Por Pablo Wende - Los bonos
argentinos no escaparon al pésimo clima que se vivió en los mercados globales,
pero que se profundizó luego de que la Organización Mundial de la Salud
declarara al coronavirus como una “pandemia”. El riesgo país quedó al
borde de los 3.000 puntos básicos y varios títulos llegaron a perforar los USD
35, reflejando el temor de los inversores sobre el resultado de la
reestructuración que se avecina. Las caídas llegaron en algunos casos a superar
el 5%.
La baja de los
bonos argentinos no fue aislada ni mucho menos. Sufrió la deuda corporativa
considerada de alto riesgo en Estados Unidos y también los bonos emergentes. El
temor de los inversores es que la posible recesión global venga de la mano de
una gran retracción del crédito, lo que perjudicaría notablemente a empresas y
también a países percibidos como más riesgosos. Obviamente la Argentina se
encuentra en una situación de extrema fragilidad y se ve más afectado que el
resto por estos golpes.
No es un dato menor
que algunos títulos hayan cerrado en niveles de USD 33 y USD 34, sobre todo
aquellos de plazos más largos. Hubo caídas muy significativas que afectaron
especialmente a los títulos de más corto plazo en dólares. En cuestión de
un par de semanas, el riesgo país pasó de poco más de 2.000 hacia los 3.000
puntos. Si bien ninguno de estos valores le permite al Gobierno acceder a
financiamiento, en cambio sí marca un deterioro en relación a lo que podría
ocurrir con el futuro canje de deuda.
Claramente la
crisis desatada por el coronavirus y el derrumbe del petróleo generaron un
deterioro en las expectativas vinculadas con la reestructuración que se
avecina. En un contexto de fuerte aversión al riesgo, parece todavía más
difícil que se pueda llegar a un acuerdo rápido con los acreedores. Es un hecho
que las negociaciones se extenderán mucho más allá del 31 de marzo propuesto
inicialmente por el ministerio de Economía, a cargo de Martín Guzmán.
Pero además todo
indica que los inversores estarán cada vez más reacios a aceptar una propuesta
agresiva por parte del Gobierno. El tema no pasa sólo por las quitas o
período de gracia que se pueda proponer, sino también con la tasa de descuento
a la que cotizarían los nuevos títulos. En un clima muy malo, esa tasa
sería mucho mayor que en un escenario favorable, lo que representa una pérdida
adicional para los acreedores.
Otro aspecto que
los fondos de inversión observan con recelo es que será más difícil para el
gobierno retomar el crecimiento económico, que es la condición que expresó el
presidente Alberto Fernández para volver a pagar. De hecho, para este año se están revisando a la baja los pronósticos, que
marcan una caída todavía mayor de la actividad económica para este año.
El calendario que
se había propuesto Guzmán para la renegociación de la deuda se viene cumpliendo
prácticamente al pie de la letra. Pero ahora se aproxima la etapa más difícil,
que es la negociación con los acreedores. Ahora se espera un proceso mucho
más duro y al mismo tiempo prolongado, por lo que el actual escenario de
“virtual default” podría prolongarse en el tiempo.
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