Por Claudio
Zlotnik - "Me preocupa la suba del dólar blue. Claro que me
preocupa". Alberto Fernández cree -con sentido común y con los
informes que le acercan desde los principales bancos de Wall Street- que
la disparada de los "dólares alternativos" guarda directa relación
con la falta de acuerdo con los fondos de inversión internacionales por
la deuda.
"Cuando uno
mira diarios del exterior, uno ve cómo los acreedores atacan a Martín
Guzmán, cómo intentan desacreditarlo. Entre nosotros, incluso, tenemos
periodistas que dicen que Martín Guzmán no pasa la prueba de la deuda y
se va a su casa", contó el Presidente en diálogo telefónico por radio en
el inicio de una semana que, también, se presenta complicada en términos
financieros.
¿Argentina
va camino al default? A esta hora, la respuesta resulta afirmativa en la
creencia mayoritaria, tanto de Wall Street como de las consultoras de la City
más importantes. Así lo demuestran los precios de los títulos públicos, el
índice de Riesgo País -que
volvió a superar cómodamente los 4.000 puntos- y, lo dicho, la suba de los
dólares "alternativos".
En el inicio de la
semana, el "blue" se estacionó en los $118, mientras que el "contado
con liqui" y el "MEP" cerraron a $115 y $113,
respectivamente.
Guzmán es quien
concentra la negociación con los bonistas y los contactos con los inversores
externos. Desde el equipo económico siguen esas negociaciones muy de cerca.
Entre los
funcionarios existe el pleno convencimiento de que el tira y afloje se
extenderá hasta el último minuto. El próximo viernes 8 a las seis de la tarde
será la primera escala -se sabrá la porción de inversores que adhieren a la
oferta de Economía- hacia lo que será el veredicto final, dos semanas más
tarde.
Hay
dos elementos que en los despachos oficiales dan por casi seguro: que, antes de
que toque la campana, el Fondo
Monetario Internacional jugará su ficha a
favor de un acercamiento entre las partes. Y que, en simultáneo, la Casa
Rosada mejorará su oferta para lograr el
broche final.
En el equipo
económico afirman que se equivocan quienes apuestan a que Alberto Fernández
será inflexible. Es más: en la intimidad de los despachos ya hacen referencias
a esa oportuna flexibilidad: "Mover los hilos invisibles", le
dicen.
Así
se refieren a modificaciones eminentemente técnicas, reservadas para
especialistas, que no implican cambios en el planteo político de la oferta a
los bonistas.
"Eso pasó en
2005, cuando en la época de Néstor Kirchner se empezó a debatir entre quita
'nominal' o a 'valor presente neto'. En ambos casos se hablaba del 75%, pero en
la oferta no implicaba el mismo valor si se hacía una cosa o la otra",
rememora un ex funcionario, que ahora trabaja cerca de esta
administración.
Hilos invisibles
Una de las
posibilidades que se evalúa refiere a que se reconozcan los intereses
corridos de los bonos que entraron al canje, desde el momento del último
pago hasta la fecha de la nueva operación.
Se
trata de un beneficio que, hasta ahora, no existe en la oferta. La idea, en
caso de que se acerquen las posiciones, sería de abonarlos. Sin quita. Incluso
se pondría sobre la mesa la posibilidad de que una parte de esos intereses se
paguen "cash".
En el propio Gobierno
admiten que esta mejora arrimaría una mejora "en el margen". Pero
que, de todos modos, tendría la lógica de demostrar "buena voluntad"
para cerrar trato.
En
el mismo sentido se menciona la chance de reducir la quita de capital propuesta,
sobre todo para algunos de los 21 títulos que entraron a la operación. La
oferta original incluye una quita del 62% sobre los intereses y del 5,4% sobre
el capital, para comenzar a pagar en 2023.
La negociación
comenzó formalmente ayer lunes, luego de que el Comité de Acreedores de la
Argentina; el Grupo de Titulares de Bonos del Canje; y el conformado por BlackRock,
Templeton y Fidelity rechazaron la oferta que les presentó el
Ministerio de Economía.
Justamente, la idea
de que podría darse cierto acercamiento en las posiciones, que circuló en la
tarde del lunes en Wall Street, en los minutos previos al cierre, redundó en un
dispar rebote de los bonos argentinos, de entre 3% y 7,2%.
La carta de
"fondo"
De
todas formas, desde el propio equipo económico creen que, así como el Gobierno
y los fondos de inversiones internacionales se guardan sus cartas sin
mostrarlas, en una negociación que se espera áspera y al filo del fracaso, el
Fondo Monetario también jugará fuerte en este escenario.
Kristalina
Georgieva, titular del FMI, se apuró a respaldar la oferta argentina. El propio
organismo había recomendado una monumental quita de la deuda con los acreedores privados, de entre u$s55.000
millones a u$s85.000 millones.
En un contexto
internacional complicado en extremo por el coronavirus, hay quienes suponen que
el Fondo Monetario tiene incentivos adicionales para que la Argentina y los
acreedores lleguen a buen puerto con esta negociación.
No porque la
Argentina representa un lugar especial en un contexto de caídas generalizadas y
riesgos de default a nivel global, sino por la propia reputación del organismo,
que comprometió gran parte de su poder de fuego en un solo país, con el único
objetivo de darle un respaldo político al anterior gobierno.
La forma del apoyo
del FMI no está clara todavía, y se duda sobre si habrá un aporte
concreto. Sin embargo, desde Washington apostarían a un acercamiento de
las partes si las negociaciones se tensan más de la cuenta. De ahí que un gesto
de "buena voluntad" por parte del gobierno argentino abriría las
puertas a esa intervención.
"Si
hay default, para el FMI también sería un fracaso político. Algo que pesa -a
nivel político- en un contexto de severa crisis global", analizan desde uno de los despachos oficiales.
El peso del default
Contra lo que
opinan desde algunos sectores ligados al oficialismo, un default de la deuda tendría implicancias negativas para el país. A
la vista existen distintas maneras objetivas de medir ese costo.
En
primera instancia, una cesación de pagos le cerraría las puertas a la Argentina
de conseguir financiamiento de parte de los organismos internacionales. Al día
de hoy, la exposición de esos organismos en el país ronda los u$s27.000
millones, tomando en cuenta al Banco Mundial, el BID y la CAF (Corporación
Andina de Fomento).
Un default
implicaría que esa exposición, en vez de agrandarse, debería reducirse. Justo
en momentos en que la Argentina no tiene acceso a los mercados de crédito
voluntarios, y precisa de esos dólares para inversiones en la economía real.
Habría también
implicancias de política internacional: es difícil pensar en un peso
estratégico de la Argentina en el G20, si se encuentra en cesación de pagos de
su deuda.
Y, también, se
escaparía la manera de estar en default sin estar en default. ¿Acaso no se
lograría eso si se cerrara un trato que contemple por lo menos dos o tres años
de gracia?
De un final así,
que le sirva a la Argentina y cierre un nuevo capítulo estresante de la deuda, también depende que Guzmán tenga muñeca en la
negociación. Y, Fernández, decisión política.
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