Por Pablo Wende - La Argentina
está viviendo un 2002 en cuotas. La salida de la convertibilidad llevó en
menos de dos meses el dólar de 1 peso a poco más de 3 pesos. Desde agosto de
2019 hasta ahora el tipo de cambio también se triplicó: pasó de $40 hasta rozar
los $120 y seguramente continuará en ascenso en las próximas semanas. Aquella
crisis encontró a la Argentina en default, igual que ahora. La falta de empleo
y la caída de ingresos por el salto inflacionario provocó un récord de pobreza
a más del 50%. Ahora el Gobierno reconoció que podría tener un gran incremento
en la cantidad de pobres. La cifra superaría cómodamente el 40%.
El freno casi total
de la economía que generó la cuarentena obligatoria a causa del coronavirus ya
está haciendo estragos y todavía no se vio lo peor. Las últimas
estimaciones de consultores, bancos y sociedades de Bolsa indican que el bajón
podría ser incluso peor de lo que se venía estimando en las últimas semanas. Ya
se habla de una caída del PBI superior al 7% pero que podría llegar hasta el
9%. El déficit fiscal podría llegar a 6% del PBI. Se estima una inflación de
entre 60% y 70%. Y en relación a la cotización del dólar, ya directamente
se dejaron de publicar proyecciones para el año.
Ante este tremendo
panorama que hay por delante, también aparecen los optimistas: ¿no estábamos
peor en 2002 y se salió adelante? Se trata de una duda razonable. ¿Y si la
Argentina se recupera ahora como pasó hace 18 años y vuelve a crecer?
El mundo está
apostando a una salida de la crisis económica desatada por la pandemia con
forma de “V”, es decir una caída muy profunda, pero una salida bien
contundente. Se estima que para el primer trimestre del 2021 todo lo perdido en
estos meses ya se habrá recuperado. Por supuesto algunos sectores quedarán
mucho más golpeados, especialmente los vinculados al turismo (hoteles,
cruceros, líneas áreas por ejemplo) y otros deberán adaptarse a las nuevas
modalidades de teletrabajo que llegaron para quedarse.
Pero no todos
tendrán la misma fortaleza. “Sólo cuando baje la marea se sabrá quién
nadaba desnudo”, indica un viejo refrán. Hoy el coronavirus es una marea
que llevó el agua al cuello a la mayoría de las sociedades alrededor del mundo.
Pero la marea bajará y allí se sabrá quién es quién.
Todo parece indicar
que la Argentina es uno de los países que está “desnudo”, aunque ahora todos
parecen igualmente afectados por el golpe producido por la pandemia. La
economía fue sorprendida en una situación de extrema debilidad. Acumula dos
años de recesión con fuerte caída del nivel de ingresos y casi diez años de
estancamiento. Está en situación de default, es decir sin acceso alguno a
los mercados financieros y con bajísimos niveles de inversión. Todo esto expone
a la economía a una gran emisión monetaria para ayudar a los sectores más
afectados por la cuarentena, con el peligro de un mayor impacto en el tipo de
cambio.
Algunos países de
América Latina demostraron en los últimos días que no todos están igual parados
ante esta crisis inédito. Perú y Paraguay consiguieron financiarse en los
mercados internacionales a tasas inferiores al 5% anual, a través de la emisión
de bonos. De esta forma, tienen mayor flexibilidad para afrontar el fuerte
aumento del gasto que implica enfrentar la pandemia.
El mundo entró en
recesión por culpa del coronavirus. Y es probable que salga de la misma ni bien
se termine la pandemia. La Argentina, en cambio, estaba en recesión antes que
se desate el drama de la enfermedad. Y hoy lo más probable es que siga así
aún cuando se terminen los efectos de la cuarentena.
Las decisiones que
dependen del Gobierno y que no están relacionadas al menos directamente con la
pandemia, sólo logran aumentar el clima de incertidumbre y desconfianza
respecto a lo que viene. Los inversores y los empresarios las ven como
verdaderos palos en la rueda para el “día después”.
