Sábado 12 - Por Fernando Gutiérrez - La escena se repite
cada vez con más frecuencia en las salas de reuniones de ejecutivos de los
bancos argentinos: se plantea la preocupación por cómo el dinero
de los depositantes se canaliza cada vez más hacia el sector público y menos al
crédito privado. Y ya se hacen ejercicios de simulación para saber qué tan
golpeado quedaría el negocio si ocurriera un "reperfilamiento" más o
menos compulsivo de títulos de deuda.
Ya no es raro
escuchar la expresión "activos tóxicos" en referencia a bonos del
Tesoro y a las Leliq del Banco Central. Y algunos de los bancos empezaron a
tomar medidas defensivas para moderar el riesgo de un evento de crisis vinculado con la deuda.
El sistema financiero ya tiene un stock de deuda del
Tesoro que, si se lo convierte al tipo de cambio oficial, equivale
a u$s120.000 millones. Además, tiene en su poder otros u$s55.000
millones en las Leliqs del Banco Central. Para tener una referencia, esos
papeles de deuda en poder de los bancos son el séxtuple de la base monetaria y
más del cuádruple de las reservas brutas del Banco Central.
Es ante esa situación que se está instalando en el mercado financiero el
debate sobre cuánta más deuda pública pueden tener los bancos en sus
carteras y si se está pasando el límite de lo prudente. Aunque hoy la
situación sea diferente, es inevitable que se genere el reflejo defensivo ante
el recuerdo de otros momentos de la historia reciente en que los bancos
quedaron demasiado expuestos a un sector público con problemas financieros.
"Hablamos
de esto todo el tiempo, y seguramente la preocupación por los activos tóxicos
irá creciendo a medida que nos acercamos al momento electoral. Es cierto
que prestarle al Tesoro implica un riesgo, no es lógico que el gasto
público se financie con el dinero de los depositantes, lo lógico es que el
Gobierno vaya al mercado a buscar inversores que quieran prestarle, pero
estamos en un momento particular", comenta un ejecutivo de uno de los
bancos privados que se ubican en el top five de captación de depósitos.
Los bancos toman medidas defensivas
En
estricto off the record por lo delicado del tema, el ejecutivo cuenta
que todos los bancos hacen números suponiendo que se
produzca un canje compulsivo de bonos por parte del Tesoro, y deciden
medidas defensivas en consecuencia.
"No consideramos imposible que haya un evento de este tipo con los
bonos. En cambio, que haya un reperfilamiento de las Leliq es
algo para nosotros inimaginable, eso sí que sería un escenario de
catástrofe, porque habría que explicarles a los depositantes que su dinero, que
estaba colocado en un papel que vencía en un mes, de golpe quedó en un título
con vencimiento a largo plazo", agrega.
Y hace hincapié en que, desde el punto de vista de los bancos, no
es lo mismo prestarle al Banco Central -que por definición es el de menor
riesgo al tener la capacidad de emitir pesos- que al Tesoro -que
recauda pesos del cobro de impuestos y financia el gasto público-. Es algo que
se evidencia en el diferencial de tasas: mientras el Tesoro paga un
interés de 87% para algunos bonos, 12 puntos más que lo que dejan las Leliq.
Es por eso que, entre las primeras medidas defensivas que tomaron los
bancos con políticas más conservadoras está la reducción del ratio entre
colocaciones del Tesoro y el BCRA. Las entidades de capital extranjero, que
suelen ser más reticentes al riesgo soberano, ya redujeron su exposición al
Tesoro, que representa la cuarta parte del dinero puesto en letras del Central.
Una señal de esta mayor cautela se pudo ver en el último intento de
canje de bonos al que convocó la Secretaría de Finanzas: ante el
vencimiento de títulos a pagar en noviembre y diciembre, se ofrecieron bonos
duales -es decir, con cobertura simultánea contra la inflación y la
devaluación- a vencer en septiembre del año proximo. Se logró una adhesión del
61,4%, equivalente a $931.000 millones, una cifra que no estaría mal si no
fuera por un detalle: prácticamente
todo el canje fue protagonizado por acreedores estatales, mientras los privados
se mantuvieron al margen y prefieren hacerse de los pesos.
