Por Pablo Wende - A fuerza de
una reducción en los permisos de importación por parte de AFIP y menor
intervención en el mercado de bonos dolarizados, el Banco Central logró
una tregua de la fuerte caída de reservas que comenzó a fines de agosto y no se
detuvo casi hasta fines de este mes. Ayer consiguió comprar una cifra
exigua, USD 10 millones, pero le alcanzó para conseguir su cuarta jornada
cambiaria consecutiva sin pérdidas.
Desde la entidad
que preside Miguel Pesce buscan poner paños fríos a las lecturas que
se vienen haciendo en las últimas semanas sobre la supuesta fragilidad de la
entidad. “Este año acumulamos más de USD 7.000 millones en la primera
etapa del año, que son los que normalmente se utilizan para abastecer la
demanda de la segunda mitad”, señalan. Incluso, destacan, se acumuló hasta
agosto y recién septiembre fue el primer mes de ventas “muy por debajo de los
promedios históricos”. Este mes, grafican, se terminaría vendiendo sólo el 40%
en relación a septiembre del año pasado.
El objetivo es
empezar a recuperar reservas con la cosecha fina, es decir a partir de
diciembre. Luego habrá que esperar hasta abril para que crezca el volumen de la
oferta de divisas a partir de la exportación de soja. Claro que difícilmente
los precios acompañen en 2022 en la magnitud que lo hicieron este año.
El pago al FMI por
algo más de USD 1.900 millones y las ventas netas en el mercado obviamente
impactaron en el stock de reservas, que había superado los USD 46.000 millones
a fines de agosto y ahora apenas superan los USD 43.000. En el BCRA no
“compran” el argumento de “reservas netas” que utiliza buena parte de la
academia. “Para nosotros no hay reservas brutas o netas, todo lo que hay
se puede hacer líquido”, se defienden en la entidad, incluyendo por
ejemplo el swap de monedas con China o también el oro. “No hace falta venderlo
para hacerlo líquido, se trata de operaciones financieras que se efectúan en
forma inmediata y te dan liquidez”.
En los últimos días
algunos economistas, como el caso de Gabriel Rubinstein, indicaron que las
reservas netas del BCRA podrían acabarse a fines de noviembre, si se mantenía
el ritmo de ventas del último mes. Claro que en el medio también hubo otro
tipo de decisiones, como restringir importaciones para equilibrar el mercado
oficial y reducir la intervención en el mercado financiero para que no se
escape más la brecha: de USD 20 millones por día pasó a vender solo USD 5
millones.
Al mismo tiempo,
también crece la operatoria en el mercado de dólar futuro. “El año pasado
también algunos apostaron a una devaluación y les salió mal, perdieron $ 25.000
millones con el argumento que nos íbamos a quedar sin reservas para intervenir.
Ahora pasa lo mismo y se van a volver a equivocar”, aseguran fuentes oficiales.
Todo indica que la
pulseada entre los mercados y el BCRA se podría acentuar en las próximas
semanas, básicamente por dos motivos: la cercanía de las elecciones
legislativas (que siempre generan más incertidumbre) y escasa oferta de divisas
por motivos estacionales. Se trata de dos factores que se combinan y que
seguramente le harán perder más reservas liquidas a Pesce.
El Gobierno
desmiente rotundamente que luego de las elecciones se produzca un salto brusco
del tipo de cambio. El propio Gobierno reconoció que el dólar oficial
aumentará un 28% el año que viene, es decir más de un 2% mensual. Se trata del
doble de suba en relación al 1% por mes que viene aumentando a lo largo de este
año. Sin embargo, no es un salto devaluatorio brusco que muchos vaticinan.
La gran incógnita
en estos días es si realmente el BCRA estará en condiciones de seguir
aguantando con una suba tan moderada pese a la inflación de casi 50% que se
acumulará este año o tendrá que ir a un ritmo superior. En todo caso, requerirá
de un cepo cambiario tan ajustado o incluso más que el actual.
Para develar estos
interrogantes habrá que disipar dos grandes signos de interrogación: quién
ganará las elecciones de noviembre y cómo se avanzará en el acuerdo con el FMI.
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