Por Julián
Guarino - Sorpresa. Y no tanto. Se verá más adelante.- El Gobierno enviará algo
de letra chica del acuerdo con el FMI al Congreso. En
rigor, la última información que llegó a la redacción de Ámbito, es que la Casa
Rosada prepara para los próximos días un proyecto de ley autorizando el
préstamo del Fondo Monetario. Eso es lo que votarán los legisladores. Por sí o
por no.
Sin
embargo, ese proyecto tendrá un “apartado”, una especie de anexo que, según
sostienen las fuentes, que poco más poco menos, condensa una seria de
precisiones, muy pocas adicionales a las que ya se han conocido. El
detalle es que el Gobierno también incluirá promesas, senderos, proyecciones,
incluso silogismos y ecuaciones, todas ellos compuestos de buenas intenciones
fiscalistas, saneamientos varios en las cuentas públicas que a los ojos del FMI
sonarán bien, aunque sin demasiadas metas concretas.
El
objetivo (de la Casa Rosada) podría ser doble. Por un lado, en lo que es un
giro polémico, un sector del oficialismo supone que, sin demasiados datos
concretos que defender teniendo presente lo aleatorio e incierto del contexto
doméstico, la discusión parlamentaria podría fluir sobre la superficie, casi
atravesar las dos cámaras con cierta elegancia, generando baja incertidumbre en el frente cambiario, poca volatilidad
en el mundo empresario, y apenas algunos heridos en los cruces verbales de la
política, sobre todo hacia adentro en el Frente de Todos.
El
otro menester, más peregrino pero no menos relevante, sería generar un margen
importante de subjetividad, una especie de amplio abanico de alternativas,
sobre el cual dar las próximas discusiones con el FMI, las famosas revisiones
trimestrales, donde los Geogieva´s boys vendrán
con los papeles firmados en la mano, el “compromiso” de la Argentina para los
próximos dos años, que será, atención, como se dijo, un racimo de buenas
intenciones, una especie de sendero de promesas.
Si
uno quiere, podría llamarse una “carta de intención”,
pero no un memorándum final de entendimiento. En rigor, las fuentes que
hablaron con este cronista prefieren subrayar algunas observaciones notadas al
pasar y callar otras. Por ejemplo, señalan que la propuesta a ser
contemplada dirá que el tipo de cambio estará atado a la inflación, proyectado
en torno al 40% para el 2022 en el documento y que es tipo de cambio deberá ser
competitivo en términos reales. La base de cálculo, dicen, será de fines de enero
de 2022. Esto fue anticipo de este diario durante la semana.
Otro
de los puntos es la cuestión del crecimiento económico y la inflación. Las fuentes sostienen que el documento señala un crecimiento
estimado de entre 3,5% y 4,5% en 2022. Sin embargo, las
proyecciones para los años subsiguientes incluidas en la carta de intención,
podrían generar alguna pregunta, ya que el crecimiento estimado (y buscado) de
la Casa Rosada, en promedio, por año, será de 1,7% a 2,2% anual,
es decir, un crecimiento bajo. Este “aterrizaje” proyectado en la actividad
-que seguramente será el encargado de conservar los dólares para acumular en
las reservas y comenzar a pagar- se hará, al mismo tiempo, sostienen,
reduciendo la inflación, en una brecha que iría entre 35 y 45% aproximadamente
para fines de 2022. La promesa que Guzmán girará al Congreso
dirá que, en sus planes, estará el compromiso de reducir la inflación 5% por
año con fecha de “llegada” en 2024.
Las
fuentes prefieren callar, por ahora, algunas cosas, pero lo que sí mencionan es
que del documento en cuestión surge que el propio Gobierno toma nota y comunica
de las “incertidumbres” del escenario contemplado que,
según el Palacio de Hacienda, deberán ser incorporadas en tiempo real en las
discusiones con el FMI, es decir, que ahora no pueden ser tenidas
en cuenta. Brasil, la Reserva Federal, la sequía, los subsidios, los
precios internacionales, pueden ayudar o empeorar la cosa o, en todo caso, las
revisiones y, por ende, los compromisos firmados.
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