Por Iván Baumann
Fonay (*) - La pandemia del coronavirus ha afectado la salud, las
vidas y las economías mundiales de una manera que no tiene precedentes. Los
gobiernos de todo el planeta han respondido rápida y fuertemente para atender
la cuestión sanitaria y ello continúa siendo, correctamente, la prioridad. No
se debe desatender, sin embargo, el enorme desafío que más temprano que tarde
presentará la cuestión económica, y es necesario contar con un programa para el
día después.
Las estimaciones
del impacto en la actividad de hace tan sólo unas semanas se mostraban muy
optimistas. Pronosticaban una recesión en forma de “V”, es decir, una caída
fuerte seguida rápidamente de una recuperación de igual magnitud. Aún con este
panorama, esto implicaba caídas de más del 30% anualizadas en el segundo
trimestre.
La realidad
probablemente sea incluso más dura. Más de la mitad de la población mundial se
encuentra en algún tipo de cuarentena. En la mayoría de los casos la salida de
ella será gradual, y algunos sectores tardarán varios meses en volver a alguna
reminiscencia de lo que llamábamos normalidad.
El impacto en Argentina
A muchos países les
tomará años recuperar el nivel de producción previo a la pandemia, y otros más
regresar al nivel tendencial en el que se encontraban, si es que alguna vez lo
hacen. Esta implicancia es todavía más preocupante para la Argentina, que ha
estado luchando durante años para superar su nivel de producción de 2011.
Los datos del
primer bimestre, antes de la llegada del Covid-19 al país, no permitían ser
optimistas acerca de la actividad económica. En el mejor de los casos,
mostraban estancamiento respecto a un diciembre que ya de por sí no había sido
bueno. El “aislamiento social obligatorio” detuvo mucho del aparato productivo
del país, y al igual que en el resto del mundo, algunos rubros tardarán meses
en volver a la actividad.
Los sectores de
turismo (una de las grandes apuestas de desarrollo en la gestión anterior) y
entretenimiento se verán particularmente afectados. Es difícil pensar que la
hotelería, el transporte de pasajeros, los cines y los teatros, vuelvan a algún
grado de “normalidad” en el corto plazo. Lo mismo sucede en menor medida con
los bares y restaurantes.
La cuarentena,
además estresa al extremo la cadena de pagos. Empresas e independientes que
vieron casi detenerse su facturación deben continuar con el pago a proveedores,
empleados, impuestos y servicios. Esta situación no sólo consume el poco
colchón de ahorro de las empresas, sino que habrá que enfrentar el repago de
los créditos y diferimientos tomados en momentos donde la actividad no estará
recuperada en su totalidad.
Irónicamente, lo
que ha sido durante muchos años el gran escollo para el crecimiento (y el
desarrollo) de la Argentina podría aliviar el impacto futuro, aunque sólo sería
a corto plazo. La pandemia ha impactado de lleno en las Cadenas Globales de
Valor, debilitado fuertemente la provisión de insumos y por ello también la
producción industrial. Al estar Argentina menos insertada en las CGVs, podría
retomar la producción más rápidamente al no depender (tanto) de insumos
externos, y aprovechar para insertarse allí donde exista la nueva oportunidad.
Un plan a futuro
En este contexto, y
sin descuidar la cuestión sanitaria, debe elaborarse un programa económico
extensivo y consistente para la salida de la cuarentena. Éste deberá tener en
cuenta los cambios que probablemente se verán tanto en los procesos productivos
como en las costumbres de la población, tanto aquí como en el exterior.
Para empezar, debe
ayudarse a los sectores que mantuvieron o aumentaron su producción a hacerla
más eficiente, reduciendo cargas burocráticas y costos inútiles. Los servicios
basados en el conocimiento, la logística y el dinero electrónico tienen grandes
oportunidades y se debe incentivarlos no sólo como sostenes económicos sino
como generadores de divisas.
La necesidad de
disminuir la aglomeración de gente puede acelerar el proceso de automatización
en el sector industrial, particularmente en el trabajo-intensivo. Esto es
especialmente cierto en países que cuentan con disponibilidad de capital,
algunos de los cuales compiten con nuestra industria. A nivel local ese
fenómeno se ha intentado ignorar desde el Estado aumentando las restricciones a
la importación, intensificadas desde diciembre pasado, pero con el tiempo
continuar en este camino volverá la transición más costosa.
La demanda por
nuestras exportaciones industriales podrá verse resentida en el mediano plazo.
Brasil, nuestro principal destino, no se recuperará pronto. Es imprescindible
adelantar la entrada en vigencia del acuerdo Mercosur – Unión Europea, sobre
todo teniendo en cuenta que la desgravación de la UE sucede años antes que la
nuestra.
Finalmente, no debe
abandonarse la agenda económica original. Es fundamental avanzar con la
reestructuración de la deuda que permita volver al financiamiento
internacional. No hay que abandonar el sentido de consistencia macroeconómica
que buscaba nuestro ministro de Economía, y en particular no se debe caer en la
tentación del proteccionismo si queremos desarrollarnos.
Se vienen unos
meses difíciles, y debemos estar preparados.
(*) ExDirector
Nacional de Política Macroeconómica @ivanfbf
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