Por Pablo Wende - Después de
una tregua que duró cinco días, el Banco Central volvió a cerrar ayer la
jornada financiera con saldo vendedor por USD 60 millones. Septiembre termina
así con fuerte saldo vendedor, que se prolongaría tanto en octubre como en
noviembre. Con esta tendencia negativa crece entre los inversores la idea
de un salto cambiario post electoral ante el escaso poder de fuego para seguir
sosteniendo un incremento de apenas 1% por mes para el dólar oficial. Esta
visión, sin embargo, no es compartida por el BCRA, que sostiene que tiene
reservas suficientes.
Los futuros de
dólar que se operan en Rofex también muestran esta tendencia, con una curva que
se va empinando para los cierres posteriores a fin de año. En otras palabras,
los inversores lentamente ya empiezan a incorporar la posibilidad de una
devaluación que no mucho tiempo después de las elecciones.
Pero el titular del
BCRA, Miguel Pesce, asegura que la entidad tiene reservas para responder
estas embestidas y que por ende podrá aguantar el “gradualismo” cambiario. Desde
marzo el tipo de cambio oficial viene aumentando a un ritmo apenas mayor al 1%
mensual, pese a que el promedio de la inflación desde ese entonces supera el
3%. Incluso el proyecto de Presupuesto 2022 ya incorpora un incremento del
dólar oficial del 28%, que lo llevaría hasta $ 131 para fin del año próximo.
Esto significa un salto cercano a 2% por mes, el doble del ritmo actual.
Claro que los
operadores no creen que esto pueda ser posible y la percepción es que el
dólar oficial tendrá un salto muy superior a lo largo del 2022. “Esta brecha
superior al 90% no va a perdurar demasiado tiempo. La historia demuestra que el
que se acomoda siempre es el tipo de cambio oficial y no el informal”,
señala Esteban Domecq, director de la consultora Invecq.
Lo paradójico es
que el tipo de cambio oficial, aún luego de la “plancha” que hizo este año,
sigue siendo más alto que el promedio que tuvo el dólar en los últimos años,
muy por encima incluso que el que le tocó a Cristina en el cepo anterior
(2012-2015) o el de la gestión de Mauricio Macri.
¿Por qué, entonces,
se espera una mayor presión cambiaria? La principal respuesta pasa por la
desconfianza y la baja demanda de pesos en un contexto de alta
incertidumbre. Esto combinado con la fuerte emisión monetaria de los
últimos meses, que se acentuará hasta fin de año producto del gasto
preelectoral, pero también el elevado rojo fiscal que las cuentas públicas
muestran en diciembre.
El Banco Central
tendrá la tarea de salir a absorber esa gran emisión monetaria y posiblemente
precise tasas de interés más altas para conseguirlo. Pero eso deberá suceder a
partir de mediados de enero.
Miguel Pesce,
presidente del Banco Central
Los inversores
buscan cubrirse como sea: crecen las compras de dólar futuro para asegurar una
cotización post-elecciones, también aumenta la demanda de bonos que ajustan por
tipo de cambio oficial y quienes lo logren también buscarán comprar dólar
“solidario” a partir de mañana, que está 9% debajo de tipo de cambio libre.
Esto va a dar lugar al nuevo “rulo” de comprar a $ 172 a través del “home
banking” y luego vender a $ 185.
Desde el Banco
Central aseguran que no está sucediendo nada demasiado fuera de lo
normal. “En septiembre vendimos la mitad del año pasado y en la primera
mitad del año acumulamos USD 7.000 millones, así que estamos más que holgados.
En diciembre volveremos a comprar dólares porque se liquida la cosecha fina”, explican.
Existen certezas y
también dudas. Si hay algo que prácticamente nadie discute, ni el propio
Gobierno, es que el tipo de cambio oficial tendrá que acelerar su suba luego de
las elecciones, algo que posiblemente arranque en diciembre o a más tardar en
enero.
Pero allí es donde
terminan las coincidencias. En lo que no hay tanto acuerdo es en el ritmo que
tendrá ese ajuste. El proyecto de Presupuesto que Martín Guzmán envió al
Congreso establece que ese aumento será muy controlado e incluso por debajo de
la inflación estimada para el 2022.
Las expectativas
del mercado financiero son bastante diferentes. El temor es que se
produzca un fuerte reacomodamiento del dólar oficial, ante la caída de las
reservas netas del BCRA. Esta disminución del poder de intervención no
dejaría mucho remedio que aceptar un salto cambiario, más allá de mantener las
fuertes restricciones que impone el cepo.
Pero en el BCRA
también consideran que se trata como mínimo de un error de cálculo. “Para
nosotros todas las reservas son líquidas, no compartimos los cálculos que
muchos economistas hacen cuando hablan de reservas netas u otras
consideraciones por el estilo”, explican.
En buena medida lo
que suceda con la evolución cambiaria luego de las elecciones dependerá de
distintas señales. En primer lugar si se mantiene la ventaja de la oposición o,
visto de otra manera, el kirchnerismo termina derrotado en las legislativas.
Este escenario paradójicamente podría resultar favorable para el Gobierno, ya
que generaría una mayor confianza ante la posibilidad de un cambio de régimen
político (y también económico) en 2023.
También se estará a
la expectativa de un acuerdo con el FMI y su contenido, lo que podría servir
para anclar expectativas. Aunque todavía no hay demasiadas señales sobre qué es
lo que se buscaría negociar, más allá de alargar los vencimientos.
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