Por Sergio Chouza - La debilidad de la
posición macro y financiera no es nueva, pero se nota aún más en un contexto
tenso con el FMI. Ocurre
que Argentina llegó al cierre de la negociación con reservas netas casi
nulas, a pesar de haber registrado un superávit del comercio exterior muy
significativo en los últimos dos años. Esos dólares se aplicaron
para múltiples usos. En última instancia todo responde a una
decisión de política económica. Siempre se podrían implementar estrategias para
limitar las erogaciones. Todo tiene eventuales pros y contras.
El
superávit comercial del bienio 2020/21 ascendió a U$S
27.280 millones, una cifra muy significativa que representa alrededor de
3,2 puntos del PBI. Un debate frecuente hoy tiene que ver con el destino de los
dólares del comercio. Tras casi dos años de negociación con el FMI, nuestro
país llegó a etapa de definiciones sin haber mejorado su stock de reservas y,
por ende, sin posibilidad alguna de afrontar un eventual período de atrasos
como sí había ocurrido durante la negociación de los años 2003/5.
Reconstruyendo
las aplicaciones de los dólares en estos años, primero se debe observar que el
saldo de cuenta corriente es menor que el comercial, dado el déficit crónico de
nuestro país en servicios. Al respecto siempre se puede
desincentivar por la vía regulatoria, cambiaria o impositiva, pero en última
instancia la salida virtuosa del laberinto es promover la exportación de
servicios.
Otras
fisura en la posición de reservas tienen que ver con el stock de deuda privada. En los
dos últimos años se pagaron más de U$S 6.800 millones,
considerando tanto el financiamiento comercial como los créditos financieros.
Cabe resaltar que el stock total de la deuda privada había aumentado 45% entre
los años 2017 y 2019.
Por
la debilidad actual de reservas surgen voces que cuestionan un posible exceso
de ‘laxitud’ en el uso de los dólares, que se podría haber evitado. Por caso,
en materia de deuda privada el BCRA impulsó en septiembre 2020 una regulación
que exige a las empresas refinanciar por lo menos un 60% de los vencimientos de
capital. Una pregunta válida es si se podrían haber limitado pagos de forma más
estricta, por ejemplo vedando totalmente acceso al mercado de cambios para pago
de deuda privada. Las posibles consecuencias serían:
Más
presión sobre las cotizaciones alternativas de dólar, por más empresas teniendo
que salir a comprar dólar CCL.
Mayor
rigidez sobre las condiciones financieras futuras para las empresas.
Deterioro
de su situación económica, dado un aumento (imprevisto) del costo por el
financiamiento ya incurrido.
Otro
aspecto crítico tiene que ver con los servicios de la deuda pública. También se
ha planteado la inconveniencia de haber realizado los pagos correspondientes al
programa 2018 con el FMI, lo cual se puede leer como ir negociar con menor
fortaleza.
Lo
cierto es que del total de desembolsos más de la mitad fueron pagos de
intereses (al Fondo pero también a otros multilaterales). Solo se hicieron tres
pagos de capital al FMI, usando sus propios DEGS.
¿Podrían
haberse evitado las erogaciones por deuda? Difícilmente los pagos a otros
organismos y bilaterales. Los del FMI recién tuvieron lugar desde septiembre
2021, cuando el derrotero de reservas ya estaba jugado y las negociaciones muy
avanzadas.
Un
último punto no menor tiene que ver con el uso de una porción de reservas para
dar formación de activos externos (FAE) al sector privado, con el propósito de
apaciguar tensiones cambiarias a través de dos canales: el dólar ahorro y la
intervención en los mercados financieros. ¿Habría posibilidad de evitar erogar
total o parcialmente esos dólares? Seguro que sí, pero tampoco
exento de contrariedades. Dejar de alimentar la FAE (en sus dos modalidades)
iba a desviar buena parte de esos pesos a los mercados paralelos, con una
eventual presión alcista sobre precios. En un contexto políticamente sensible
por las elecciones legislativas, esta decisión podría haber generado más ruido
macro.
Como
conclusión reafirmar que cada estrategia macro en contextos de escasez de
dólares se puede revisar a la luz de los resultados, pero tampoco se debe
perder de vista el contexto en el que se toman las decisiones de política
económica, y que cada escenario tiene riesgos asociados.
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