Por Carlos
Burgueño - Cobro de los intereses corridos, especialmente en el
Global por u$s 503 millones cuyo tiempo de pago está corriendo desde el 22 de
abril. Reconocimiento de intereses hasta la primera cancelación comprometido
del 2023, aunque la liquidación se concrete desde el 2024. Un primer pago
simbólico de cupón en 2022 o a comienzos de 2023. Y, desde lo legal, agregar
una cláusula RUFO desde los vencimientos de 2047.
Todo esto, además
de dejar de lado el desdoblamiento de aceptaciones, apartando del conflicto
futuro a aquellos papeles en los que haya masa crítica para un acuerdo. Según
el cálculo de los propios bonistas, estos movimientos mejorarían entre un 5 y
un 10% la oferta inicial del Gobierno, estarían dentro de lo que recomienda el
Fondo Monetario Internacional (FMI) en cuanto a los volúmenes de quita,
respetarían a grandes rasgos los tiempos legales y los intereses dispuestos en
la propuesta original de Martín Guzmán y no avanzarían en pedidos sobre la
política económica y fiscal del gobierno de Alberto Fernández. Y, en
definitiva, los acercaría al criterio con el que secamente el ministro de
Economía despidió a los acreedores en su comunicado del lunes, llamándolos a
que presenten una propuesta que “debe pasar por el sentido común”.
Desde ayer a
primera hora los tres grupos de acreedores que representan a los bonistas con
títulos públicos emitidos bajo legislación internacional, comenzaron a tomar
contacto para coordinar su propuesta conjunta; bajo la promesa general de que
ninguno de los fondos de inversión se cortará solo y que se esperará la
confección de un acuerdo básico para luego reabrir los diálogos con el ministro
Guzmán. Para que esto se concrete, se esperará un nuevo gesto del gobierno de
Alberto Fernández: que de señales claras que la fecha del 8 de mayo
autoimpuesta ante la SEC, será corrida oficialmente y el nuevo lapso será el
del 22 de mayo, día en que el país ingresaría en default por no haber pagado los
vencimientos del Global. Una vez que este guiño se efectúe, inmediatamente las
ideas fuerza de los fondos de inversión serán giradas al banco asesor nombrado
por el gobierno argentino, el Lazard, que le dará forma legal y financiera y se
la trasladará al ministerio de Economía.
Si los tiempos
salen como esperan tanto el Gobierno como los bonistas, la semana próxima la
propuesta estará en los escritorios oficiales de Buenos Aires y a punto de ser,
inevitablemente, rechazada. Esta acción la descartan los privados. Pero saben
también que es el primer paso para que Economía quede con las manos libres para
poder mejorar la oferta original elaborada por Guzmán, bajo lineamientos
básicos del FMI; y concrete la tan esperada oferta mejorada que, seriamente,
permita comenzar a negociar un eventual acuerdo final que evite el
default. Algo quedó en claro entre el lunes y el martes. Tal como adelantó
este diario, y a diferencia del proceso del 2005-2006, parecería que en el
“póker de mentirosos”, hay más intenciones de llegar a un acuerdo que lo que se
percibe públicamente.
Algo que quedó
claro ayer entre los acreedores, especialmente entre los fondos de inversión y
los tenedores particulares, es que no hay una posición sólida, cerrada y
unificada entre los mismos privados. Las mayores diferencias son el tratamiento
que reclaman los tenedores de los bonos emitidos para saldar el default del
2005, y los lanzados durante el gobierno de Mauricio Macri. A su vez, entre
estos últimos, hay diferencia de criterio entre los tomadores de deuda de largo plazo
(más allá del 2030) y los que tienen vencimientos entre 2021 y el 2029.
En el primer caso,
los acreedores con deuda emitida bajo el gobierno de Néstor Kirchner para salir
del default; son, de todo el largo listado de acreedores, los más irreductibles
para aceptar la oferta oficial. Según los datos que llegaron a Economía el fin
de semana pasado, el aval a la propuesta original se ubicaba por debajo del
20%, el nivel más bajo de todo el largo listado de deuda a reestructurar. El
grado de protesta y malhumor de estos tenedores llegó al punto que, en las
últimas horas incluso comenzaron a circular entre los mismos bonistas,
grabaciones de la propia Cristina Fernández de Kirchner donde se les aseguraba
a los acreedores que aceptaron el canje del 2010 (cuando Amado Boudou era
ministro de Economía), que debían estar seguros que el país “honraría sus
deudas”. Esas grabaciones están preparadas para atacar como una daga en
eventuales juicios contra el país en el caso que no haya acuerdo final; ya que,
se recuerda, este tipo de documentos son los que más sirvieron a los fondos
buitres en el “Juicio del Siglo” que le ganaron a la Argentina en los
tribunales de Thomas Griesa.
También hay mucho
malhumor en los tenedores de deuda con vencimiento más allá del 2030, ya que
consideran que su posición es más ruinosa que la del resto de los tenedores de
deuda y que, en muchos casos, no se cumple la premisa oficial de “ganar menos”.
En estos casos, la aceptación de la oferta no llegaba al 30% del general; y,
junto con los tenedores de deuda del canje del 2005, hacían que el aval general
no superara el 40%, incluyendo a las entidades del sector público argentino.
Los datos que manejaba Guzmán sobre los tenedores privados individuales de
deuda con vencimiento entre 2026 y el 2030; más algunos que poseen el bono
Global 2117 (el famoso Centenario), mostraban cierto interés en su propuesta de
canje; pero con niveles de aceptación que en ninguna de las circunstancias
llegaban al 50%.
Todo este panorama
hubiera implicado que la aceptación final se ubique levemente por encima del
40%, incluyendo todos los entes públicos, los bancos locales y un puñado de
bonistas, casi todos argentinos. El cálculo que hacen los privados es que el
valor del mercado actual de la deuda argentina, especialmente la posterior al
2030, se ubica cerca de la cotización del 30%, lo que casi empata (o pierde por
poco) la propuesta de Guzmán. Los fondos saben que ese valor podría bajar
en un escenario de default, pero que habría compradores entre el 25 y el 29% de
su cotización: los fondos buitre, expertos en litigar en los tribunales del
segundo distrito sur de Nueva York. Otra alternativa es no vender los bonos, y
esperar a ser ellos mismos los que litiguen en los tribunales que ahora maneja
Loretta Preska. El panorama cambiaría como un guante ante la alternativa de una
negociación sobre la base de una mejora de la propuesta oficial de Economía,
precisamente el dato que ahora esperan los tenedores de deuda.
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