Por José Del Rio - “¿Quién
va a traer un dólar más al país?”, preguntó enojado uno de los empresarios
argentinos de mayor relevancia internacional. Su mesa chica hizo silencio. Solo
siete personas participaron de ese encuentro definitivo. Llevaban meses
debatiendo sobre cuál debía ser el país elegido para el nuevo hub regional que
crearía miles de puestos de trabajo y la Argentina competía con Colombia. El
timing del supercepo no pudo ser peor.
Desde el martes,
invertir en la Argentina es aún más complejo de lo que ya era en un país con
cambios constantes en las reglas de juego, con emisión de billetes récord y con
la mirada puesta exclusivamente en el 14 de noviembre, fecha de las elecciones
de medio término de un gobierno al que todavía le quedan dos años por delante.
Las trabas a las
importaciones no son más que errores no forzados en la necesidad de generar
futuros dólares. Cuatro de cada 10 autopartes utilizadas en la producción local
de pick ups o productos ya terminados vienen del exterior. El 65% de las drogas
que tienen como destino los laboratorios para su producción local de
medicamentos demandan dólares. El 90% de los celulares y de los LCD que dicen
“Fabricado en Tierra del Fuego” cuentan con tecnología importada. Esta
situación abarca a los sectores más disímiles.
El grupo Techint,
uno de los principales fabricantes de tubos de acero sin costura en el mundo, necesita
importar minerales de hierro para poder abastecer desde su sede local a sus
mercados internacionales. Lo mismo sucede con Arcor: requiere de un cacao que
no se produce a nivel nacional, pero que lo usa en sus chocolates que llegan a
nuestros quioscos.
En definitiva, seis
de cada 10 insumos que se importan no tienen un proveedor local que pueda
abastecerlos y nueve de cada 10 grandes industrias utilizan al menos un insumo
importado. Para todo eso hacen falta dólares. La profundización del cepo es la trampa
letal para los planes económicos. A los faltantes de productos ya existentes se
sumarán nuevos.
“Estoy seguro de
que en Kabul el tipo de cambio es competitivo, pero aun así no recibe ninguna
inversión porque nadie sabe el futuro. Entonces, en contextos de alta
incertidumbre, el tipo de cambio de equilibrio es poco relevante”, reveló hace
pocos días el exministro de Economía Hernán Lacunza, en una charla a puertas
cerradas con un grupo de los ejecutivos más influyentes del país. Y agregó:
“Este gobierno heredó un microcepo pensado para la sala de urgencias, y tiene
que preguntarse por qué el torniquete para esa sangría se convirtió en algo de
largo plazo. Mientras ese cepo exista, no van a salir más dólares, pero mucho
menos van a entrar. No puede durar años, porque si lo multiplicás provocás una
trombosis”, comentó. El auditorio asintió.
Contrario a lo que
se quiere instalar, la mayoría de las importaciones de la Argentina están
destinadas a la producción; no a especuladores ni a quienes quieren desestabilizar
ni a grandes oligarquías de villanos que el relato supo conseguir. Basta un
recorrido micro por la macro para entender de qué se trata.
* Más de US$7000
millones se gastaron en 2020 en bienes de capital (es decir, maquinaria).
* Más de US$16.700
millones se destinaron a bienes intermedios( insumos para otros productos
terminados localmente) y uno sUS $7500 millones fueron para piezas y accesorios
de bienes de capital.
A eso se suman las
importaciones de energía, de las que la mitad se vincula con la industria. En
definitiva, el cepo al dólar lejos está de ser un tema de pocos cuando un 77%
de las importaciones tienen que ver con lo que se produce en la Argentina. Y
ese faltante tendrá un impacto directo en dos variables claves: la oferta y los
precios.
La falta de
pelotitas de tenis, las cápsulas de café, los repuestos de autos importados y
hasta algunas zapatillas son solo la simbólica punta de un iceberg que puede
tornarse más complejo en los próximos meses.
Es una regla de
tres simple que el expresidente Néstor Kirchner tenía en su “libreta” macro.
Allí solía anotar la máxima de su plan: más exportaciones que importaciones y
más ingresos que gastos. La regla de los superávits gemelos que con el correr
de los años se desvaneció.
El dólar blue es un
bien más de la economía, resumió el recordado economista Tomás Bulat en su
libro Economía descubierta. Entonces, si todos los precios aumentan un 50%, de
acuerdo con la proyección que varios analistas estiman para este año, es muy
factible que ese dólar blue suba. “Dime la inflación que tenemos y podré
decirte el dólar paralelo que tenemos”, definió Bulat.
Las contradicciones
se reflejan también en el racional del inversor. De nada sirve enviar proyectos
al Congreso para incentivar la producción y las exportaciones si al mismo
tiempo se ponen más trabas a las importaciones, se intervienen los mercados
paralelos del dólar y se vuelve una pregunta sin respuesta cuál es el valor
real de la moneda estadounidense.
“Hay por estos días
incompetencia más que estrategia, improvisación más que mirada de largo plazo y
desmesura ante reacciones viscerales para momentos en los que debía primar la
templanza”. Así define uno de los consultores más influyentes de la región su
análisis sobre el país. Su visión no es menor: trabaja para más de 100 empresas
a nivel internacional. El caso Vicentin, primero, y las retenciones a las
exportaciones de carne, con sus idas y venidas, fueron dos ejemplos concretos
de lo que no debe suceder.
La pérdida de
US$200 millones de reservas en apenas tres días hábiles del mes es tal vez la
respuesta más clara de cómo no basta hablar con el corazón, sino que es
fundamental entender el bolsillo. El ritmo de ventas de US$80 millones por día
de las últimas semanas se volvió insostenible. Este era el pensamiento del
mercado, que, como siempre ocurre, se anticipó a las posibles nuevas
restricciones y adelantó importaciones, por un lado, y compró dólares
financieros subsidiados, por otro. En síntesis, el Banco Central cerró
septiembre perdiendo unos US$950 millones por sucesivas intervenciones.
La Argentina está
entrando así en una peligrosa etapa de irrelevancia para los grandes grupos
internacionales. Allí conviven tres ligas muy marcadas. La primera es la de
quienes se consideran atrapados ya sea por sus fábricas, grandes plantillas o
demasiados costos hundidos que les impiden levantar campamento. Hay otra liga
de quienes tuvieron opción de irse y ya lo hicieron, como los casos de
Falabella, Latam, Walmart y varios jugadores que, silbando bajo, se
desprendieron de sus activos o directamente los cerraron. En este terreno, una
firma de consumo masivo importante analiza mudar su sede regional y hay también
una automotriz que no tiene claro si su producción local continuará por muchos
años más. Eso está en estudio.
Por otra parte,
vuelven los cazadores locales de oportunidades que no tienen respaldo
suficiente, pero que protagonizan misteriosas fusiones y adquisiciones. Y como
siempre, continúa la liga de la inversión genuina de un grupo resiliente a los
embates de una macro otra vez confundida.
“Estamos generando
una represa en una llanura donde el dólar, como el agua, va a terminar
escapando”, sintetizó, escéptico, un empresario cuyo apellido es una marca
registrada. “Más en una economía donde se eliminaron 13 ceros de la moneda en
40 años y en la que nuestro peso es papel pintado”, remató.
El cepo al dólar
está lejos de ser un tema de pocos, cuando el 77% de las importaciones tienen
que ver con lo que se produce en la Argentina
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