Por Virginia Porcella - El proceso de reestructuración de la deuda entró en una etapa
definitoria, tras la visita la semana pasada de los fondos de inversión,
tenedores de los bonos cuyas condiciones se busca renegociar. Está claro a esta
altura que no se podría cumplir el cronograma inicialmente establecido por el
Ministerio de Economía, según el cual a fin de mes estaría cerrada la operación
por lo cual, ahora, el ministro Martín
Guzmán junto con el asesor financiero, Lazard, y los bancos
colocadores, Bank of América y HSBC, prevé lanzar una primera propuesta en la
última semana de marzo.
Según fuentes del mercado los términos que incluiría esa oferta generan
honda preocupación entre los inversores, quienes ahora esperan una propuesta
que implique valores por debajo de las cotizaciones actuales del mercado. En medio de la negociación, en Economía
no quisieron hacer comentarios sobre los tiempos, pero otras fuentes oficiales
confirmaron que la oferta será “brava”.
Trascendió, incluso, que la exit
yield que se desprende de los borradores de Guzmán, insinuado en el
encuentro con los acreedores, se ubica en torno a 3%, lo que haría inviable
según los propios fondos y analistas del mercado un avance razonable de las
negociaciones.
Los antecedentes más
cercanos en procesos similares de reestructuración registran una exit yield –la tasa que rinden los
nuevos bonos tras el canje– de 10% a 12%, aunque el bajo nivel de tasas
actuales permitiría aceptar varios puntos por debajo de eso. Sin embargo, el
nivel planteado “sería inaceptable para empezar hablar. Con 3%, ni se sientan a
discutir”, sostuvo una fuente cercana a los acreedores que
participaron de la misión al país.
De ahí la pésima reacción de los bonos argentinos el viernes en el
mercado, en un contexto marcado por la incertidumbre global que genera el
impacto económico del coronavirus. Sin embargo, pese al intenso malhumor con el
que se fueron de Buenos Aires y los duros comentarios que expresaron respecto
de Guzmán, su equipo y estrategia, los
tenedores de la deuda argentina creen todavía en la vocación del presidente
Alberto Fernández de evitar el default. Por eso, buscarán
nuevamente en los próximos días tender puentes de diálogo por canales políticos
para intentar hacerle llegar el mensaje a Fernández: es esperable una primera
oferta agresiva y hay predisposición para negociar pero una propuesta
excesivamente hostil, aun en la fase inicial, conllevaría grandes riesgos. El
principal, derrumbar los precios actuales de los bonos hasta llevarlos al
umbral atractivo para los “fondos buitre” –hoy con posiciones acotadas a
determinados títulos– y frustrar así las chances de un arreglo relativamente
rápido. Esto es, durante abril, a más tardar principios de mayo.
Con esa intención,
por caso, se reunieron con el diputado Sergio Massa y también sondearon la postura del presidente
del Banco Central, Miguel Pesce.
Igual que con Guzmán, también las gestiones en el BCRA habrían sumado más
inquietud que tranquilidad.
Para completar el cuadro, el conflicto con el campo, de desenlace
todavía incierto, ensombrece aún más el panorama. No solo por los eventuales
impactos macroeconómicos, en principio menores, pero por el impacto política: de
volver a una situación de fuerte confrontación con el campo, la lectura del
mercado será que avanzan en el Gobierno las posturas más radicalizadas también
en la gestión económica. Aunque resulte anecdótico, a la
sorpresa que causó en el mercado la designación del HSBC como banco colocador,
(la entidad supo tener pésimos vínculos con el kirchnerismo en la anterior
gestión) sobrevino el gesto risueño de muchos operadores cuando se enteraron de
los reproches desde el Instituto Patria a los funcionarios de Economía.
En cualquier caso, lo cierto es que en el mercado hay también quienes
hacen otra lectura: es el inicio de la etapa clave de la negociación y no
debería sorprender que desde el Gobierno hasta amenacen con no pagar. De hecho,
en los últimos días se repite el argumento de “se pagará a los que acepten y
los que no, que se queden afuera sin cobrar”. Sin lograr los mínimos de
aceptación que exigen las cláusulas de acción colectiva (CACs), de 66% u 85% de
los montos involucrados según los bonos, esa decisión es equivalente a caer en default. Y,
aunque con dudas, los acreedores están por ahora convencidos de que Alberto
Fernández quiere evitarlo.
Por lo pronto, se espera el decreto oficial que de el puntapié oficial
al comienzo de la reestructuración.
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