Por Walter
Graziano - La fuerte baja de los bonos argentinos en
las últimas jornadas es un factor más que preocupante. Desde el martes los
títulos públicos no han cesado de bajar y más de un operador piensa que
Argentina marcha a un nuevo default el próximo 22 de mayo, cuando venzan los 30
días a contar desde ayer por una deuda impaga de
u$s500 millones.
El razonamiento es
muy sencillo: quienes compran bonos de aquí hasta el día anterior del cierre
del canje (7 de mayo) lo hacen con la intención de ingresar al canje de deuda
propuesto por el Gobierno. En cambio quienes venden lo hacen porque no quieren
saber nada con él. Como la presión es fuertemente vendedora y haciendo el
cálculo un bono canjeado a los actuales precios de mercado otorgaría un estratosférico
rendimiento de como mínimo el 12% anual en dólares, en general, parece que el
canje marcha hacia su fracaso.
Sin embargo, quien
cree que está todo perdido y que el país se sumergirá nuevamente en una
declaración de bancarrota puede equivocarse. Y es que muchos elementos indican
que aparentemente esta oferta del gobierno no será la final. Al menos dos
cláusulas de emisión van en este sentido: 1) El Tesoro se reserva la
posibilidad de modificar cualquier cláusula financiera del bono y 2) El Tesoro
declara que posee la potestad de cambiar los límites a la emisión de cada una
de las nuevas series que hay para los bonos nuevos (en el brochure de la
operación se los denomina “cap”). Por lo tanto, si no se estuviera pensando en
hacerlo no tienen sentido esas dos cláusulas, sino las mismas pero en sentido
exactamente contrario, a fin de lograr de aquí al 8 de mayo la mayor adhesión
posible.
Visto desde este
punto de vista, la oferta del Gobierno parece mostrar que tras bambalinas hay
un juego de póker entre el Gobierno y los acreedores. El Gobierno
declara que esta oferta es la mejor que podría hacer –pero deja la puerta
abierta a cambiarla– y los acreedores más importantes del exterior declaran que
de ninguna manera aceptarían esta oferta argentina. Aunque –tomar nota de
esto– no lo hacen oficialmente, sino en forma de anónimos trascendidos
periodísticos. Esa no es precisamente la actitud de alguien que dice: “Aquí me
planto. Esto es inaceptable para este fondo”.
Ahora bien, que
haya elementos contundentes para pensar en cambios, no significa que de aquí al
8 de mayo ello se haga. Todo lo contrario. Si de aquí al 8 de mayo el
gobierno se mueve un solo centímetro de lo propuesto, lo más probable es que la
negociación se torne infinita, y que un fracaso del cierre de toma de ofertas
en esa fecha lo obligue a efectuar una tercera propuesta en el breve lapso de
un mes, factor que también implicaría, en la mente de un acreedor que se puede
obtener todavía más.
Así dadas las
cosas, lo más probable es que el 8 de mayo no se alcance una buena
aceptación de la oferta lanzada. Más bien puede pensarse, quizás, en más
inestabilidad en el precio de los vapuleados viejos bonos argentinos que los
colocaría en precios realmente módicos.
Es precisamente en
ese momento cuando la lógica indica que el Gobierno podría lanzar su segunda
propuesta. La misma no puede estar demasiado lejos de la conocida en los
últimos días. Esa es la ventaja de no haber ofrecido demasiado para el cierre
del 8 de mayo. Y la misma lógica indica que los grandes fondos de inversión
podrían comprar en el mercado grandes cantidades de bonos argentinos a precio
de remate y coordinar entre sí una aceptación de la segunda propuesta.
Quizás –no se sabe–
bastaría con eliminar los “cap” -en el caso del bono que vence en 2030 quizás
solo habría que aumentar su stock canjeable- y, por sobre todo, elevar las
tasas de interés haciendo que las mismas para ningún período pueden ser menores
al 1% anual, o incluso algo más, eliminando también el período de gracia para
el pago de los intereses, de manera tal que la propuesta sería así bastante más
atractiva para el gusto de los tenedores de bonos viejos. Ello podría impedir
un default el 22 de mayo próximo, porque no hay fondo al que no le guste
comprar bonos a un precio vil, y guardarlo en cartera –o venderlo– aún a tasas
internas de retorno de –digamos- el 9% anual, que sería el máximo rendimiento
compatible con bonos que se pagan.
