Por Juan Gasalla - Las restricciones
cambiarias permitieron al Banco Central operar con comodidad sobre el dólar, en
un escenario económico muy complicado por la recesión y la elevada inflación.
Ya desde mediados
de agosto, pasado el shock financiero por las PASO, la autoridad monetaria
regula a diario una suba leve y escalonada del tipo de cambio oficial, que en
el umbral de 60 pesos por dólar dejó un “colchón” de competitividad cambiaria
que estiró su efecto por nueve meses.
El problema es
que la estabilidad cambiaria forzada por el estricto control de cambios
empieza a acumular costos crecientes, que no impactan en el presente si no en
el futuro y deterioran las expectativas de los agentes económicos. En este caso
destacan dos factores que empiezan a alterar este equilibrio precario: la
brecha y el atraso cambiario.
Cotizaciones
alternativas
La imposición de
restricciones al dólar genera la irrupción de las cotizaciones alternativas, a
través de las cuales inversores y ahorristas acceden a divisas por fuera del
control oficial. Con un dólar blue y paridades bursátiles en torno a los
120 pesos, la brecha con el dólar mayorista, sobre el cual actúa el BCRA y rige
las operaciones de comercio exterior, se amplió hacia un rango récord de
80 por ciento.
Una brecha tan
amplia, que implica de facto que el mercado proyecta un dólar que debería
costar casi el doble -pues está dispuesto a pagarlo a ese precio- mina las
expectativas.
Un emergente de
esta percepción es la baja liquidación de exportaciones del agro, cuando éstas
deberían incrementarse en el segundo trimestre del año, por una cuestión
estacional.
Las cámaras CIARA
y CEC informaron en abril una liquidación de USD 1.524 millones, para
acumular en el primer cuatrimestre de 2020 unos USD 5.017 millones, el monto
más bajo en una década. Este ingreso por exportaciones “no alcanzó para
abastecer la demanda sobre el dólar. Además, ante un precio de la soja bajo,
los productores prefieren mantener en silo bolsas lo cosechado hasta que se
llegue a un precio más conveniente o devalúe el dólar al que exportan”,
refirió Portfolio Personal Inversiones.
En cuanto a los
precios internacionales de los principales productos de exportación de la Argentina,
fueron los que mejor estuvieron resistiendo el declive provocado por el
deterioro de los volúmenes del comercio mundial, consecuencia del cierre
de fronteras y puertos por el coronavirus, aunque éstos fluctúan desde hace
cinco años en los valores más bajos desde 2006.
“Aquellas materias
primas que tienen como destino final la alimentación están ‘surfeando’ mejor la
crisis; en el primer cuatrimestre del año se observa un aumento del 3% en el
valor de la canasta que monitorea el Banco Mundial -15 productos-, aunque en
abril la canasta quedó en el mismo nivel de precios que el año pasado”, apuntó
el economista Juan Manuel Garzón, del IERAL de la Fundación
Mediterránea.
Un informe de Ecolatina explicó
que “si bien el tipo de cambio oficial es el que cobra relevancia a la hora de
pensar el impacto en la inflación, una mayor brecha producto de mayores
dificultades en la renegociación de la deuda o un eventual default, podría
generar presiones al alza. Además, la creciente emisión para financiar el
déficit fiscal alimenta las expectativas de devaluación, agregando presiones
sobre la nominalidad de la economía”.
Pérdida de
competividad cambiaria
La economía
argentina mantiene un tipo de cambio competitivo, según el Índice de Tipo
de Cambio Real Multilateral (ITCRM) que elabora el Banco Central, todavía
está diez puntos por encima de un nivel de equilibrio, estimado con una base
100 del 17 de diciembre de 2015, cuando la administración de Mauricio
Macri levantó el “cepo” anterior.
Sin embargo, el
dólar oficial empieza a perder posiciones. En los últimos doce meses acumuló un
incremento de 49% desde los $45,10 del 9 de mayo de 2019, con lo que casi le
empata a la inflación. Pero si la comparación se reduce al último
semestre, el aumento del dólar mayorista se acota a un 13% ($59,50 el 8 de
noviembre), frente a una inflación cercana a 18% en el período, que aventaja en
cinco puntos porcentuales a la devaluación.
De hecho, hoy
el ITCRM es inferior al que se observaba antes de las PASO. Y al tomar el
Índice de Tipo de Cambio Real Bilateral con Brasil, donde el dólar sube 42% en
2020, la apreciación real del peso es más significativa.
El economista Eduardo
Fracchia, del IAE de la Universidad Austral advirtió que “el nivel
del Tipo de Cambio Real promedio de abril resultó en una leve depreciación
respecto de marzo de 2020 en 1,3%”, aunque tres décimas por encima de diciembre
2010, considerado “base 1” en este cálculo. “Esto lo ubica un 9% por
debajo del promedio histórico enero 1959-abril 2020. Es decir, en promedio
histórico, el nivel actual registra una apreciación real”, afirmó.
Por el lado
monetario, Fracchia destacó la preocupación por la ya comenzada y
relevante emisión: “En marzo y abril la base monetaria crece al 40% mensual. No
hay crédito externo, tenemos pocas reservas y la reducción del gasto público es
prácticamente imposible. Esta emisión, si bien estamos en un contexto recesivo
que parecería deflacionario, va a ir a precios. El consenso es que tendríamos
una inflación superior a 60% anual y no se espera un alza desproporcionada de
precios”.
Este exceso de
pesos, producto de las necesidades fiscales para paliar la crisis económica y
social doméstica provocada por el coronavirus, también tiene su correlato en el
mercado de cambios, con una caída en el nivel de reservas internacionales.
“La fuerte presión sobre el dólar en la
segunda quincena de abril, implicó ventas por parte del BCRA por USD 801
millones de las reservas netas para contener al tipo de cambio. También
intervino en el mercado de futuros para bajar las expectativas sobre el precio
futuro del dólar. La brecha cada vez más alta le está jugando una mala pasada
al BCRA, donde vende cada vez más divisas en un escenario muy complejo, en el
que mantener un nivel de reservas considerable es fundamental”,
consideró Portfolio Personal Inversiones.
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