Sábado 29 - Por Néstor O. Scibona - El alivio que provocó en el
ambiente empresarial –y especialmente en los mercados– el anuncio del principio
de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) no oculta los daños
autoinfligidos en la economía por el oficialismo y su contradictorio despliegue
discursivo desde antes de las elecciones primarias de 2021 hasta el primer
vencimiento de intereses de 2022.
A
esta fecha límite se llegó con las reservas netas del Banco Central en niveles
alarmantes; brecha cambiaria por encima de 110%; inflación en alza, al igual
que el riesgo país, y creciente deterioro de las expectativas debido a la
incertidumbre en el futuro inmediato. Un cuadro similar al que había dejado
Cristina Kirchner al final de su segundo mandato en 2015, también caracterizado
por acumular los desequilibrios macroeconómicos al borde del precipicio.
Todo
esto complica el punto de partida del programa económico esbozado ayer a
grandes rasgos, que no incluye reformas y deberá rendir exámenes trimestrales
durante dos años y medio para mantener con vida la reestructuración de la deuda
con el Fondo por US$44.500 millones que contrajo Mauricio Macri durante su
presidencia. Es, además, una implícita forma de admitir que las metas podrán
ser renegociadas por el próximo gobierno para llegar al plazo máximo de 10 años
(con cuatro de gracia para el pago de capital) de los acuerdos de facilidades
extendidas, que sí prevén reformas estructurales.
En
su breve mensaje televisivo, el presidente Alberto Fernández recurrió al
folklórico manual de otros presidentes argentinos que debieron anunciar
acuerdos con el FMI y podría resumirse en cuatro palabras: “Esta vez será
distinto”.
Por
eso rescató la consigna de “crecer para pagar”, aunque se ocupó de su frente
interno con la mención de lo que “no” exige el organismo (déficit cero, baja
real del gasto público, salto devaluatorio, reforma laboral, afectación de
derechos jubilatorios). O sea, ningún costo político a la vista, como así lo
exige CFK y más aún después de su radicalizado discurso en Honduras.
Lo
mismo vale para el pedido de apoyo de la oposición en el Congreso y su frase de
que la historia juzgará quién creó un problema y quién lo resolvió. Con el
mismo criterio, Macri podría afirmar que en 2018 no tuvo otra opción que
recurrir al Fondo como ahora el Gobierno y que la deuda es hija del crónico
déficit fiscal que heredó de Cristina Kirchner, sin lograr reducirlo hasta que
tuvo la soga al cuello, por usar las mismas palabras del Presidente.
Aunque
el acuerdo preliminar con el organismo es una noticia positiva, principalmente
porque se contrapone a las irresponsables consignas de cesación de pagos
agitadas desde el kirchnerismo, los números aportados por el ministro Martín
Guzmán no despejan todas las incógnitas.
Por
un lado, lucen razonables el sendero de reducción gradual del déficit fiscal
primario (de 2,5% del PBI en 2022 a 1,9% en 2023 y 0,9% en 2024), la
recomposición de reservas brutas con el reintegro (en derechos especiales de
giro, DEG) de los pagos que se realicen al Fondo (al menos este año) y la
posibilidad de sumar financiamiento de otros países como Rusia y China, que le
resta tensión a la próxima visita presidencial. A esto se suma que la inversión
pública apuntaría a obras de infraestructura para el desarrollo de
exportaciones y tecnología, en vez de aviones para gobernadores.
Por
otro, genera dudas que las metas de menor emisión de pesos se limiten a la
financiación del déficit del Tesoro y no a la deuda del Banco Central (BCRA),
sobre todo con tasas positivas frente a la inflación, que además encarecerán el
crédito al sector privado. También que no haya cambios
Los
números que dio Guzmán no despejan todas las incógnitas
Lucen
razonables el sendero de reducción gradual del déficit fiscal y la
recomposición de reservas brutas
En
cambio, generan dudas la política para bajar la inflación desde su actual piso
de 51% y el futuro de las tarifas subsidiadas
más
allá del ajuste ya anunciado de las tarifas de electricidad y gas (17% y 20%),
que mantendrán un alto componente de subsidios, a diferencia de la reducción
progresiva que figura en el comunicado del FMI.
Más necesidad que virtud
Otra
incógnita es la política para bajar la inflación desde su actual piso de 51%.
En este caso, con la actual política de acordar precios cuidados (limitada a
1300 productos con ajustes trimestrales de 6% promedio), cuando la realidad
indica que el resto aumenta muy por encima, y paritarias en torno de 50%
fraccionadas en tramos, frente a una previsible aceleración de las
minidevaluaciones diarias del tipo de cambio oficial para reducir la brecha
cambiaria.
Mientras
tanto, más por necesidad que por virtud, el anuncio de ayer por la mañana
minimiza el riesgo de una crisis cambiaria e inflacionaria, como la que los
mercados venían descontando desde el arranque de este año. ß
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