Por Carlos Burgueño - Aunque
saben que es un dato que no habilitará celebraciones, y mucho menos
conformidad, dentro del equipo económico y el Banco Central se defiende una
frontera considerada técnica y psicológicamente clave. Según los hombres y
mujeres de Sergio Massa y de Miguel Pesce, juntos o separados, el alza del
Índice de Precios al Consumidor (IPC) para todo el año se mantendrá en los dos
dígitos porcentuales. Los cálculos sobre la evolución de la inflación esperada
para el último trimestre del año mostrarían para el Palacio de Hacienda y el
Central un nivel de entre 95% y 98%, lo que implicaría un incremento
indefendible y alarmante, pero no superaría la barrera de los tres dígitos.
Para las dos dependencias públicas no es un dato menor. Vienen
observando, especialmente el Central, que el alza esperada de todas las
consultoras y bancos privados se acomodan bastante por arriba del 100%. Incluso
apostando por un incremento superior al 110%. Sin embargo, desde las oficinas
públicas, se toman en cuenta otros datos basados en la evolución de los precios
de agosto y septiembre, los que aún con incrementos importantes; vienen con
presión a la baja. Para los cálculos oficiales, sólo de continuar la tendencia
de ese bimestre, el índice de precios que mide el INDEC debería mantenerse por
debajo del 6,2% del mes pasado, comenzar a acercarse al 5% en octubre, quizá
perforar ese porcentaje en noviembre, y eventualmente volver a subir en
diciembre (mes siempre de recalentamiento de precios), pero sin superar el 6%
final para el último mes del año. Si esto ocurriera, la suma porcentual se
ubicaría más cerca del 18% que del 20%, y el acumulado final permanecería en
los dos dígitos.
Cerca del massismo afirman que para que la proyección se haga realidad,
debería hacer lo suyo el plan Precios Justos, controlar la suba de tarifas y
que los incrementos de combustibles estén por debajo del 7% en el último
trimestre del año. La creencia arraigada en Hacienda, es que el nivel de suba
de precios de 7% mensual en el tercer trimestre del año, se debió más a un
shock especulativo sobre la evolución monetaria y cambiaria que a un reflejo
serio de la realidad de la estructura de precios. Reconocen, además, que no
ayudaron las circunstancias políticas dentro del oficialismo a partir de la
renuncia de Martín Guzmán y las tres semanas de intento de gestión de Silvina
Batakis; días bombardeados por la interna del oficialismo que casi lleva al
país a una corrida terminal. La llegada de Massa, por el contrario, logró
cierta estabilidad en los frentes fiscal, monetario y, especialmente,
cambiario, con lo que la reducción de los dos puntos porcentuales de
crecimiento que obedecen a cuestiones meramente especulativas, debería ceder.
La posibilidad de los dos dígitos de inflación para este año tiene un
padrino importante. El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su último
informe World Economic Outlock (WEO) publicó las perspectivas de la economía
argentina para cerrar 2022, con una medición de 95% de inflación para este año;
junto con un crecimiento de 4% final. Como el mismo trabajo incluía críticas y
advertencias sobre la marcha del acuerdo vigente, consideran en Hacienda que
los datos positivos también deben ser tomados como creíbles por el mercado
local.
Mientras tanto, en la relación entre el FMI y Economía las partes se
toman en estas semanas un respiro hasta terminar de elaborar los términos de la
próxima misión del organismo. Según los cronogramas habituales, esta debería
concretarse en noviembre y el caso argentino terminar de cerrarse antes de fin
de año, con los datos del tercer trimestre como objeto de fiscalización. Para
Massa y su equipo, las perspectivas deberían ser positivas; con lo cual
insistirá en una metodología cómoda para las dos partes: que los controles se
ejecuten vía zoom entre Buenos Aires y Washington, y que sólo al final de la
auditoría (con la aprobación acelerada) haya contactos personales.
Probablemente con algún viaje de fin de año de Massa a Estados Unidos.
La idea de sostener el esquema planteado para estas dos misiones tiene
una intencionalidad política detrás: evitar la imagen de funcionarios del FMI
circulando por oficinas públicas de todo tamaño e importancia, mostrándose
fiscalizadores y tomadores de exámenes de los diferentes hombres y mujeres con
responsabilidades económicas, monetarias y financieras. |