Otra medida que ya se está tomando en los bancos más asustados por la
situación es el rechazo a los depósitos mayoristas, los de las grandes
empresas. Suena contradictorio que un banco no quiera recibir dinero, pero en
la Argentina de hoy eso es sinónimo de problemas: como hay baja disposición del
sector privado a tomar crédito, ese dinero inexorablemente termina yendo a
títulos públicos.
Pronósticos pesimistas
¿Es exagerado el temor que se expresa en la city financiera? Los
expertos aseguran que no. Después
de todo, fue hace apenas cinco meses que se produjo la gran caída de precios de
bonos que obligó al Banco Central a intervenir, comprando los papeles. No fue
gratis, claro: hubo que emitir unos $300.000 millones para detener el desplome
de los bonos.
En ese momento, empezaron las acusaciones cruzadas entre funcionarios
con políticos opositores y economistas de bancos de inversión: del lado del
Gobierno acusaban de espantar a los inversores con versiones sobre un default
de la deuda en pesos, mientras que en la vereda de enfrente respondían que los
títulos caían por las inconsistencias del programa económico.
Lo cierto es que hace apenas un mes se produjo otro mini
temblor se produjo otra venta masiva de bonos, lideradas por fondos de
inversión del exterior. Eso obligó otra vez al Banco Central a ponerse el traje
de bombero, mediante la compra de papeles, que
algunos economistas estiman en u$s147.000 millones.
Después de cada salvataje, el organismo que dirige Miguel
Pesce retira pesos del mercado, para atenuar el efecto inflacionario. Y lo
hace mediante la emisión de Leliqs, que acaban de pasar otra barrera
psicológica: ya son más de $9 billones, una cifra que duplica la base monetaria.
La famosa "bola de Leliqs" fue minimizada por el propio Pesce
en su reciente paso por el Congreso para hablar sobre las proyecciones
económicas del presupuesto. Pero el mercado no tiene la misma opinión: ve cómo
solamente por el pago de intereses se inyectan cada mes unos $440.000 millones.
Pero, sobre
todo, lo que preocupa es la dinámica a futuro: el ministro Sergio Massa deberá
enfrentar el año próximo un calendario de vencimientos de
bonos del Tesoro por $10 billones.
Es así que, en las últimas semanas, están abundando los reportes que advierten
sobre el creciente riesgo ligado a la deuda en pesos.
Por ejemplo, una de las principales administradoras de
fondos, Consultatio, advirtió sobre los "signos de fatiga" en la
deuda en pesos. Y argumenta que el Gobierno se enfrenta a un problema: los
remedios que le permitieron en junio pasado superar el temblor financiero, ya
no pueden ser aplicados con el mismo resultado.
"Las dificultades para endeudarse en 2024 son inquietantes",
indicó, por su parte, la consultora 1816, que hace notar que la mitad de
las obligaciones por vencer está en manos de inversores privados, lo cual dificulta
los habituales canjes con los acreedores intra-estatales.
¿Los bancos ganan si caen los depósitos?
Los propios bancos admiten que las medidas preventivas que están tomando
no son una solución de fondo, sino apenas una forma de morigerar el impacto de
un eventual reperfilamiento de la deuda soberana. Pero dicen que sí existiría
una "salida virtuosa", que hoy no está a la vista: una suba
en el crédito al sector privado.
"Nuestro
problema no es, como creen algunos, que no hay préstamos a las empresas o al
consumo porque nosotros le damos muchos pesos al sector público. Es al revés,
como nadie quiere tomar crédito, no tenemos más remedio que poner esa plata en
Leliq; lo haríamos igual aunque el Banco Central nos diera una tasa más baja,
porque no podemos tener la plata quieta", explica el ejecutivo del banco
grande.
