Por Carlos
Burgueño - Hoy comenzarán a correr los 33 días que cambiarán la
historia de la economía argentina. El Gobierno presentará ante la Securities
and Exchange Commission (SEC) durante esta jornada la oferta de
reestructuración de la deuda argentina
en vías de default, con lo que se iniciará la carrera para abrir las
negociaciones y, eventualmente, cerrar un acuerdo por u$s68.000 millones de
deuda.
Será un raid que
terminará, indefectiblemente, el 22 de mayo, cuando se cumpla un mes de no
haber pagado la liquidación del 22 de abril del Global 21, 26 y 46 por unos
u$s503 millones; dinero que, por orden ya dada del presidente Alberto
Fernández, no se concretará. Como todo título tiene unos 30 días más de plazo
luego de su vencimiento para ser cubierto, Argentina tendrá entonces hasta el
21 de mayo para cubrir ese dinero. Un día después, entrará en default.
La intención
oficial es que antes de esa fecha la negociación esté cubierta, que se haya
logrado el porcentaje del 75% de aceptación, y que, finalmente, el país no
entre en default. Y que, en consecuencia, no haya ya que liquidar los tres
pagos del Global. Si no, la suerte estará echada y será decisión del Gobierno
si en situación de default mantiene o no la oferta para que, con el tiempo,
quien quiera la acepte.
Por cuestiones
entendibles, no habrá viajes para realizar road show. La cuarentena mundial lo
impiden. La novedad es que por ahora tampoco hay organizados encuentros
virtuales vía Zoom, o similar, con los bonistas. Los diálogos que Martín
Guzmán mantuvo en las últimas semanas con algunos acreedores con
posiciones agresivas (á, Gramercy y Fidelity) provocaron que los encuentros
institucionales con presentaciones abiertas a las preguntas y respuestas queden
por esta semana archivadas.
Se recordaba en el
ministerio de Economía que estos fondos reclamaban mejorar la oferta, pero
además que Argentina exprese concretamente como piensa pagar los compromisos
que figuran en la oferta. Dicho de otra manera, reclaman explicaciones sobre
cuál sería el plan de ajuste fiscal para lograr el equilibrio sustentable en
las cuentas públicas que garantice el pago de los compromisos desde 2024 (en el
2023 sólo habría que pagar unos u$s300 millones).
Para Alberto
Fernández dar este tipo de explicaciones es intolerable. Sólo está dispuesto a
trabajar con los acreedores un acuerdo sobre el plan de pagos que propone
argentina. Pero nunca un plan económico. Y menos de ajuste fiscal. En
consecuencia, los contactos con los titulares de los títulos públicos que
Argentina debe negociar será responsabilidad de los bancos contratados para
esta tarea: el HSBC y el Bank of America. Las dos entidades ya tienen en agenda
comenzar su trabajo desde el martes, convocando a los acreedores por grupos. Los
contactos, siguiendo las normas de la cuarentena, serán también de manera
virtual y bajo tutoriales preestablecidos. La gran esperanza desde Buenos Aires
y en las oficinas de las dos entidades privadas negociadoras, es que la
estrategia de acercar algunos bonistas en las primeras semanas que muestren un
núcleo duro de aceptación (no menos de 30% en la primer semana). Será difícil.
Se espera entonces el gesto de uno de los bonistas que más actitud amistosa
mostró en las jornadas de dialogo anteriores a la presentación de la oferta.
Será el turno que Templeton tome su decisión.
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