Por Jorge Herrera
- A cuatro días del cierre del canje de la deuda el semblante de los
principales jugadores del “póquer del mentiroso” no deja percibir ningún
desenlace concreto. Sin embargo, entre los especialistas internacionales, en
este tipo de negociaciones, dada la brecha existente entre las aspiraciones
oficiales y los deseos de los acreedores, cada hora gana
más adeptos cierto consenso en que la alternativa de un “standstill”, o pacto
de no agresión, será la válvula de escape para evitar el default.
Tanto los bufetes
legales de Manhattan, Londres y Chicago, las conference calls entre acreedores
hasta el “relojeo” de cartas entre consultores y expertos académicos han cesado
el armado de árboles de decisión acerca de los posibles niveles de aceptación
que puede lograr la propuesta argentina. Los números, más o menos, ya están,
salvo alguna sorpresa del calibre de un cisne negro de última hora. Las
distintas variantes diseñadas por los asesores legales y económicos de
los bonistas muestran
que para el Gobierno lograr
el nivel de aceptación necesario para seguir adelante con la estrategia
expuesta será por demás complicado.
Es más, hoy habrá
novedades de parte de los tres principales grupos de bonistas que concentran
cerca del 50% de las tenencias. Y no serán buenas para el Gobierno. Se
habla de un rechazo público y mancomunado de la oferta de parte de estos
inversores institucionales. Por lo que la adhesión de por sí se descuenta será
muy baja. Por lo tanto, si la participación en el canje es baja, el Gobierno
tendrá la pelota en sus manos. De modo que tiene 24 a 48 horas antes del cierre
como para reaccionar. O bien, esperar y aprovechar el período hasta el próximo
22, cuando vencen los 30 días, luego de no haber pagado el vencimiento de los
u$s500 millones de los Globales.
No deja de ser
relevante que los bonistas y sus asesores concuerdan en que hay espacio para
mejorar la oferta sin que ello signifique una derrota oficial. Ellos consideran
factible aumentar unos dólares (los cálculos van desde 5 a 8 dólares) sin que
ello implique modificar sustancialmente el espíritu y flujos de caja en los
próximos años. Pero en ese caso la pregunta es, cuánta flexibilidad tiene el
Gobierno a la hora de negociar. Es decir, los límites económicos reales podrían
ser respetados con las alternativas de mejora que barajan los acreedores, pero
los limitantes políticos, son los que generan dudas. En realidad, a lo que
apuntan los bonistas es al nivel de independencia del presidente Alberto
Fernández respecto de la coalición política que lo llevó al poder. ¿Tiene el
Gobierno genuina voluntad de resolver este problema? ¿Cambiará el Gobierno la
estrategia negociadora? Son algunas de los interrogantes más escuchados en los
últimos conference calls entre bonistas. La visión externa es que existe la
percepción de que por ejemplo para el llamado kirchnerismo los riesgos de un
default son menores. Por tal motivo, y dado cómo está la mesa del juego, es que
se ve como la opción más factible, ante el fracaso de la operación, que el
Gobierno en vez de un default proponga una votación de “standstill” por un
período de 9 meses a un año utilizando algún mecanismo de ingeniería financiera
(pago de intereses o colaterales, etc.), lo que significa en buen romance
“parar la pelota y patearla para adelante”. El Gobierno pediría espacio y
condiciones, y mientras tanto obtiene espacio fiscal para atender la pandemia,
y sigue negociando. O sea, una negociación más razonable, a los ojos de los
bonistas, lo cual hoy no parece estar en la agenda oficial.
Cabe señalar que la
opción “standstill” ya fue puesta en la mesa de negociación, antes de lanzar la
oferta. Pero según testigos de esos encuentros los representantes argentinos la
rechazaron porque dijeron que quería terminar con este tema lo antes posible.
Entonces, hay que entender que los acreedores, que explícitamente reconocieron,
en las pocas conversaciones que tuvieron previo a la oferta, que era una locura
negociar en el actual contexto y condiciones y que no tenía sentido para
ninguna de las partes, lo mejor era un “standstill” por algunos meses hasta que
disminuyera la incertidumbre. Ahora bien, para algunos expertos locales esta
opción ya pasó, se perdió.
Sin embargo, para
los extranjeros sigue firme y ponen el ejemplo de Ecuador que en unos pocos
días logró organizarlo. Claro que la actitud del Gobierno argentino debería
encuadrase hacia esa alternativa. Y hoy no parece ser el caso, según los dichos
del ministro de Economía, Martín Guzmán y del secretario de Finanzas, Diego
Bastourre. Quienes están cerca de los acreedores creen que Argentina no
aceptó esta opción porque no terminan de entender que su capacidad de negociación
es muy baja. La lectura de la situación ha sido errónea, según ellos. Por eso
apuestan a que, estando entre la espada y la pared, la dirigencia política
entenderá que se está muy cerca de un duro fracaso y lo mejor sería hacer una
pausa y barajar de nuevo.
La opción
“standstill” siempre es mejor tenerla conversada, así piensan los expertos,
pero cuando las balas resuenan cerca todo vale. En estas horas, los acreedores
ven que si se descarta esta alternativa, los únicos caminos posibles para el
Gobierno serán declarar el default y comenzar un proceso muy litigioso o bien,
pagar los vencimientos y mantener la deuda al día por unos meses, esperando una
mejora en las condiciones de mercado. En este contexto, cabe recordar que,
incluso en el 2005 cuando Argentina consiguió el 75% de adhesión, nunca se le
reabrió el acceso a los mercados de capitales. Solo operaciones con títulos
Boden, como hubo con Venezuela, o los pagos que se hicieron por YPF. De modo
que no es un tema menor, la resolución ni como se resuelva este problemón.
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