Por Elisabetta
Piqué - En un videomensaje que envió ayer al Coloquio de IDEA, el papa
Francisco reiteró la importancia fundamental del trabajo, aseguró que “los
subsidios solo pueden ser una ayuda provisoria” y que “no se puede vivir de
subsidios”.
Lamentó, además,
haber sido malinterpretado en su patria en cuanto a estos temas. “Algunos me
han hecho decir cosas que no sostengo: que propongo una vida sin esfuerzo”, se
quejó, para ponderar el intercambio entre empresarios y trabajadores y la
“noble” vocación por producir y generar riqueza.
ROMA.– En un
videomensaje que envió ayer al Coloquio de IDEA, donde se debate sobre “Una
Argentina sostenible”, el papa Francisco reiteró la importancia fundamental del
trabajo, aseguró que “los subsidios solo pueden ser una ayuda provisoria” y que
“no se puede vivir de subsidios”. Lamentó, además, haber sido malinterpretado
en su madre patria en cuanto a estos temas.
“Algunos me han
hecho decir cosas que yo no sostengo: que propongo una vida sin esfuerzo, o que
desprecio la cultura del trabajo”, se quejó. “Imagínense si se puede decir eso
de un descendiente de piamonteses, que no vinieron a nuestro país con ganas de
ser mantenidos, sino con un enorme deseo de arremangarse para construir un
futuro para sus familias”, planteó.
“Es curioso, no
ponían la plata en el banco los migrantes, sino en ladrillos y terreno. La
casa, lo primero. Miraban adelante hacia la familia. Inversión de familia”,
precisó.
En un mensaje
grabado desde el Vaticano de unos tres minutos, difundido por la Sala de Prensa
de la Santa Sede y dedicado a su país, al principio el papa Francisco elogió el
espacio de diálogo que se han propuesto la Fundación IDEA y la Unión de
Trabajadores de la Economía Popular. “Deseo de corazón que sea un momento de
verdadero intercambio que pueda recoger el aporte innovador de los empresarios
y el de los trabajadores que luchan por su dignidad y por sus familias”, se
auguró.
Enseguida recordó
que, a lo largo de su pontificado –que cumplirá 9 años el 13 de marzo próximo–,
se refirió varias veces “a la noble vocación del empresario que busca con
creatividad producir riqueza y diversificar la producción, haciendo posible al
mismo tiempo la generación de puestos de trabajo”.
El trabajo y los subsidios
“Porque no me
cansaré de referirme a la dignidad del trabajo. Lo que da dignidad es el
trabajo. El que no tiene trabajo siente que le falta algo, le falta esa
dignidad que da propiamente el trabajo, que unge de dignidad”, agregó, pasando
luego a reflejar cierto malestar porque “algunos me han hecho decir cosas que
yo no sostengo”.
Luego de recordar su
origen de inmigrante piamontés listo a arremangarse, el exarzobispo de Buenos
Aires insistió en la importancia del trabajo que “expresa y alimenta la
dignidad del ser humano, le permite desarrollar las capacidades que Dios le
regaló, le ayuda a tejer relaciones de intercambio y ayuda mutua, le permite
sentirse colaborador de Dios para cuidar y desarrollar este mundo, le hace
sentirse útil a la sociedad y solidario con sus seres queridos”.
“Por eso el
trabajo, más allá de los cansancios y las dificultades, es el camino de
maduración, de realización de la persona, que da alas a los mejores sueños.
Siendo esto así, queda claro que los subsidios solo pueden ser una ayuda
provisoria”, siguió, dejando en claro su posición, que es la que desde siempre
tuvo la doctrina social de la Iglesia, en cuanto a este tipo de asistencia.
“No se puede vivir
de subsidios, porque el gran objetivo es brindar fuentes de trabajo
diversificadas que permitan a todos construir el futuro con el esfuerzo y el
ingenio”, sentenció. “Por ser diversificadas, abren el camino para que las
distintas personas encuentren el contexto más adecuado para desarrollar sus
propios dones, ya que no todos tienen las mismas capacidades e inclinaciones”,
agregó.
“Por esta senda
creo que el diálogo entre los empresarios y los trabajadores es no solo
indispensable, sino también fecundo y prometedor”, concluyó, agradeciendo
finalmente “por este coloquio que han planteado con un propósito tan noble” y
despidiéndose con su clásico pedido de no olvidarse de rezar por él.
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