Por Liliana Franco
- “Puede haber
contraofertas en los próximos días, la negociación sigue”, afirmó el
presidente Alberto Fernández tras haber analizado con el ministro de
Economía Martín Guzmán el resultado de la aceptación de la propuesta argentina, recibida de parte de los
acreedores externos hasta el viernes pasado.
La
baja adhesión que despertó la iniciativa argentina abre un difícil camino de
negociación. En lo inmediato, el primer mandatario supervisa directamente las
mejoras en la oferta argentina que elabora el equipo oficial.
En paralelo, los
principales fondos de inversión se aprestan a presentar una “contrapropuesta”,
tal como anticipó Ámbito, que tendrá -según señalan- la fortaleza de haber
sido consensuada con la mayoría de los acreedores.
Son
cinco los temas sobre los que Economía trabaja para hacer más atractiva la
oferta. Una mejora pasaría por disminuir a menos de tres años el
plazo durante el cual la Argentina prevé no pagar ni capital ni intereses,
según la propuesta original. Este es uno de los puntos más resistidos por
los bonistas a punto tal que le
hicieron saber al gobierno que “en estas condiciones es más conveniente ir
a juicio”.
La
contraoferta argentina contemplaría también la cuestión de los intereses
acumulados durante el periodo de gracia como así también la
posibilidad de elevar el porcentaje del cupón.
Otro
aspecto sería eliminar la quita de capital -en promedio de 5% de
acuerdo a la oferta argentina-. Por último, también se evalúa otorgar un
incentivo atando el rendimiento de los bonos al crecimiento del PBI. Este
último aspecto es el que menos interés despierta entre los acreedores, según
señalaron a Ámbito. Cabe recordar que las proyecciones macroeconómicas del
Ministerio de Economía, contempla un crecimiento de 1,7% anual hasta fines
de la década.
Voceros
de los bonistas señalan que para que exista un acuerdo es necesario que la
oferta argentina se acerque a un valor cercano a 60%, usando una tasa de
descuento del 10% anual. Aplicando el mismo criterio, la propuesta oficial
ronda el 40%. “Lo lógico sería que ambas partes se acerquen a
50%”, estiman quienes siguen de cerca las negociaciones.
En
estos círculos se evalúa que vencido el plazo impuesto por el país para la
recepción de las ofertas, la baja aceptación debilita la posición negociadora
de Argentina.
“Ahora
el país negocia con el tiempo en contra ya que caería en default si no hay
arreglo antes del 22 de mayo”, afirman. Al respecto, analistas internacionales
señalan que Argentina “perdió un tiempo precioso” y evalúan que ningún país
debería caer en default por una deuda que representa sólo 20% del PBI.
“Guzmán
no aprovechó para hacer una oferta razonable cuando se estaban cayendo los
títulos argentinos ante la incertidumbre por el cambio de
gobierno”, sostienen especialistas en mercados. “Tampoco sacó ventaja del
derrumbe de los mercados tras la irrupción del coronavirus, siempre se mantuvo
inflexible y no tomó en cuenta otras posibilidades”, señalan.
El mal
vínculo entre acreedores y el titular del Palacio de Hacienda llevó a que
representantes de los bonistas buscaran otros interlocutores dentro del
gobierno. Por esta razón fue que Alberto Fernández tuvo que salir a ratificarlo
como “único” negociador.
La
tensión se acentuó, comentan, tras la insólita difusión por parte del
Ministerio de Economía de la propuesta elevada de manera reservada por el fondo
de inversión Black Rock.
Es
más, se dice que hace una par de semanas los bonistas querían hacer llegar una
contrapropuesta pero no “encontraron un interlocutor confiable”.
Puertas
adentro del equipo del Palacio de Hacienda también hay
diferencias. Lisandro Cleri dejará de comandar la Unidad para la
Reestructuración de la Deuda en moneda extranjera, según pudo
confirmar Ámbito.
Su
salida se vincula a las diferencias que tiene con el secretario de
Finanzas, Diego Bastourre. La renuncia también se relaciona a la falta de
recepción de sus iniciativas por parte del ministro Guzmán, según deslizan en
los pasillos del Ministerio de Ecónoma.
Fracaso
La
estrategia de Guzmán en la negociación de la deuda no tuvo el resultado
esperado. En este contexto, no parece casual que el presidente Fernández haya
sido el primero en señalar públicamente que las “negociaciones siguen”,
ratificando que tendrá la última palabra al momento de cerrar la
restructuración.
En el
escaso tiempo que media hasta el 22 de mayo, tanto el país como los bonistas
intentarán llegar a un acuerdo ya que el default parecería no convenirle a
nadie (salvo los fondos “buitre”).
El
problema es que, si para esa fecha no existiera al menos un principio de
acuerdo, el gobierno se vería ante la disyuntiva de caer en default o tener que
pagar 500 millones de dólares por vencimientos de los bonos globales en momentos
en que las reservas escasean –las divisas líquidas rondarían los 11 mil
millones de dólares–.
La
economía caería esta año cerca del 7% según el relevamiento de expectativas de
mercado (REM), pero esta retracción sería mayor en caso de ir al default según
coinciden los economistas. De ahí que en medios empresarios se cifre la
expectativa que, aunque mas no sea a último momento, el propio Alberto
Fernández termine encontrando una salida para la renegociación de la deuda.
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