Por Florencia
Donovan - Es una cuestión de días. En el Gobierno saben que, tarde o temprano,
deberán aplicar más restricciones en el mercado cambiario. Hay una batería de
medidas en carpeta, ya listas, solo que quienes deben aplicarlas temen que
estas terminen haciendo más ruido en un momento de extrema sensibilidad. En la
Argentina del corto plazo, probablemente no haya mercado que viva más al día
que el cambiario.
No se descarta que
sea la Comisión Nacional de Valores (CNV) la que contribuya a reforzar el
torniquete. Pese a la insistencia del Banco Central para que Economía también
suba las tasas de interés que paga por sus bonos –y así reduzca su demanda de
financiamiento directo de la autoridad monetaria–, en Finanzas no están seguros
de que una suba mayor de tasas derive en una mejora significativa de su
capacidad de financiamiento.
Tanto en el BCRA como
en Economía saben que antes de una elección no hay margen para sobresaltos
cambiarios. Si bien en la entidad que preside Miguel Ángel Pesce intentan
enviar mensajes de calma y repiten que la pérdida de reservas fue en septiembre
mucho menor que la registrada otros años –fue por esta misma época que en 2020
la entidad empujó a muchas empresas a reprogramar forzosamente deudas en
dólares–, la realidad es que la crisis política que se desató después de las
elecciones primarias exacerbó la fragilidad del mercado del dólar.
Tampoco esperan en
el gobierno un alivio por el lado del Fondo Monetario Internacional (FMI) antes
de fin de año. En el equipo económico descuentan que habrá que pagar con
reservas los dos vencimientos pendientes con el organismo de crédito: son
US$400 millones en noviembre y otros US$1880 millones el 22 de diciembre. Con
suerte, el acuerdo se sellará para marzo, tal como se comprometió Guzmán con el
Club de París.
Los funcionarios de
línea del FMI no se muestran demasiado apurados por su parte por avanzar en un
nuevo acuerdo. “Nadie se va a jugar su puesto por la Argentina, y hay un
convencimiento de que cualquier cosa que se firme con el país no se va a
cumplir, incluso si se acuerda algo light”, confió una fuente. La maldición
argentina es más que un mito dentro del FMI. Se sabe que quien lleve adelante
las negociaciones ocupa una silla caliente. Sobran los ejemplos de burócratas
que han debido dejar su puesto en el organismo después de fracasar en acuerdos
con la Argentina: el último caso fue el de Alejandro Werner, pero tampoco
duraron en sus puestos Roberto Cardarelli, Claudio Loser ni, incluso más atrás
en el tiempo, Anoop Singh.
La llave del
acuerdo, admiten quienes conocen de cerca el funcionamiento del FMI, estará una
vez más en poder del gobierno de los Estados Unidos. Cerca de Fernández esperan
que subirse a la agenda de cambio climático de Joe Biden ayude, pero podría no
ser suficiente. “Estados Unidos pedirá a cambio algunas cosas de política
exterior, y se irá hacia un acuerdo light, de rolleo (refinanciación) de deuda
y solo pagos de intereses. Pero no tiene sentido comprometerse a algo de largo
plazo con este gobierno. Los funcionarios de la línea tienen menos que perder
hoy con un default de la Argentina que comprometiéndose a algo más profundo ”,
aseguró una fuente de diálogo permanente con la burocracia financiera
internacional. La semana del 11 de este mes se desarrollará en Washington la
Asamblea Anual del FMI y del Banco Mundial. Está previsto que el encuentro
combine presencialidad con virtualidad. Pero ya algunos funcionarios prevén
hacer las valijas para asistir. Se anotaron Pesce y Guzmán, aunque cerca del
ministro todavía no lo confirman. Sí aseguran su presencia en Washington
algunos días después, para la reunión de ministros de Hacienda y Bancos
Centrales del G-20. No ayuda a los objetivos del Gobierno que la directora del
FMI, Kristalina Georgieva, esté tambaleante en su puesto.
Inconsistencia
Después de las PASO
existe entre los inversores una doble certeza: no solo los números que hacen
sus economistas reflejan la inconsistencia de tener un dólar casi anclado, con
una inflación que no baja –salvo excepciones– del 3% mensual y reservas
internacionales cada vez más finitas, sino que las expectativas de que haya un
cambio de rumbo o un shock de confianza en la economía son nulas. Nadie imagina
ya a un Martín Guzmán liderando una transformación económica ni atacando los
problemas de fondo que desde hace años arrastra la Argentina. Y mucho menos que
pueda hacerlo bajo la tutela de un desgastado Alberto Fernández, y con un
oficialismo que poco puede disimular sus internas.
Algunos ejemplos
bien recientes que atañen al mundo económico: por tercera vez, Fernández
anunció que envió al Congreso una nueva ley de hidrocarburos –ya lo había hecho
en enero de 2020 y luego en la apertura de las sesiones legislativas–; sin
embargo, ya desde el kirchnerismo anticiparon que será difícil que el proyecto
avance así como está. Lo mismo sucede con el presupuesto 2022 que hizo llegar
Martín Guzmán al Congreso. Será interesante ver también qué termina pasando con
el proyecto de ley de etiquetado frontal de alimentos, que espera ser votado en
Diputados, tras haber sido impulsado en el Senado por la protegida de Cristina
Kirchner, la mendocina Anabel Fernández Sagasti. Se sabe que es una iniciativa
resistida por las empresas del sector. No pocos recuerdan que fue gracias a las
gestiones del ahora jefe de Gabinete Juan Manzur que en 2017 el macrismo dio
marcha atrás con la idea de subirles impuestos internos a las gaseosas.
“A Guzmán ya no le
cree nadie –admite el presidente de una empresa líder–. Los empresarios lo
escuchamos poner el cassette, hablar de normalización de la economía y no le
creemos. No cambia de discurso ni en privado”, sentencia. Muchos dan por hecho
que si no hubo más cambios dentro del gabinete fue porque la vicepresidenta
Cristina Kirchner decidió guardarse fusibles para después de las elecciones. Es
difícil pensar que en noviembre el resultado sea muy distinto del que se vio en
las PASO. Manzur podrá encomendarse a Dios, pero no todos son tan creyentes. En
las últimas tres elecciones, Juntos por el Cambio mejoró siempre su performance
entre las PASO y las generales.
El problema por
estos días entre el empresariado reside en que si bien todos coinciden en que
el equipo económico ya perdió prácticamente todo su capital político, para
muchos son garantía de que todavía habrá dentro de la gestión de Fernández
cierta razonabilidad. Nunca más acertada la frase: mejor malo conocido que
bueno por conocer. No hay indicios de que un eventual reemplazante de Guzmán
sea una figura amigable para el sector privado, como lo podría haber sido
Martín Redrado, uno de los nombres que más fuerte sonaron hace algunas semanas.
Amenazado, el
equipo económico sabe que tiene que mostrarse en estos días más activo que
nunca. Después de anunciar la rebaja de las retenciones para la exportación de
servicios, y ayer haber participado del lanzamiento de un proyecto de ley para
fomentar la agroindustria –una propuesta que por cuestiones fiscales Economía
venía cajoneando–, hoy los ministros Matías Kulfas y Martín Guzmán anunciarán
un plan de rebaja de aranceles para promover la exportación de la industria
automotriz. La idea es que cuanto más exporten las terminales, menos impuestos
paguen. Son pequeños parches para intentar pavimentar el incierto camino hasta
los comicios. Lo que vaya a suceder después del 14 de noviembre es una
incógnita. En el Gobierno nadie se anima si quiera a pensar tan lejos.
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