Por Julián
Guarino - El número clave es 2026. Es el año en el que el Gobierno quiere
comprometerse a llegar al déficit cero. Los últimos detalles de lo que, en este
momento, discute el ministro de Economía Martín Guzmán dibujan
así un sendero que propone, desde la Casa Rosada, un déficit de 2,5%
del PBI para este año 2022 y, a partir de allí una secuencia del 2% para 2023,
1% para 2024, 0,5% para 2025 y recién un déficit cero en 2026.
El
dato más importante no es solamente la divergencia con respecto al año y plazo
en el cual el FMI está
pidiendo llegar al déficit cero al país. Lo más relevante es el tamaño del
ajuste gradual que pide el Fondo. El tándem Cubeddu-Kozak pareciera diferir
bastante de la propuesta de Guzmán.
Por
ejemplo, le reclama a Martín Guzmán un recorte más importante para este año en
curso, para llegar a los 2 puntos de déficit: es decir, le pide 0,5 puntos
porcentuales adicionales de recorte, lo que obligaría a mayores sacrificios.
Para el 2023, el FMI solicita que el déficit sea el equivalente a 1,4% del PBI.
A partir de 2024, el FMI se vuelve más exigente. En lugar de un recorte
progresivo de 0,6 puntos porcentuales anual, exige uno de 0,7 y mantiene esta
misma exigencia hasta 2025, año en el que quiere llegar al déficit cero.
Como
se dijo, mientras el Gobierno argentino quiere un recorte de 0,5 puntos
porcentuales entre el 2022 y 2023 que afecte lo menos posible a la
disponibilidad de recursos para lo que resta del mandato, ofrece, en cambio, un
déficit de 1 punto porcentual del producto en 2024 (año de arranque
post-elecciones) y luego adopta la misma secuencia previa de un recorte anual
de medio punto porcentual.
Las
conclusiones son numerosas. Está claro que Alberto Fernández quiere despejar de
exigencias fiscales por parte del FMI lo que queda de su mandato. De todas
formas, eso implicaría un recorte gradual, aunque en la propuesta del Gobierno
resulta un aterrizaje más suave que lo abrupto del FMI. Por otro lado, se
“aprovecharía” el impulso del resultado electoral para que, en 2024, el
gobierno electo pueda avanzar con los recortes en su primer año.
Como
se dijo, el pago que debe realizarse este viernes por u$s 731 millones aún
no ha sido confirmado por el Gobierno. Según trascendió, sólo se estaría dispuesto a hacer ese desembolso si, de máxima,
logra que el FMI se acerque lo más posible a la propuesta de Guzmán o, en todo
caso, si el Gobierno logra avanzar lo suficiente como para abrir una nueva fase
de la negociación con algunas garantías en el haber.
Es
decir que la confirmación del pago depende de una sutil percepción: si todo el
Gobierno considera que la instancia de negociación ha dado algún fruto (aunque
aún no se haya llegado a un acuerdo) entonces se autorizaría el pago con el compromiso
de seguir la conversación y respetar lo pactado hasta ese punto. Claro está que
no sólo la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda deben corroborar esa
apreciación de avance real -muchas veces subjetiva- en función de la aversión a
la ruptura negociadora.
Sabido
es que el presidente Alberto Fernández ha sido partidario en las últimas horas
de blindar la negociación y despejar el escenario de cualquier declaración
pesimista a diferencia de la vicepresidenta que, desde Honduras, cargó duro
contra los organismos multilaterales de crédito. Ahí radicaría el esfuerzo de
Guzmán por ganar algo de tiempo, dejando trascender desde anoche que había un
acercamiento “en lo fiscal”, uno de los puntos de conflicto con el FMI.
Al
menos dos fuentes de Gobierno que participan de las conversaciones con el FMI
señalaban ayer que se habían logrado “avances”, lo que remitía a la posibilidad
de que la Argentina mantenga la chance de conservar su autonomía para definir
qué clase de política fiscal debería aplicar al menos en los próximos dos años,
es decir, 2022 y 2023. Sería entonces un acuerdo de Facilidades Extendidas sin
el compromiso de reformas estructurales en el corto plazo y con una supervisión
que no genera la incertidumbre de la “aprobación” permanente por parte del FMI.
La
posición de la Argentina hasta el momento era de un déficit cero en el año
2027, mientras que el FMI pedía hacerlo en 2024.
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