Por
Jaime Rosemberg - El objetivo es muy claro: si hay diferencias, que no se
noten, o, al menos, que se noten lo menos posible. Por orden del presidente
Alberto Fernández, distintas espadas del Gobierno y la Cámara de Diputados
negocian con Máximo Kirchner y otros representantes del cristinismo para “bajar
el tono” y suavizar críticas, para evitar que la grieta en el oficialismo quede
expuesta en el debate del acuerdo con el FMI.
En
un clima que cerca del Presidente definen como de “tensa calma”, el ministro
del Interior, Eduardo de Pedro; el titular de la Cámara de Diputados, Sergio
Massa, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, fueron algunos de los que,
según pudo saber la nacion, agotaron sus celulares y hablaron con el exjefe del
bloque de diputados.
Emilio
Pérsico y Fernando “Chino” Navarro también conversaron del tema con el hijo de
Cristina Kirchner, con resultados no demasiado alentadores. “Máximo estuvo
enojado al principio, luego bajó los decibeles y ahora deja trascender que
subió el tono de nuevo”, comentó una fuente oficialista al tanto de los
diálogos privados que buscan frenar el día después, que incluirá “tapas de los
diarios y portales hablando más de las diferencias que de la aprobación del
acuerdo”, según teorizaron desde otro despacho.
Para
el Presidente, conseguir la aprobación sin sobresaltos es prioridad número uno.
“Hay buen diálogo [con el cristinismo]”, afirmaron muy cerca de él, aunque las
espadas oficialistas en el Congreso advirtieron que lograr discursos con menos
dosis de rechazo “no será fácil”, ya que “al recinto siempre lo invade la
pasión”.
Tampoco
ayudó la difusión de un borrador reservado del acuerdo con el FMI, conocido por
miembros del oficialismo y medios cercanos al Gobierno. “Confirma nuestras
presunciones: el acuerdo es malo –anticipa un diputado kirchnerista–. Nosotros
todavía no definimos qué postura vamos a adoptar, esperaremos al texto
definitivo”. El lunes, el Presidente debió desmentir que el acuerdo incluyera
recortes de jubilaciones docentes, pero reconoció que se apunta a los regímenes
de jueces y diplomáticos.
De
todos modos, y mientras Guzmán sigue afinando el texto final (las tarifas
siguen siendo el punto de discordia), el Gobierno confía en que sea una sesión
“más o menos tranquila”, con abstenciones de los diputados y senadores del
kirchnerismo duro, pero con quorum asegurado y apoyo de buena parte de Juntos
por el Cambio en ambas cámaras. “El silencio de Cristina es muy bueno”, comentó
otra espada oficialista, aunque nadie se atreve a afirmar que la vicepresidenta
no haga uso de sus temidas cartas.
La
amistad entre De Pedro, hoy más inclinado a aprobar el acuerdo, y Máximo
Kirchner es otro lazo que acerca a las partes, aunque nada garantiza que no
aparezca algún discurso inflamado o un portazo impredecible. “Con el acuerdo
festejamos dos días; al tercero, explotó todo”, recordó un ministro albertista
que no se confía.
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