Por Natalia Donato - Llegó el
día. Viernes 8 de mayo. Fecha que el Gobierno fijó como deadline para
que los acreedores acepten la oferta de reestructuración de la deuda emitida
bajo ley extranjera, que asciende a USD 66.500 millones. Y si bien el ministro
de Economía, Martín Guzmán, ratificó que no se extendería, al mismo tiempo
esta semana habilitó a una modificación de la oferta, en la medida en que los
bonistas presenten una alternativa “razonable”.
Diversas fuentes
allegadas al Gobierno aseguran que el canje fue un fracaso y que el nivel de
adhesión no llegó ni al 10%. Con este escenario, nadie duda de que Guzmán
anunciará una extensión del plazo, en principio, hasta el 20 de este mes, justo
antes de la fecha en la que la Argentina debe pagar USD 503 millones de
intereses de los bonos globales para evitar caer en default. El 22 de mayo
vencen los 30 días del período de gracia y ya no hay más posibilidades de
negociar con los acreedores. O sí. Algunos analistas sostienen que no sería tan
grave dejar de pagar el vencimiento del 22, siempre y cuando haya una buena
negocación en curso.
¿Cuáles son los
caminos que se abren entonces a partir de mañana?
-Si el Gobierno
consiguiera un nivel de adhesión de 60% o más, podría declararlo exitoso,
aunque con la certeza de que tendrá que lidiar, como ya ocurrió varias veces en
la Argentina, con litigios en el exterior. Esta alternativa es casi
improbable, coinciden los analistas, ya que los inversores institucionales
-los mayores tenedores de los títulos argentinos- han manifestado en reiteradas
oportunidades su rechazo a la oferta argentina.
De los 21 bonos que
el Gobierno pretende reestructurar, algunos fueron emitidos en el canje de 2005
y otros corresponden a la era Macri, ya que datan del 2016. Los primeros, como
provienen ya de una renegociación, tienen cláusulas de acción colectiva (CACs)
más exigentes. Para lograr que todos ingresen a la operación, debe lograr la
aceptación del 85% del total y, cómo mínimo, un 66,6% de cada bono; o tiene la
alternativa de alcanzar el 75% de cada título, pero si entra en la
“reasignación”. En el caso de los bonos emitidos en 2016, la cláusula establece
un 66,6% del total y un 50% de cada uno.
La cláusula de
“reasignación” dice que luego de computar todos los bonos que ingresaron en el
canje, el Gobierno puede excluir las series que le impidan sumar las CACs
originales.
-Si el nivel de
aceptación es muy bajo, como parece que será, el Gobierno tiene dos opciones:
cerrarlo con los bonistas que entraron y luego analizar si lanza un nuevo canje
con una nueva oferta (aunque en este caso, debería, por la cláusula RUFO,
mejorarle las condiciones a los que hayan ingresado ahora); o extender el
plazo y seguir negociando con los acreedores.
Si se cerrara el
canje hoy, el Gobierno estará obligado a informar cuál fue el resultado del
canje antes del lunes a las 5 PM hora de los Estados Unidos. Deberá comunicar
qué bonos se canjearon, cuáles quedaron afuera y qué harán con esos títulos que
no ingresaron.
“En ese caso, los
que no han sido reestructurados se convertirán en holdouts. Si el gobierno
decide que hay pocos bonos para reestructurar, puede declarar el canje desierto
y luego reabrirlo. El problema es que el 22 tiene que pagar USD 503
millones para no caer en default”, enfatizó el analista Sebastián Maril,
quien agregó: “Mi opinión es que si no se cierra el canje antes de esa
fecha, caemos en default y esos intereses no los pagan. Pero si hay extensión
de fechas, el gobierno puede pagar ese dinero como señal de buena fe y seguir
negociando”.
Pero el problema
con que se enfrentará Guzmán, aseguran varios analistas, es que deberá tener
una idea clara de cuál sería una propuesta atractiva para los acreedores, si no
quiere chocar otra vez con la misma piedra.
“Si no hubiera una
aceptación importante de la oferta, el Gobierno tendrá el desafío de
modificarla, y tendría sentido firmar un standstill como hizo
Ecuador, ya que va a ser difícil cerrar una negociación rápidamente”, afirmó
a Infobae el economista Miguel Kiguel. Se trata de un acuerdo
con los bonistas por medio del cual se extienden los pagos de intereses sin que
ello implique una situación de default.
De acuerdo con
varios analistas consultados, la oferta debería tener una mejora notoria
para lograr una aceptación razonable. El punto más crítico que marcaron los
acreedores es el período de gracia de tres años en los cuales el Gobierno no
pagará ni capital ni intereses, y el promedio del cupón, que asciende a 2,33%.
“Si tiene que hacer una nueva oferta, tendrá que pensar en cómo hacerla más
atractiva y balancear el esfuerzo que se le pide a los bonistas, que en
muchísimos casos entraron de buena fue, con el esfuerzo que tendrá que hacer el
Estado. No pagar intereses por 3 años suena mucho”, agregó Kiguel.
Por su parte, Guillermo
Mondino, ex economista jefe de mercados emergentes del Citi, aseguró que “sin
participacion de inversores institucionales, sería muy dificil lograr utilizar
las CACs. Quizas en algún bono podrían llegar, pero con la baja participación
que uno infiere dado el rechazo de los grupos de tenedores de bonos, parece muy
poco probable que eso ocurra para varios bonos”.
“De allí que la
decisión parecería que se restringe a declarar desierto el canje, hacer un
canje parcial (con sus pros y contras) y seguir negociando, o defaultear”,
remarcó el analista.
Mondino agregó que
“lo lógico sería no cerrarse las puertas a esta altura y trabajar en pos de
lograr evitar un default, que sería muy oneroso, sobre todo a la hora de
recuperar la economía post-epidemia. Espero que todos muestren algo de
flexibilidad”.
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