Por Gonzalo
Semilla - La CONIV-19 generó problemáticas de otro marco temporal que exceden a
la actual coyuntura, como son los problemas internos asociados a caídas de la
actividad económica (2,5% en 2018 y 2,2% en 2019), las devaluaciones del
peso (50% en 2018 y 38% 2019, con el Impuesto País del 30% es del 52%), los
procesos inflacionarios históricos (comparados con los últimos 25 años) que
lejos de resolverse, se han complejizado como gran consecuencia de las fuertes
devaluaciones que sufrió el peso.
Variaciones del peso respecto al dólar impactan indefectiblemente en la
tasa de inflación y así quedó demostrado: 47,6% en 2018 y 53,8% en 2019. Aumentos
en forma desproporcionada en los precios implican los salarios reales en baja:
12,1% en 2018 y 8,4% en 2019, según datos del Indec; y por consiguiente impactando
no solo a las clases sociales más vulnerables, sino que ha alcanzado a la clase
media.
Los inconvenientes
financieros como la abultada deuda pública, a poco más de USD 300 mil millones y
las altas tasas de interés (66% anual promedio Leliq en 2019, actualmente en
38% anual) se suman a la larga lista de problemas que aqueja a la Argentina. Y
resolver el gran cuello de botella de la deuda se ha convertido en el primer
escollo de la actual administración para recomponer las expectativas, tan
golpeadas en los últimos tiempos.
Mientras tanto,
marzo hizo trizas, postergando prácticamente, las pocas probabilidades de
vislumbrar cierta y leve recuperación de la economía sobre el cierre del
corriente año, que según el Relevamiento de Expectativas de Mercado proyectan una caída del PBI del 1,2%, menor que la recientemente
publicada por el Indec respecto del año anterior.
El Merval se
derrumbó 30,3%, destacándose las caídas de YPF 47,6%, Grupo Financiero Galicia
43,6% y Banco Macro 40,5%, como las principales bajas, mientras que el promedio
de las restantes empresas dentro del panel principal fue de 26% de pérdida.
Las ADRs (acciones
argentinas que cotizan en la Bolsa de Nueva York) mostraron caídas promedio de
32,5%, sobresaliendo Despegar 52,7%, Banco Supervielle 41,8%, Banco Francés
35%, además de las mencionadas a nivel local que repitieron guarismos
similares.
El índice de riesgo
país aumentó 73%, cerró la semana en 3.884 puntos básicos, y los bonos públicos
en pesos y dólares cayeron en promedio 15% y 32%, respectivamente.
El mundo no se
quedó atrás, el Dow Jones, S&P y Nasdaq presentaron caídas del 13%, Bovespa
del 38,6%, IBEX (Bolsa de España) del 22%, el DAX alemán fue de 16%, el barril
de petróleo Brent y WTI con mermas histórica del orden del 53% cada una.
Entre empresas
emblemáticas internacionales sobresalen Boeing con abrupta disminución del 45%,
Fiat Chrysler 42%, Bank of America 27%, JP Morgan 22,5%, Goldman Sachs 23%,
American Express 22%, entre otras.
Claramente el
coronavirus está haciendo estragos en los mercados financieros y bursátiles,
además de tener impactos fuertemente negativos en la economía real mundial en
su conjunto.
El primer país
golpeado fue China (origen del virus) que mostró un declive durante
febrero en el sector industrial de 13,5% interanual, en ventas minoristas de
20,5% e inversión con una baja histórica del 24,5% interanual.
El segundo bloque
en cuanto a caída de la economía real se centralizó, y continua, en Europa y ha
comenzado en Estados Unidos. El PMI (Purchasing Manager´s Index) muestra el
nivel de actividad privada previendo caídas impactantes del orden del 31,4% en
la Eurozona y del 40% en Estados Unidos (según la reciente publicación de IHS
Markit).
América Latina es
quien está comenzando a sentir fuertemente el efecto dominó de China, Europa y
Estados Unidos. La Cepal estima una contracción del PBI de 1,8% para 2020,
con bajas en los servicios turísticos de los países del Caribe, caída en los
precios de las materias primas, mayor aversión al riesgo e interrupción de la
cadena de valor global.
Dichos
efectos impactarían en un aumento de 10 puntos porcentuales en el
desempleo (de 185 a 220 millones de personas) y de la pobreza extrema de 67,4
millones a 90 millones de personas.
La Argentina, cuyo
perfil exportador tiene como destinos principales China y Brasil, claramente se
verá fuertemente resentido, implicando menores ingresos de dólares, no sólo por
menores precios internacionales sino por menores colocaciones de la producción
nacional.
Respecto a la
actividad económica que se encuentra diezmada, y con el esfuerzo del Gobierno
actual con las más de 35 medidas orientadas a emergencia sanitaria,
regulaciones de precios máximos, ingreso familiar de emergencia, congelamiento
de alquileres, suspensión de aumentos de cuotas de hipotecas, pago por única
vez a monotributistas, tasas al 24% anual para acceder a préstamos para pagar
sueldos, entre otras, se espera que el PBI del presente año multiplique su
caída (no menos del 3%), implicando cierres de pymes y pérdidas de empleo.
Es decir, con el
paquete fiscal de alrededor del 1,1% del PBI para combatir el lado económico de
la COVID-19, donde básicamente existe un aumento del gasto público, cabe
preguntarse si será suficiente para compensar las pérdidas incalculables en
toda la economía.
El desafío futuro
es que la combinación probable de menores ingresos y mayores necesidades de
gasto para hacer frente a la emergencia podría complicar aún más el frente
fiscal y con ello la negociación de la deuda. Dicho de otro modo, cuanto
mayor sean los costos fiscales para suavizar la recesión, más difícil será el
proceso de negociación de la deuda, primer objetivo del gobierno en su asunción
al poder.
(*) El autor es
Economista Jefe del Centro Regional de Estudios Económicos de Bahía Blanca,
Argentina Fundación Bolsa de Comercio de Bahía Blanca
|