Domingo 26 - Por Carlos Arbía - La idea y objetivo oficial coyuntural de
"poner más platita en los bolsillos" para mejorar el resultado de las
próximas elecciones de noviembre, tal como ha manifestado el exministro de
Salud de la Provincia de Buenos Aires (PBA) y ahora candidato a diputado del
Frente de Todos, Daniel Gollán, está en el centro de la escena. El gran
interrogante es si el oficialismo podrá revertir el resultado o reducir la
ventaja con la oposición en las próximas elecciones con más plata en la calle.
En términos
políticos los antecedentes no le juegan a favor al oficialismo. Desde
2013 hasta ahora nunca sumó más votos en una general que en una PASO. En 2013,
2017 y 2019 sacó casi los mismo y un poco menos en 2015. Esta es una elección
especial por la pandemia. Hubo participación de apenas un 67% en esta elección
y unos 800 mil votos que en la primaria fueron a partidos que no clasificaron
para la general no se saben a dónde irán en la próxima elección.
En seis de las
últimas ocho elecciones legislativas (1987, 1993, 1997, 2001, 2005 y 2013) el
resultado de la legislativa previa a la presidencial fue un buen anticipador de
lo que ocurrió después. El que ganó la legislativa luego de dos años ganó
la presidencial.
Pero hubo dos
elecciones que anticiparon mal el resultado. En 2009 Néstor Kirchner perdió con
Francisco de Narváez, pero luego fue reelecta Cristina Fernández en
2011. En 2017 gano Cambiemos pero luego Alberto Fernández le gano a Mauricio
Macri en 2019. En todos los casos lo que cambió la historia fue la
economía. Para bien para Cristina Kirchner y para mal con Mauricio Macri.
Poner más plata en
la calle como sugiere y hará el oficialismo y que rápidamente la gente lo
perciba en su bolsillo y en los mostradores no se puede hacer
fácilmente. Para lograrlo se necesita que la emisión de pesos del BCRA
crezca mucho más rápido que la inflación de aquí hasta las elecciones.
Esto implica que
crezca rápidamente el poder de compra de los pesos que andan dando vuelta. Pero
al parecer no queda mucho tiempo y es un mecanismo que se puede volver en
contra. El año pasado en tiempos de la cuarentena estricta por unos meses el
BCRA emitió mucho dinero y la inflación no subió, pero después pasó lo
contrario.
El BCRA mantuvo
hasta mayo/junio un ritmo de emisión neta de pesos relativamente bajo, ya que
subía menos que la inflación. La emisión de pesos subía al 2% mensual contra
una inflación de casi 4% mensual. Esto implica menos plata en términos reales
en la calle porque los pesos se licuaron con la inflación.
Desde junio/julio,
la situación se revirtió: empezó a haber algo más de plata en la calle. Esto
fue producto de una mezcla de un mayor ritmo de emisión monetaria neta de pesos
y a la vez, una menor tasa de inflación. Esto es el BCRA emite al 5% mensual y
la inflación bajó al 3%.
"La causa de
la mayor emisión monetaria está directamente ligada a que el Tesoro que
necesita más pesos para financiar un mayor déficit fiscal primario que no
computa los intereses de la deuda y porque parte de la deuda en pesos que vence
está siendo refinanciada por los bancos desarmando sus posiciones de Leliq que
hoy totalizan unos 2,1 billones de pesos.
En el fondo
significa una emisión indirecta de pesos. El equipo económico tal vez
entiende que el principal problema es el financiamiento del déficit fiscal con
emisión monetaria sin respaldo, pero el kirchnersimo no. Entre agosto el
déficit primario acumulado fue de alrededor de $ 400.000 millones. En tanto que
entre septiembre y diciembre algunas consultoras económicas como Anker
estimaban que ese déficit antes de la derrota en las PASO y el nuevo paquete de
ayuda social era del orden de los $ 900.000. Se pasaba de déficit fiscal
promedio de unos 50.000 millones promedio a otro de 200.000 millones en
promedio.
En la suma, el
déficit primario del año iba a rondar 1,3 / 1,4 billones de pesos con o sin
elecciones. Pero si a esto le sumamos entre $300.000 y $500.000 millones de
emisión, ese déficit podría llegar a casi un billón de pesos.
Hay destacar que la
primera parte del año fue fiscalmente prolija con un Tesoro menos dependiente
del BCRA. Ayudaron los ingresos extraordinarios por retenciones a la
exportación (súper - precio de los granos mediante) y el cobro del impuesto a
la riqueza; parte del gasto primario fue licuado por la inflación de 50% anual;
hubo una sobre - colocación de deuda en pesos sin el efecto monetario expansivo
de los bancos.
En cambio, en esta
segunda parte del año, desaparecen los ingresos extraordinarios, la licuación
del gasto no será la misma y al Tesoro le está costando más renovar la deuda en
pesos sin efecto monetario expansivo. El déficit primario y la emisión de pesos
por razones fiscales iban a subir en esta parte del año con o sin derrota
electoral en las PASO, con o sin medidas electorales.
Las quejas del
oficialismo respecto a que el Ministerio de Economía subejecutó gasto primario
no se fundamentan en los números tal como ha explicado Guzmán. No se gastó el
total de lo recaudado de más por el impuesto a la riqueza. Sí se le podría
achacar políticamente a Economía haber errado el timing electoral. Dicho
de otra forma, el expansionismo fiscal monetario que iba a venir con o sin
elección empezó demasiado pegado a las PASO y no se llegó a notar en los
bolsillos de las clases más bajas.
Guzmán, definirá en
los próximos meses la suerte de su programa monetario para este año. Las alternativas
son conseguir que el mercado le preste pesos suficientes para cubrir parte del
déficit o emitir mucho más de los $1,2 billón que están en el presupuesto de
2021. Si no logra alcanzar sus previsiones el resultado, puede ser
potencialmente complicado para la dinámica de precios y también para la
estabilidad de las cotizaciones paralelas del dólar.
Cada peso que
Guzmán no obtiene emitiendo deuda en el mercado no se traduce en recortes de
gasto sino en otro peso que emite el BCRA. Ese es el peligro de
tratar de poner más plata en los bolsillos solo aumentando la nominalidad de
los salarios y el gasto social como pretende el oficialismo.
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