Por Daniel Fernández Canedo - El ministro de Economía, Martin Guzmán, le
dijo a los gobernadores que "es esencial generar condiciones para acabar
con la lógica dolarizadora"
Fue en medio de un informe sobre el plan de canje de la
deuda que propuso la Argentina para evitar caer nuevamente en default ante la
evidencia, destacada por el Ministro, de que el Tesoro no tiene fondos para
pagar los compromisos que tiene el país por delante.
El objetivo de "desdolarizar" la economía
es común a las administraciones de, por los menos, los últimos 40 años. Pero el
peso es una moneda aceptada para transar y con poder cancelatorio para la
concreción de algunas operaciones cotidianas (comprar alimentos) pero no tiene
poder para ser reserva de valor.
En medio de la crisis del coronavirus y con la
caída de actividad que provoca la política de aislamiento forzoso, el Gobierno
se concentra en atender el problema de salud y en inyectar pesos para ponerle
plata en el bolsillo a los sectores más necesitados y en el intento de superar
una de las preocupaciones sensibles: asistir a las empresas privadas que
no pueden trabajar para pagar los sueldos de abril.
Entre las aristas de la crisis que requieren la generación
de caminos de salida están la renegociación de la deuda para no caer en default y la
inestabilidad del dólar.
Respecto del plan de canje, un reciente informe de la
consultora Research
For Traders pone el foco sobre las cuestiones legales y un
punto importante: "El gobierno no desea declarar la oferta vacante si no
logra cumplir los requisitos mínimos dispuestos por las clausulas de acción
colectivas de los Bonos
K (2005) y de los Bonos M (2016)".
Y agrega que, "por ese motivo introduce el concepto de
'arrastre' para
que aquellos que no acepten la oferta sean incluidos forzosamente en
la restructuración si se activan las cláusulas de acción colectivas de sus
bonos". En otras palabras, si un tenedor de bonos no acepta el canje y el
gobierno logra que 66% de los bonistas de esa serie de títulos acepte la
propuesta, lo sumarán directamente.
Guzmán, por un lado, trata así de cerrarle los caminos a
los bonistas en el caso de dudas en lo que se presenta como un doble discurso.
Por un lado sostener que nada se va a cambiar de la propuesta porque la Argentina no tiene los
dólares para pagar.
Pero, por otro lado, establece que el gobierno podrá
modificar cláusulas y condiciones si lo considera oportuno. Una puerta
transparente para abrir la negociación final que tiene como fecha límite el 22
de mayo próximo cuando la Argentina tendrá que decidir si paga US$503 millones o
quedar abiertamente en cesación de pagos.
El otro tema es la suba de los dólares libres del jueves 23
de abril que encendió las luces rojas del tablero del Banco Central y que llevó
a su presidente, Miguel Angel Pesce, a comenzar a desandar parte del plan
de expansión monetaria que había comenzado a mediados de marzo.
Cuando el dolar "contado con liquidación" (se
consigue por medio de la compra y venta de títulos y es para mayoristas) tocó
$114 y se distanció 70% del oficial mayorista los nervios de los funcionarios
se dispararon. Saben que una "brecha" de ese nivel tarde o
temprano se refleja en el monto de liquidación de exportaciones y en la inflación.
El Central subió la tasa de pases de 11,4% a 15,2%
anual para captar excedentes líquidos de los bancos y le pidió a la Comisión de
Valores que limite las tendencias de dólares en los fondos comunes
de inversión en el intento de sacar plata del mercado y sacarle presión a
las operaciones del contado con liquidación. El viernes dio resultado y los
dólares libres aflojaron un poco pero la situación sigue amenazante.
El panorama externo tampoco ayuda. El dólar sigue fortaleciéndose en
el mundo y el principal socio comercial argentino no puede
frenar la devaluación.
En el mes el real brasileño aumentó 35% mientras que acá el
dólar mayorista subió 11%. El tema del atraso relativo del dólar oficial que
rige exportaciones e importaciones va ganando espacio más allá de la carrera
interna con la inflación.
La crisis pega por los cuatro costados y no se nota una conducción
unificada. Unos dicen que hay que expandir, otros que contraer
y las necesidades de la atención de la salud y la asistencia a los sectores más
desprotegidos resultan prioritarios. La decisión oficial es resolverlos de a
uno, pero el momento requiere a un programa mucho más abarcador para evitar un
desfasaje mayor de las principales variables económicas.
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