Por Claudio Zlotnik - Ayer, Coldplay puso fin al ciclo de diez
estadios de River "sold out", pero los problemas de la Argentina
siguen siendo los mismos. Atrás quedó la euforia de los fans por conseguir
tickets, el lanzamiento del "dólar Coldplay" con el objetivo de
cuidar las reservas y que a los empresarios del espectáculo no les resulte tan
barato la organización de shows que le sacan
divisas al Banco Central.
Ni el
"dólar Coldplay" ni el "dólar Qatar" -que ya cotiza a $333,
un 15% por arriba del dólar blue- logran frenar la pérdida
de reservas del Banco Central.
La tendencia negativa -que se había revertido durante septiembre por el
dólar soja y quedó disimulada también en octubre- se exacerbó en las últimas
jornadas.
Este martes, el BCRA se desprendió de u$s145 millones. Desde que empezó
el mes, las ventas netas de la autoridad monetaria ya
totalizan u$s535 millones.
Está claro que se trata de una dinámica insostenible, que el Gobierno
debería revertir más temprano que tarde si quiere evitar una devaluación
brusca.
La escasez de dólares, ¿cambia la agenda?
Desde que Sergio Massa asumió en el Palacio de Hacienda, se enfocó en
una agenda bien prolija, que sacase
del medio la posibilidad de un estallido de la economía.
Al revés que Martín Guzmán, el actual ministro priorizó la suba de las
tasas de interés -a las que dejó en terreno positivo, tal cual pidió el FMI-;
también ordenó el mercado de pesos y avanzó con la quita de subsidios a las
tarifas de los servicios públicos.
También hubo un alineamiento sin cortocircuitos con el Banco Central. De
hecho, la emisión monetaria se encarriló en función del acuerdo con el FMI.
Esa agenda
llevó calma al mercado cambiario, aunque no alcanzó para achicar
sustancialmente la brecha, que se mantiene
cerca del 90% entre el CCL y el dólar mayorista.
Esa brecha, si bien inferior a la que existía cuando Massa llegó al
Ministerio, todavía luce muy atractiva para quienes pueden acceder al mercado
oficial. Es lo que se está percibiendo ahora. Ni siquiera alcanza con las
distintas restricciones que se impusieron para las importaciones, pasando un
lote cada vez más amplio con licencias no automáticas (LNA).
La pregunta, ahora, es si el Gobierno va a reforzar algunas medidas
restrictivas. O si apela a otros caminos que por ahora no fueron explorados.
¿Nuevas medidas?: algunas opciones sobre la
mesa
A diferencia de lo decidido en septiembre, ahora el Gobierno no tiene a
mano instrumentos "a medida" que le sirvan para frenar la salida de
divisas.
No hay "dólar soja'' a la vista. Ni "dólar trigo", ya que
una medida así impactaría de lleno en el precio de la harina y de los
subproductos.
¿Entonces? Lo primero que podría hacerse sería aplicar un
torniquete más duro sobre las importaciones. Sin embargo, una medida de ese
tipo tiene contraindicaciones muy precisas: con el rechazo de las
importaciones, los precios de los productos tienden a exacerbarse, tal
como sucedió en julio último cuando Guzmán bloqueó operaciones y la inflación
se disparó.
No hay mucho misterio al respecto.
¿Hay margen para un "plan de
shock"?
La otra
cuestión es si, en un contexto donde -otra vez- la pérdida de reservas toma
impulso, el Gobierno apelará a un
plan de emergencia, en el que se contemple un programa de estabilización.
Después de contemplarlo apenas asumió, Massa dejó de lado esa opción.
Gabriel Rubinstein, número dos en Economía, descartó esa posibilidad hace
algunos días, cuando pasó por el Senado a defender el Presupuesto 2023.
La puesta en marcha de una medida extrema requeriría de un amplio
apoyo político en el Frente de Todos, algo que por ahora no parece aplicarse.
Quienes creen que lo mejor para este momento sería un "plan de
shock" apuestan a que, bajo la incertidumbre actual -guiada en la falta de
dólares en el Banco Central- no hay meta fiscal ni plan monetario que pueda
doblegar esas pobres expectativas.
Que lo que se requiere es una salida más eficiente, más sólida, que se
enfoque en un objetivo de desaceleración inflacionaria y en
la entrada de divisas a las reservas del BCRA.
El "problema" de un posible plan de shock radica en que
requeriría de una devaluación. O de, al menos, una
indisimulable aceleración del "crawling peg", las
minidevaluaciones diarias que lleva a cabo el Banco Central en el mercado
oficial.
Los límites políticos
Consultados
para esta nota, referentes del Frente de Todos descartan que Massa vaya
por este camino de shock, a esta
altura. Que si no fue el camino elegido cuando asumió, hace ya 100 días, ahora
ya no tiene margen para aplicar una devaluación.
"Se perdió tiempo. Ahora nadie podría asegurar que el Gobierno
llegaría competitivo a las elecciones si aplicara una devaluación en este
momento", analiza un economista del FdT.
Obviamente, la traba principal para decidirse por una devaluación surge
del efecto inicial de esa medida es una aceleración en el alza de los precios.
En especial, de los alimentos. De todas formas, si el proceso se agrava y
el BCRA sigue perdiendo reservas, el Gobierno podría verse forzado por la
realidad.
El escenario luce complicado, con una sequía por delante y una deuda
en pesos que sigue en ascenso y que precisa de un esquema muy estable para
que el mercado siga refinanciando los vencimientos. Más aun, durante el
año electoral que ya está a la vuelta de la esquina.
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