Por Carlos
Burgueño - De tomar hoy la decisión Alberto Fernández de dejar de
lado la oferta original diseñada por Martín Guzmán para reestructurar la deuda emitida bajo
legislación internacional, la fórmula que recomendó ayer el estudio Cleary
Gottlieb Steen & Hamilton (CGS&H) es simple: Argentina simplemente
debería anunciar a la Security and Exchange Commission (SEC) que no retira la
propuesta original diseñada por Martín Guzmán y que descansa sin mayor fortuna
en las aceptaciones privadas. Y que la propuesta que quede como la formalmente
rechazada sea la original presentada el 15 de abril ante las autoridades de
Wall Street.
Dicho de otra
manera: no habrá cambios sustanciales en las próximas horas en cuanto a la
oferta ante la SEC; sino que se mantendrá la propuesta original hasta que se
llegue a un acuerdo final. Si esto no sucede antes del 22 de mayo
La situación
quedará definida hoy, cuando Alberto Fernández, personalmente, tome la decisión
final sobre qué hacer con el vencimiento, a partir del informe que le entregue
su ministro de Economía, reiteradamente empoderado por el jefe de Estado para
que continúe, pese a las críticas, al frente de las negociaciones con los bonistas. La orden a
CGS&H dependerá de que antes del cierre de la operatoria de la SEC, llegue
a oídos de Lazard (el banco asesor contratado para mediar entre la Argentina y
los tenedores de deuda), una propuesta que se enmarque en lo que el Gobierno propone como
oferta “sustentable”. Aquí hay un problema de caballeros para avanzar en una
nueva etapa.
Mientras el
Gobierno exige que la o las propuestas de los fondos lleguen antes de pedir la
extensión del plazo, desde los privados se quiere que sea Guzmán el que de el
primer paso y deje de regir la fecha tope de hoy. Otras vez, cuestiones del
“Póker de mentirosos” que debería resolverse sin problemas antes de las 16 de
Nueva York. No será por esto (o no debería serlo) que el país llegue a un
default.
Con la coraza
reforzada por Alberto Fernández, Guzmán blanqueó lo ya adelantado por este
diario: el Gobierno se apresta a recibir una oferta de parte de los bonistas,
única y atomizada, ya que existen varias y serias diferencias entre los mismos
fondos de inversión, según el tipo de bono que posean. Los más proclives a un
acuerdo son los tenedores de títulos públicos emitidos durante el gobierno de
Mauricio Macri con vencimiento en 2030; mientras que los más chúcaros y
rebeldes a cualquier acuerdo son los poseedores de deuda emitida para salir del
default del 2001 durante el gobierno de Néstor Kirchner.
En el medio, con
dudas, se encuentran los poseedores de deuda con vencimientos posteriores al
2030. En el primer caso, se asegura, la aceptación general de los privados (sin
tener en cuenta las posesiones de organismos públicos) a la oferta del Guzmán
superaba el 45%. En el último caso, arañaba el 20%. Los tenedores de deuda
emitida durante el kirchnerismo que avalaban la oferta de Guzmán, no llegaban a
los dos dígitos.
Ayer el ministro de
Economía blanqueó oficialmente que está dispuesto a recibir la o las propuestas
privadas, con una actitud más amistosa y flexible que la que mostró durante
todo el proceso que se inició en abril. El funcionario dijo que “estamos
dispuestos a considerar cualquier combinación de reducción de intereses,
reducción de capital, extensión y vencimiento del periodo de gracia que respete
las limitaciones que definen lo que es sostenible”. En declaraciones a la
agencia Bloomberg, dijo además que “somos flexibles en términos de combinaciones
de parámetros. La esencia es la sostenibilidad”, en sintonía con lo que ya
había mencionado un día antes en su exposición virtual al seminario organizado
por la Universidad de Columbia donde dio cátedra junto con Jeffrey Sachs. La
declaración implica que el gobierno está dispuesto a escuchar lo que los
privados proponen, por escrito y membretado. Como dijo el mismo funcionario,
está dispuesto a negociar los intereses finales, el nivel de quita de capital
de 5,4%, las extensiones del mix de bonos propuestos y hasta el período de
gracia fijado hasta fines de 2023, año en el que Argentina pagará unos u$s300
millones.
En gran parte
coincide con lo que quieren mejorar los bonistas. Estos plantean la evaluación
de un pago extra sobre el crecimiento argentino desde 2023 (estilo cupón PBI o
similar), dejar de lado 100% la quita de capital de 5,4%; el reconocimiento de
algún tipo de interés durante el período de gracia hasta el 2023, algún tipo de
resarcimiento para el Bono Global cuyo vencimiento comenzó a correr desde el 22
de abril, y un primer pago simbólico de cupón en 2022 o a comienzos de 2023. En
principio, según lo que declaró ayer Guzmán a Bloomberg, todos estos capítulos,
juntos, combinados o solos, podrían discutirse. Sin embargo, hay dos puntos en
los que el Economía no está dispuesto a ceder. El primero es la aplicación de
la cláusula RUFO, especialmente para los vencimientos posteriores al 2047.
El segundo es que
se elimine la cláusula que permite la reasignación de resultados en la
aceptación una vez terminado el canje. Según Economía, si la intención de los
bonistas es cerrar un acuerdo negociando de buena fe, no se enciende que
busquen eliminar una cláusula que lo que busca es mantener posibilidades
ciertas de defensa jurídica ante eventuales juicios en Nueva York. Otra vez, el
“Póker” en su máxima expresión.
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