En otras palabras, lo que lleva a la sobreexposición al riesgo público
es el nivel récord de liquidez del sistema, que con un 70,9% ya duplica
los parámetros de los "años normales". Que la liquidez sea un
problema es una explicación difícil de asimilar, por contraintuitiva: se suele
asociar la liquidez a la solidez del sistema y no a una situación problemática.
Sin embargo, en
este momento raro de la Argentina, los bancos admiten que si tuvieran un bajón
en sus depósitos no sólo no sufrirían sino que hasta verían oxigenadas sus
carteras, al poder bajar los niveles de compra de Leliq. Admiten, claro,
que el "lado B" de esa situación sería un caos
macroeconómico, porque todos esos pesos que salieran de los bancos tendrían un
destino manifiesto: la compra de dólares.
Es por eso que el Central obliga a los bancos a mantener un alto nivel
de remuneración para los plazos fijos. "Si no fuera por eso,
nosotros ofreceríamos una tasa mucho más baja, y así también cobraríamos
menos por los créditos", afirma el ejecutivo.
Lo cierto es que el Banco Central prioriza el hecho de que los pesos
estén depositados, aunque el costo a pagar sea la especulación del
"carry trade", un elevado costo en Leliq y un bajo
nivel de crédito a los privados.
Es un tema que está levantando la temperatura del debate. Cuando la bola
de Leliq superó los $9 billones, el economista Ramiro
Castiñeira alertó: "El BCRA debería tener prohibido emitir deuda
remunerada. Pero la heterodoxia argentina no está preparada para esa discusión.
No importa el color, todos emiten y luego se preguntan por qué hay inflación.
Esta bomba ya explotó en 1989, en 2018, y en breve explotará nuevamente".
Lo cierto es
que ya hay indicadores inquietantes sobre un agotamiento de la política de
deuda. Aunque los depósitos están en niveles altos, la duración promedio está
cayendo por debajo de los 60 días. Un reporte de la consultora
LCG no duda en calificar esa situación como síntoma de
desconfianza y de vulnerabilidad del sistema financiero.
Entre los
principales problemas que generan esa aprensión del mercado, apunta "la
incapacidad de mostrar solvencia y voluntad de pago del Tesoro".
"Esto genera que el gobierno se enfrente a un evento crediticio en
caso de no hacer una transición ordenada desde el 2023 al 2024. La estrategia
de descomprimir vencimientos mediante canje no se puede hacer a un horizonte
mayor a 9 meses sin algo de previsibilidad de lo que pueda suceder en 2023 y
2024", añade la consultora.
¿Y el crédito?
Acaso lo más paradójico de esta situación es que los bancos alegan que
en este momento sus préstamos al sector privado son a pérdida, porque se cobran
tasas que no compensarán la inflación. Aun así, el nivel de crédito no
para de caer: con el 3,5% negativo de octubre, se sumaron cuatro meses
consecutivos de disminución de los préstamos. Y la caída alcanzó tanto al
segmento de consumo como al de las empresas.
Un informe
de Salvador Di Stefano traduce la situación en términos de
plata: los préstamos suman $6,4 billones, sobre un total de depósitos de
16,5 billones. Y la tendencia es que ese porcentaje -hoy en 38%- se siga
achicando, dado que mientras el crédito crece a una tasa de 71,8% anual, la inflación
va muy por encima.
Tal como están las cosas, ambas puntas del mercado parecen
imposibilitadas de conectarse. De un lado, la Cámara Argentina de la
Mediana Empresa publicó una encuesta que revela que un 59% de los pequeños
emprendedores se encuentra con requisitos imposibles de cumplir, que de hecho los dejan fuera del
mercado. Y planteó la necesidad de una ley específica que garantice el
acceso de las pymes al crédito.
Del otro lado, los bancos se quejan de que no logran prestar el dinero
por desinterés del mercado, a tal punto que están empezando a rechazar
depósitos para no tener que seguir dándole plata al Gobierno. Otra situación
tragicómica de la Argentina con inflación de tres dígitos.
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