Por Virginia Porcella
- Las medidas de refuerzo a las restricciones cambiarias adoptadas durante el
fin de semana tuvieron ayer un debut mixto: si bien el Banco Central habría
logrado recomponer, con la compra de unos USD 50 millones según fuentes del
mercado, la mayor parte de los USD 63 millones perdidos de sus reservas durante
abril, pese al inicio del período alto de liquidación de la cosecha, la presión
sobre la cotizaciones del dólar financiero y blue apenas cedieron.
En el caso del
dólar financiero, el precio bajó menos de 2% mientras que el informal se
alcanzó en los $121. La brecha cambiaria se mantiene así en el rango de 69%
para el contado con liquidación a 79% para el informal, es decir, por encima
del promedio durante la anterior vigencia de controles similares, entre 2011 y
2015.
El atraso del tipo
de cambio oficial, que ajustó menos de 15% desde agosto pasado, la acelerada
expansión de la base monetaria con tasas de interés negativas y la renovada
inquietud que instaló en el mercado las nuevas regulaciones para instrumentos
de ahorro como los fondos comunes de inversión son algunos de los principales
motivos que amplían día a día la brecha. Pero es la expectativa de un
escenario fuertemente recesivo, con alta inflación en el marco de la
incertidumbre por el default lo que, a juicio de los distintos analistas, no
permitirá que la diferencia se achique. Al menos, no hasta que se resuelva favorablemente
la renegociación de la deuda.
Es que, hacia
adelante y en el cortísimo plazo de apenas 15 días, el escenario sigue
siendo binario. Sin acuerdo por la deuda, el shock económico post cuarentena se
vuelve incierto, con un salto impredecible del dólar, mucho margen de maniobra
del Central para contener la cotización oficial, con probable disparada de la
inflación y un gran impacto en el sector privado, incluso el exportador, sin
ningún acceso al financiamiento externo.
En el escenario
opuesto, en cambio, todas las variables se vuelven más manejables. Está claro
que tampoco en el supuesto de una reestructuración cerrada hacia fin de mayo,
el panorama se encuentra completamente despejado.
Con el reinicio de
la actividad post cuarentena, uno de los grandes desafíos será el retiro de
circulación de gran parte de la enorme cantidad de pesos inyectada en la
economía para paliar el golpe del parate económico por el coronavirus. El
propio ministro de Economía, Martín Guzmán, admitió que se deberá esterilizar la
masa de dinero volcada, equivalente según sus números al 5% del PBI.
Para avanzar en ese
proceso, destacan economistas, es imposible mantener un sendero de reducción de
tasas de interés.
“El punto inmediato
es evitar el colapso sanitario, social y productivo. Y la única forma es la
inyección de liquidez para evitar una pérdida de ingreso en torno al 30% por la
caída de actividad económica”, sostuvo Fernando Marengo, macroanalista de
la consultora Arriazu."A medida que la economía se recupere, a diferentes
ritmos, por sectores, hay que sacar todos esos pesos excedentes vía
esterilización y/o ajuste fiscal, sino el ajuste seria depreciación e
inflación", afirmó.
En otras palabras,
incluso si el Gobierno logra evitar el default en las próximas semanas y descomprimir
las fuertes tensiones del mercado, el riesgo de una devaluación brusca y
el consecuente rebrote inflacionario son amenazas latentes. Para
neutralizarlas, el Gobierno deberá decidir cuál de sus banderas deja caer, o
incluso las dos: la baja de las tasas de interés o el rechazo a un ajuste
fiscal.
“En un proceso de
normalización de la economía, que implica corregir el atraso cambiario, el tipo
de cambio del dólar libre deja margen porque hoy da alto”, opinó Alejandro
Henke, socio de Proficio Investment, quien advirtió sobre las regulaciones
que se adoptan mientras se apunta a ese proceso de normalización. “Las medidas
para cerrar cada vez más el acceso a los dólares, con una perspectiva de
posible default, activa reflejos en los ahorristas, no sólo en dólares sino
también de aquellos que recuerdan distintas experiencias para depósitos en
pesos”, apuntó.
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