Por Claudio Zlotnik - Dentro de la acumulación de malas noticias
económicas y financieras que abruman a la ya castigada economía argentina en
medio de la cuarentena, hay un saldo positivo para
nada despreciable: desde que se inició el aislamiento, el Banco Central lleva
comprados cerca de u$s500 millones de dólares en el mercado.
Sin contar la última semana -ya que lo
datos oficiales llevan varias jornadas de atraso en el conteo-, el BCRA
adquirió u$s464 millones entre el 20 de
marzo y el lunes pasado.
Desde el Banco Central confirmaron a iProfesional que la
semana pasada continuó la tendencia positiva, aunque con interrupciones en las
compras los días de tensión con el tipo de cambio "alternativo" (contado
con liqui y dólar bolsa), que superó los $100.
La novedad de una autoridad monetaria compradora de divisas -en pleno
parate de la actividad económica- respalda la posición de los economistas que
vienen con una posición más optimista sobre el devenir de la crisis. Sobre
todo, en lo referido a que una súper emisión de dinero podría
decantar en un proceso hiperinflacionario.
La historia de las hiperinflaciones en la
Argentina se dieron siempre en simultáneo con crisis económicas, en medio de
procesos recesivos. Pero no se provocaron mientras el Banco Central
acumula reservas.
El economista Emmanuel Álvarez Agis cree que ni siquiera en el
"peor escenario" (default), se llega a una híper. Así lo explica en
el último reporte de la consultora PxQ:
"Aún en el peor escenario, el Gobierno acumularía reservas por la
sensibilidad de las importaciones a la variación del PIB. Dado que con cuarentena larga y default el impacto
en la actividad sería mayor (aproximadamente -7,2% caída del PBI estimada), las
importaciones se reducirían cerca de un -20% anual. Si bien la base monetaria
con estos números crecería a cerca de 19% del PBI para fines de 2020, sigue sin
haber motivos desde el lado de la oferta ni de la demanda para pensar en un
escenario hiperinflacionario".
El economista que en algún momento había sonado como ministeriable para
la gestión de Alberto Fernández, apuntó que otro factor crucial para una mayor
estabilidad cambiaria es la reducción del déficit por turismo hasta
virtualmente cero.
Luego, prosigue: "La presión sobre el tipo de cambio paralelo
podría arrastrar al oficial y traccionar un aumento de precios superior al del escenario sin
default, pero esto no sería de la magnitud como para hablar de una
hiperinflación".
Con la lupa en las reservas netas
Claro que los números pueden ofrecer diferentes interpretaciones cuando
se los mira más de cerca. En la
actualidad, las reservas internacionales se encuentran en u$s43.818 millones.
Sin embargo, las "netas" están bastante por debajo. Las consultoras
Eco Go y Analytica estiman que -descontados los swaps- rondarían solamente los
u$s8.000 millones.
Luce un nivel muy escaso, aun para la situación (la más probable) de que
la Argentina deje de pagar los vencimientos de su deuda.
Es en este contexto que resulta muy relevante la posición que tenga el
BCRA en el mercado cambiario.
Para los economistas, la suerte de las cotizaciones de los dólares
"alternativos" será la clave a monitorear en las próximas semanas. Se
sabe: con el arranque de la temporada alta de liquidaciones de la
cosecha, los sojeros tendrán menor incentivo a transformar el
contenido de los silobolsas en
divisas si la brecha entre el "oficial" y los
"alternativos" se escapa más allá del 50 por ciento. Así lo indica la
historia, aun cuando el "campo" tiene la obligación de liquidar en la
ventanilla del Central sus ventas de granos al exterior.
Eso es lo que lleva a que haya quienes sigan creyendo que el escenario
de hiperinflación no debe descartarse.
"Creer que no hay condiciones para una híper porque atravesamos una
depresión económica, y se supone que toda emisión de pesos irá a lubricar y
sostener la actividad, es como darle crédito a Guido Sandleris, cuando nos
aseguraba que con emisión cero (sin emisión de pesos) lograría estabilizar el
tipo de cambio. Uno antes y otro ahora están errados", plantea el
economista jefe de un banco de inversión líder en Wall Street,
mientras saca cuentas de lo que podría suceder en la Argentina en los próximos
meses.