La oferta del
ministro de Economía, Martín Guzmán, para salir del default cayó muy mal
en el mundo de las finanzas. Consideran que es demasiado agresiva y que hay
margen para un esfuerzo mayor. La suba del riesgo país a más de 4.000
puntos y el salto del dólar libre esta semana no hicieron más que reflejar
estas dudas.
Hoy por hoy el
escenario más probable es que la deuda quede en una suerte de “limbo”: una
porción de los bonos entraría canjeado y otros quedarán en default por un plazo
prolongado. Algo parecido a lo que sucedió en el canje de 2005, cuando el
76% de la deuda fue canjeada pero el otro 24% quedó impago. Si se repitiera ese
porcentaje de aceptación podría ser considerado un triunfo para Guzmán. Pero
aún está muy lejos de lograrlo.
El impulso de un
nuevo impuesto a la riqueza de parte del oficialismo ya provocó las primeras
respuestas formales del empresariado. El viernes el Foro Convergencia, donde
confluyen más de 35 cámaras empresarias, manifestó su oposición a la medida y
advirtió que va en contra de captar nuevas inversiones. Varios tributaristas ya
salieron a plantear la inconstitucionalidad de la ley si es que se aprueba.
Se trata, explican,
de un nuevo gravamen sobre los mismos bienes que ya tributan el impuesto a las
Bienes Personales.
En las últimas
horas se sumó a esta lista polémica la decisión del Gobierno de abandonar
las negociaciones de libre comercio que venía encarando el Mercosur. Más allá
de las consecuencias prácticas, luego el propio canciller Felipe Solá explico
con claridad cuál es el objetivo buscado: cerrar más la economía para “proteger
a las empresas y el empleo de los argentinos”. Las entidades agropecuarias
agrupadas en la Mesa de Enlace fueron las primeras en salir a criticar la
medida. Advierten que la Argentina podría perder valiosos mercados de
exportación.
Es decir que la
Argentina vuelve a un modelo de fuerte proteccionismo, que difícilmente le
permita multiplicar sus exportaciones y conseguir más dólares para equilibrar
el mercado cambiario. Sin embargo, el propio Presidente y su equipo
llegaron al poder planteando la necesidad de venderle más al mundo y conseguir
más dólares del mercado comercial. El coronavirus y quizás otro tipo de
presiones le hicieron cambiar de parecer.
En el medio de la
tormenta económica, desde Wall Street algunos empresarios locales
comenzaron a hablar de un posible recambio de Gabinete, ensayando amargas
críticas contra Guzmán. Consideran que el ministro de Economía no está a
la altura de llevar adelante el canje de deuda y que expone peligrosamente al
país al default.
En el fondo,
imaginan un cambio parecido al del ministro Jorge Remes Lenicov en 2002, cuando
luego de su renuncia asumió Roberto Lavagna. Eso ayudó no sólo a oxigenar sino
a pegar un verdadero golpe de timón en las expectativas.
Las especulaciones
giran en torno a un grupo de economistas y especialistas en otras áreas que
trabajan cerca de Sergio Massa. Sin embargo, Alberto Fernández no dio una sola
muestra en público ni en privado de estar pensando en un cambio para un puesto
clave. Y parecería demasiado prematuro hacerlo.
Primero habrá que
ver el resultado del canje y cómo se prepara la salida de la pandemia desde el
punto de vista económico. Recién entonces estarán los elementos para definir si
realmente hace falta un recambio en Economía o en otras áreas. Sería un error
subestimar el rol de Cristina Kirchner dentro de la fórmula presidencial. Ella
fue quien dio visto bueno de Guzmán, como discípulo del premio Nobel Joseph
Stiglitz. Pero también quien eligió a otros personajes claves para las
decisiones económicas como Alejandro Vanoli en la ANSES y Miguel Pesce en el
BCRA. Difícilmente se pueda avanzar en un recambio tan sensible sin su visto
bueno.
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