Por Claudio Zlotnik - Los últimos datos de inflación son realmente
alarmantes, y en el propio gabinete económico admiten que el escenario es mucho
más complicado al imaginado. De hecho, Martín Guzmán había previsto que el
índice mensual se acomodaría en torno al 2% a partir del último trimestre del año
pasado. Algo que no ocurrió. Al contrario, la
suba de precios parece acelerarse. ¿Y entonces?
El
ministro de Economía cree que hay una causa de la inflación -a
la que él adjudica una buena parte de los ajustes de precios- que se va a
erradicar en las próximas semanas: se trata de la incertidumbre financiera provocada por la escasez de divisas
y la falta de acuerdo con el FMI.
Sin
ese trato con el organismo, sospecha el titular de Economía, las expectativas
de los agentes económicos y de los formadores de precios empeoraron en forma
notable. Un Banco Central cada vez con menos reservas y poniendo trabas a las
importaciones favorece la volatilidad en los precios.
La
tendencia alcista de los precios, sobre todo en los alimentos de la canasta
básica, muestra una clara aceleración.
Como
ya publicó iProfesional, los ajustes son impactantes porque pegan
directamente en el poder adquisitivo de la población. Esos incrementos llegan
al 50% en el precio de los huevos. Al 20% y hasta 25% en el kilo de pan. En un
porcentaje similar para la yerba. Al 17% en el pollo. Y entre 5% y 10% en la
media res de carne, que tendrá un traslado inmediato al público.
Cualquiera
que haya recorrido las góndolas de los supermercados pudo ver que hay aumentos
de dos dígitos en distintos productos alimenticios, pero también en los rubros
de higiene personal y limpieza.
¿Cuánto?
¿En qué medida? Esa es una incógnita porque la dinámica inflacionaria argentina
viene muy complicada desde hace años.
Un
funcionario del gabinete económico menciona que "al menos dejará de acelerarse. La idea es
poder regresar a una inflación mensual nunca superior al 2%", dice.
Claro
que el escenario no luce nada fácil, al tener en cuenta lo que también sucede
en el mundo.
A
nivel internacional, hay una aceleración de la inflación, que de hecho obligó a
varios bancos centrales a tomar medidas y subir la tasa de interés. En la
región sucedió en Brasil, Chile y México.
Y
el mercado aguarda que la Reserva Federal (banca central estadounidense) eleve
medio punto la tasa de referencia el mes que viene.
Esa
inflación internacional viene dada por distintas causas, tal vez la más
relevante sea el efecto pandemia, que elevó los costos de los fletes, de las
materias primas y de los insumos básicos de varias industrias y producciones:
desde fertilizantes al petróleo pasando por el gas, que a su vez también se
encuentra influenciado ahora por las tensiones entre Rusia y Ucrania.
Este
capítulo sobre las causas inflacionarias están muy lejos de las posibilidades
de Guzmán. Salvo en lo que refiere a la suba de las tasas de interés. Algo
que se prepara para el momento de la firma del acuerdo con el FMI.
Hay
dos cuestiones que el ministro decidirá: por un lado el timing. El momento en
que empezará a aplicar ese ajuste; y si será gradual o de una sola vez. La
cuestión está siendo negociada directamente con el staff del Fondo.
La
segunda cuestión, y más relevante, refiere a la magnitud de la movida. Un hecho
trascendental por el impacto económico pero también político del asunto.
Guzmán
se opuso históricamente a elevar el costo del dinero, algo que incluso lo
enfrentó con Miguel Pesce, más proclive a concretar este ajuste antes que una
devaluación que redunde en un lógico incremento de la pobreza. Una especie de
mal menor.
Ahora,
con el FMI metido
definitivamente en la discusión sobre la política económica del país, este
debate está zanjado. Habrá aumento
de la tasa de interés, y en todo caso lo que se discute es la
magnitud. El tamaño de la herida.
Técnicos
del gabinete económico y economistas de distintas consultoras coinciden en que
no es fácil determinar el nivel óptimo en el que debe ubicarse la tasa de
interés, más allá en que -se sabe- tendrá que ser "positiva" en
términos reales. Debe situarse por encima de la inflación. ¿Pero cuánto? Esa es
la gran discusión ahora mismo.
Para
el FMI, el piso de la tasa debe ser tal que ayude a disminuir la brecha
cambiaria. Ni más ni menos.
Nadie
sabe, a ciencia cierta, dónde está ese nivel. ¿A cuánto habría que subir el
costo del dinero para que la brecha vuelva a un rango más lógico? No más allá
del 50%, por ejemplo.
Desde
las consultoras, los economistas infieren en que "hay que ir probando adonde está ese nervio".
Un
funcionario cercano a la negociación comentó a iProfesional que el FMI pretende
que la tasa de interés sea tal que empuje a una reducción de la brecha
cambiaria. Ese sería el test "ácido": a cambio de que no hubiera una
devaluación del dólar oficial, el Fondo piensa que debería ceder las
cotizaciones de los dólares alternativos.
Frente
a la fuerte presión de los costos -debido al shock externo-, el Gobierno podría
tomar medidas como ésta para al menos dar cuenta de que busca el camino para
aliviar la dinámica inflacionaria.
Los controles de precios pueden, a lo sumo, ser una guía para un determinado momento.
Como sucedió en 2020 cuando arrancó la pandemia.
La
canasta de Precios Cuidados puede ayudar para poner referencias en algunos
productos de almacén y en productos de higiene. Pero está claro que con esa
estrategia no se alivia la dinámica.
Los
últimos diez días fueron particularmente complicados para varios productos de
la canasta básica.
Por ese motivo, el Gobierno
está presionado a dar vuelta de página tras el acuerdo con el FMI.
¿Alcanzará
con demostrar que no se viene una devaluación abrupta? ¿Cómo impactarán los
ajustes en las tarifas de luz y gas? ¿La suba de la tasa funcionará?
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