Por su parte, Pablo Goldin, economista jefe de la consultora MacroView,
rescata lo que, para él, se trata de una verdadera "paradoja" de la
historia económica reciente. "Nunca antes vimos una triple fuente de
emisión: el BCRA emite pesos para cubrir el déficit fiscal; por el desarme
de Leliq y que los bancos presten a las Pymes; y también lo hace para
comprar dólares en el mercado".
Para Goldin, la clave sobre la suerte del proceso inflacionario se verá
a la salida de la pandemia, cuando la economía tienda a normalizarse. ¿Cuándo
sería ese momento? "Imposible saberlo", dice el economista.
"¿Será hacia el tercer trimestre del año?", se pregunta, mientras
sugiere un escenario similar al que piensan varios de sus colegas.
Medidas drásticas en carpeta
Una de las cuestiones a tomar en cuenta cuando llegue esa instancia será
ver qué sucede con la oferta de productos en la economía. ¿Acaso las empresas
que ya dejaron de producir por la notable caída de la demanda, volverán a
hacerlo en forma automática apenas la actividad empiece a recuperarse producto
de la expansión monetaria? ¿Tendrán capacidad para hacerlo? ¿Serán las mismas
que funcionaron hasta ahora? ¿O quedarán menos por el cierre de muchas de ellas
en plena cuarentena?
Las respuestas a estas cuestiones guardan la llave del "día
después". Si la oferta de bienes resulta escasa ante la posible pujante y
vigorosa demanda, podría empujar los precios. Incluso, ¿quién se atreve a
pronosticar que esos pesos circulantes no podrían presionar sobre el tipo de
cambio?
La posible desarticulación entre la oferta y la demanda sería la
responsable de ese salto en los precios, incluido del dólar.
Esta visión es compartida por aquellos que
creen que, en el actual contexto, el Banco Central funciona como una bóveda que
guarda los dólares de los argentinos mientras esa demanda por billetes verdes
no se exacerbe. Algo que podría suceder en caso de una emisión de pesos
desmedida.
¿De cuánto? Nadie lo puede saber hoy en día. Algunos economistas
sostienen que podría llegar a la friolera de un billón de pesos durante este
segundo trimestre, totalizando los tres billones de pesos a lo largo del año.
Para tener idea: supondría una expansión del 150% respecto a la base
monetaria de finales de 2019.
Igualmente, hay que aclarar algo: por ahora no se vio que la expansión
vaya en ese camino. El Gobierno se muestra prudente. Demasiado para los ojos de
los economistas más heterodoxos, que le están reclamando una acción más
decidida para asistir a las empresas pequeñas y a los trabajadores que se han
quedado sin actividad por la cuarentena.
Lo mismo, en vista de una expansión monetaria que seguro se acelerará
por la profundidad de la crisis económica y social, resulta tan relevante que
el Banco Central siga comprando billetes verdes en el mercado.
Sin la obligación de pagar los vencimientos de la deuda -como
sí hizo hasta ahora-, el Central podría ponerle un piso a la crisis alimentando
sus reservas.
Incluso, llegado el caso, hasta tendría la
chance de intervenir en el mercado paralelo del dólar ante una nueva disparada. Y
evitar así tensiones sobre el mercado oficial y sobre las liquidaciones de
divisas.
Es un extremo al que, en pleno cepo, no se ha querido llegar. De
momento, el Central intentó contener al mercado paralelo por la vía de un
"piso" para los plazos fijos y mediante mayores restricciones para la
operatoria de cauciones en la bolsa.
Las autoridades, por ahora, afirman que pusieron la lupa en que la
crisis no se extienda. Piensan que la mejor estrategia es salvar a la gran
mayoría ya que, una vez que pase la pandemia, será más fácil auxiliar. "Si
las empresas caen podría llevarnos años volver al punto cero, de inicio de la
crisis", razonan.
"Lo mejor que podemos hacer es comprar dólares y correr
riesgos. No queda otra", aseguran.
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