Los bonos
argentinos podrían constituir así un excelente título para fondos de inversión
literalmente desesperados por altos rendimientos en un mundo de tasas en cero. La
ganancia para esos fondos sería doble entonces: por un lado ganarían la
valorización de los bonos desde que se los compra hasta el momento posterior al
canje. Y en segundo lugar los acreedores bien podrían ganar un rendimiento que
hoy no lo paga ningún país soberano en el mundo.
Ahora bien, hay una
alternativa a este escenario. Y es que el Gobierno no ofrezca nada nuevo entre
el 8 y el 22 de mayo. Ello no deja de tener un grado de probabilidad
considerable dado que después de todo... ¿qué significaría “estar en default”?
¿Algo muy diferente a lo actual? La verdad es que no. Con default o sin
default es improbable que para Argentina cambien demasiado las cosas, al menos
durante unos años.
La ventaja para el
Gobierno de esperar que pase un buen tiempo para su segunda oferta –una
complicación es que también debería canjear los bonos que coloca el 8 de mayo-
es que de esta manera está en condiciones más fuertes para negociar y podría
tomarse su tiempo….Después de todo… ¿cuál sería el apuro para salir del
default cuyas consecuencias ya padecemos hoy? Pero si este fuera el caso,
entonces las cosas irían para muy largo.
Pero sin
embargo, esto tampoco sería buen negocio para Argentina en el mediano
plazo. Ocurre que habría una cantidad de bonos impagos del país cotizando
a bajísimo precio. Y ello incentivaría la aparición de fondos buitre, comprando
a precio vil para cobrar hasta el último centavo adeudado, si la cifra de bonos
que quedara afuera del canje fuera elevada, tal que ni siquiera se alcanzaran
los niveles establecidos en general por las cláusulas de acción colectiva. El
mero paso del tiempo haría que los buitres compren. Hasta ahora seguramente es
muy baja la cantidad de bonos en manos de fondos buitre porque los bonos
argentinos no estuvieron nunca por plazos más o menos prolongados a precios del
orden del 30% de paridad. Pero si tras el 22 de mayo no hay nada de nada…
entonces a medida que pase el tiempo podríamos estar en aprietos con estos
fondos golpeando los tribunales de Nueva York para cobrar. Eso no es negocio ni
para el Gobierno ni para los acreedores, que en su inmensa mayoría no son
buitres. Ambos lo saben, por lo cual es improbable –aunque posible-, dado que
esto es un póker entre dos jugadores experimentados. Los acreedores son experimentados
en invertir mal, con exceso de codicia, y Argentina es experta en entrar en
cesación de pagos.
Por eso, lo más
probable es que la sangre no llegue al río, a pesar de lo cual es prácticamente
seguro que de aquí al 22 de mayo los bonos argentinos –nuevos y viejos– se
muevan con un grado de volatilidad enorme.
Un factor de peso
que el Gobierno bien puede sacar a relucir es que, ahora que hay control de
cambios y por lo tanto queda nacionalizado el superávit de balanza comercial,
bastaría un tipo de cambio real lo suficientemente alto para garantizarse
saldos excedentarios en dicha balanza, como para que Argentina no deba gastar
una alta proporción de sus reservas, si es que renegocia bien su deuda con el
FMI. Con lo cual, ni aun con un fracaso en el canje, y un defaut expreso, el
país se las vería en figurillas. Y esto, tanto el gobierno como los acreedores
también lo saben, por lo que queda clarísimo para ambos que no es conveniente
tirar de la piolita… salvo que –la probabilidad parece baja, pero puede ser
real– de que esto no sea ningún póker, y el país y los acreedores estén
haciendo un juego tipo Dúo Pimpinela….Usted me entiende.
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