingo el fútbol organizado de
los europeos venció a la improvisación, y pese a que se creía que se llegaba al
match con el mejor equipo del planeta; hubo un factor clave que explicó la
victoria alemana: haber copado el medio campo y cortar así el circuito ofensivo
de la selección de Diego Maradona con Lionel Messi en la cancha. En el match
que culminó el viernes, la gran jugada de los fondos de inversión fue haber
cortado el circuito de información entre el gobierno y los bonistas, y haber copado
la intermediación entre los acreedores. Dicho de otro modo: los bonistas
estuvieron organizados desde el comienzo, en plena comunicación interna; y,
pese a las diferencias según las posesiones de bonos, permanentemente actuaron
en coordinación con una certeza: los fondos internacionales rechazarían la
propuesta; sabiendo que contaban con más del 75% de las tenencias, y que así
harían fracasar la oferta elaborada por Guzmán. Actuaron en todo momento
convencidos que el Gobierno no aceptaría caer así nomás en un default, que
necesariamente habría otras instancias negociadoras, y que la fecha límite del
8 de mayo era sólo un primer mojón. Y que en consecuencia, habría una mejora.
Aunque sea mínima, podrían haber condiciones mejores a las originales de
Guzmán. Si bien ninguno lo hizo público, los fondos de inversión BlackRock,
Pimco, Fidelity y Ashmore, consideraron que su estrategia ya había dado
resultado cuando el jueves pasado el propio Guzmán declaraba ante la agencia
Bloomberg que estaba dispuesto a escuchar una contraoferta de parte de los
bonistas. El convencimiento que la estrategia era la adecuada se confirmó en un
momento clave del primer match del “póker”: BlackRock ni se inmutó cuando desde
Economía se publico una oferta de abril pasado, en principio, confidencial.
Tampoco cuando el jueves el propio Sachs le dedicó unas palabras a Larry Fink,
el legendario mandamás del fondo de inversión.
En
todo momento los fondos de inversión mantuvieron la sangre fría y el
máximo profesionalismo sobre la mesa, convencidos que la estrategia de la
acción coordinada traería resultados positivos. Lograron así el primer triunfo.
Pero desde hoy la partida continúa. Y las cartas serán repartidas durante la
semana por los propios fondos que deberán realizar una contrapropuesta
coherente, y que milite dentro de los límites reales de “sustentabilidad” que
reclama el Gobierno. Por lo que se sabe, las ideas con las que trabajan los
acreedores pasan por las siguientes líneas de reclamos. La evaluación de un
pago extra sobre el crecimiento argentino desde 2023 (estilo cupón PBI o
similar), dejar de lado 100% la quita de capital de 5,4%; el reconocimiento de
algún tipo de interés durante el período de gracia hasta el 2023, algún tipo de
resarcimiento para el Bono Global cuyo vencimiento comenzó a correr desde el 22
de abril, y un primer pago simbólico de cupón en 2022 o a comienzos de 2023. En
principio, según lo que declaró ayer Guzmán a Bloomberg, todos estos capítulos,
juntos, combinados o solos, podrían discutirse. Hay dos puntos en los que el
Economía no está dispuesto a ceder. El primero es la aplicación de la cláusula
RUFO, especialmente para los vencimientos posteriores al 2047. El segundo es
que se elimine la cláusula que permite la reasignación de resultados en la
aceptación una vez terminado el canje. Según Economía, si la intención de los
bonistas es cerrar un acuerdo negociando de buena fe, no se enciende que
busquen eliminar una cláusula que lo que busca es mantener posibilidades
ciertas de defensa jurídica ante eventuales juicios en Nueva York. Otra vez, el
“Póker” en su máxima expresión.
Todo
será justamente rechazado por Guzmán y su gente. Y los privados lo saben. Lo
que vendrá luego, o al menos eso esperan los acreedores, es entonces una
segunda oferta oficial del Gobierno argentino, que sería la plataforma para,
ahora sí, llegar a un acuerdo. Siempre se dependerá igualmente de la decisión
política final de Alberto Fernández. Todo tendrá que estar cerrado antes
del 22 de mayo, salvo que el gobierno pague los u$s503 millones del Global, y los
plazos vuelvan a extenderse.
El
Presidente será entonces quién tenga que tomar dentro de los próximos 10 días
una posición crucial e histórica, y por la que se recordará su performance como
jefe de Estado: si el país acuerda o no con los privados. El principal riesgo
no es el default, sino una consecuencia peligrosísima de caer en esta
situación: que la no aceptación de la propuesta genere una nueva ola de
demandas en los tribunales del Segundo Distrito Sur de Nueva York, donde el
país ya tiene la jurisprudencia de haber pedido el “Juicio del Siglo” contra
los fondos buitres; y donde la reiteración de faltas es multada con dureza.
Dicho de otra manera, si la causa que comandó Thomas Griesa demando algo
más de seis años en resolverse; un nuevo juicio contra el país por sus bonos
impagos, tendrá una duración mucho menor y el país se verá obligado por las
leyes norteamericanas a pagar la totalidad de la deuda que hoy debe negociar,
más intereses y punitorios y, obviamente, sin quitas. Estos u$s68.800 millones
se transformarían por arte de magia legal, en más de u$s80.000 millones de
deuda. Que esto suceda, y una vez que se abra la negociación, todo
dependerá de una decisión casi inmanejable para el Gobierno y que surgirá de un
estado de ánimo hoy bombardeado en su integridad: el humor de los principales
tenedores de la deuda a reestructurar, y su voluntad de esperar o no a la
Argentina en medio de una catástrofe financiera internacional de dimensiones
épicas. Alberto Fernández se tiene fe. Hacia adentro de su gabinete más cercano
afirma que podrá repetir la experiencia más importante que vivió como jefe de
Gabinete de Néstor Kirchner durante el 2005 y 2006. En esos tiempos el ahora
presidente protagonizó el que quizá haya sido el más importante y profesional
acto económico de la gestión kirchnerista en términos financieros, al salir del
default en una dura negociación que terminó con el canje de deuda más
importante de la historia mundial, al menos hasta ese momento. Vivió Fernández
como se desplegaba una estrategia de pinzas sobre los acreedores, a partir de
presionar con una oferta imposible de aceptar en un principio, pero que en un
momento clave se mejoró y se convirtió en viable para la mayoría de los
acreedores; lográndose un acuerdo que le posibilitó al país presentar un canje
exitoso. Sabrá el Presidente desde hoy si quiere repetir la historia.
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