Por Claudio
Zlotnik - "Necesito que me digas cuándo voy a poder abrir. No puedo seguir
así. Este mes pagué los nueve sueldos de mis empleados con la ayuda de ustedes,
pero creeme que no puedo más. No me dan los números. Así como vamos, me
conviene cerrar y reabrir cuando sea, después que pase todo esto. Pero al menos
voy a poder dormir tranquilo. No le voy a deber a nadie ni se me va a seguir
agrandando la deuda".
El
monólogo -desesperado- fue pronunciado por uno de los socios de un reconocido
bar y restaurante de la zona sur del conurbano bonaerense. Lo escuchaba
el intendente, un cliente histórico del lugar. Ocurrió el
miércoles pasado. Luis (así se llama el comerciante) terminó con el barbijo en
la mano, en medio de la fatiga.
El intendente fue
uno de los que, durante la semana, se comunicó con el gobernador Axel
Kicillof para transmitirle historias como esas. Simples y dramáticas.
"A la gente hay que decirle cómo vamos a seguir. Darle un horizonte.
Un cronograma. Todos entienden las dificultades, pero así como vamos, ya
no da para más", cuenta el jefe comunal.
De eso se trata lo
que sucederá hoy viernes. Después de 50 días de confinamiento, flexibilizado de
hecho en las últimas jornadas, Alberto Fernández se aprestar a dar el
paso más audaz desde que, a mediados de marzo, ordenó la cuarentena obligatoria.
Bajo una gran
presión social y del poder económico, el Presidente decidirá -luego de un diálogo cara a cara con los asesores
sanitaristas- la nueva fase del aislamiento.
Condicionado
por una actividad económica que ya venía muy débil, pero que en las semanas de
pandemia registra una caída en vertical, Alberto F. dará luz verde para que
unas 1.000 grandes
industrias vuelvan a operar. Y que lo
mismo suceda con sectores comerciales tanto de la Ciudad de Buenos Aires como del conurbano.
Quedarán
exceptuados los centros comerciales y los restaurantes, salvo para que hagan
delivery o el denominado "take away".
En ambos casos
-industrias y comercios- habrá un protocolo estricto que tendrá que
cumplirse. En el caso de las industrias, el foco estará puesto en el transporte que
utilizarán los trabajadores para llegar a las plantas, y habrá una flexibilización
en los turnos para respetar la distancia social de los empleados.
Para los comercios
que reabran será necesario que el ingreso a los locales sea controlado.
Incluirá desde jugueterías hasta bazares y las cadenas de electrodomésticos. En
algunos casos será obligatorio sacar turnos antes de concurrir.
En
el conurbano, algunos intendentes idearon especies de "salvoconductos" para que por allí transiten los camiones que
se desplazan de una localidad a otra, con el objetivo de cargar mercadería. Por
ejemplo, materiales para la construcción destinados a la obra pública.
También analizan la
reapertura de la versión "auto" de los locales de comidas rápidas,
tipo "AutoMac". También, con un protocolo para que no haya contacto
entre comprador y vendedor.
El
jefe de ministros de uno de los intendentes más fuertes del conurbano se
sinceró, en diálogo con iProfesional: "Al principio era más fácil sostener
la cuarentena: la gente estaba asustada por lo que veía en
Europa. Y en las primeras semanas, nosotros teníamos muchas donaciones. En las últimas dos aflojaron, es lógico. Ayudaron todos, desde las
grandes fábricas de alimentos y
de productos de limpieza hasta
comerciantes. La única excepción fueron las cadenas de supermercados",
cuenta el funcionario.
Hasta acá también
se dio una inédita comunión política entre distintos sectores. Desde el lado de
los gobernantes, la disolución de la grieta entre la coalición gobernante, el
jefe de Gobierno porteño y el resto de los gobernadores de la oposición.
También hubo una
alianza indesmentible entre esos políticos de diferentes orígenes con los
empresarios y los referentes sociales. "Lo vi trabajando codo a codo
a Horacio Rodríguez Larreta con el dirigente Pitu Salvatierra",
cuenta un testigo de esa confraternidad obligada por el coronavirus.
Guardando la
"reserva" por si hay que retroceder
La idea de que
la cuarentena ha llegado a una necesidad de plasticidad es
compartida por quienes monitorean a diario el escenario político.
"Mayo
es el límite. Entre la gente, por ahora sigue preocupando más el coronavirus
que la situación económica. Pero percibo que ese escenario se dará vuelta una
vez que empiece junio", reflexiona el politólogo Lucas Romero,
director de la consultora Synopsis.
"Hay indicios
de un desacople entre la crisis económica y el impacto político de esa crisis,
que en gran medida es adjudicada a la pandemia", analiza Romero.
"Es como si
Alberto Fernández pudiera decir que se trata de la pandemia recibida, como si
fuera una herencia que le cayó encima", completa, en diálogo con iProfesional.
De
acuerdo con el último relevamiento de Synopsis, sólo a un 35% de la población
le preocupa más la situación económica que la propagación del virus. A pesar de
que un 60% de los consultados admitió que les han caído los ingresos en el hogar.
"La mitad de
los que dicen que hoy en día obtienen menos entrada de dinero conservan, a la
vez, una buena imagen de Alberto. Hay que tener en cuenta que uno de cada tres,
entre ellos, no lo votó al actual Presidente", refrenda Romero.
Sin embargo, el
politólogo asume que este escenario positivo en términos políticos para el jefe de Estado
tiene poco recorrido.
La idea que se
instaló en todos los estratos del Gobierno es que la cuarentena viene pegando muy duro en los ingresos de la
población, y que hay necesidad de flexibilizarla. Es lo que están a punto de
anunciar hoy mismo.
"Si comparamos
con un tanque de nafta, ya se consumieron dos tercios de combustible en los 50
días de cuarentena. Hay que
guardar nafta por si los números empeoran y hay que volver a pedirle a la gente
que vuelva a las casas a guardarse", explica Romero.
El director de
Synopsis también comparte la idea de que, hasta acá, la Casa Rosada puede
mostrar que ha cumplido con su objetivo de preservar la vida de los ciudadanos
por sobre los intereses económicos.
"Es un activo
que ya ganó", dice.
Cierto es que el
Gobierno puede mostrar, al día de hoy, que las estadísticas lo favorecen.
Países europeos con notable reputación, como Suecia, poseen números muy malos a
la hora de concluir si el gobierno de aquel país defendió o no a sus
ciudadanos.
Lo mismo sucede con
los Estados Unidos y Brasil, que desestimaron la aplicación de una cuarentena ordenada como en la Argentina.
Según los últimos
registros, mientras en Brasil murieron 40 personas por millón de habitantes, en
la Argentina esa relación baja a 6. En Estados Unidos, ese parámetro alcanza a
228 fallecidos por millón de habitantes.
Hay
dos datos que Alberto F. no puede perder de vista de acá a fin de mes, que
seguramente condicionarán su gestión en relación a la pandemia. El primero: el
hecho de que la mayoría de los acuerdos de los sindicatos con
las empresas finalizan junto
con el mes de mayo.
En otro plano,
aparentemente desligado de esa cuestión de entrecasa: hacia esa fecha,
finalmente, se sabrá si la Argentina ha caído nuevamente en default con su
deuda.
Ni uno ni otro dato
permanecerá ajeno a la decisión sobre lo estrictamente sanitario. La dinámica
económica no puede desligarse de los acuerdos con los dueños de las empresas ni
de la situación con la deuda. Hacia allí vamos, inexorablemente.
|