Por Francisco
Olivera - Son los mismos, pero más cansados. Los protagonistas de hoy, dos años
atrás. Por motivos distintos, esas fotos molestaron
tanto a Mauricio Macri, todavía presidente, como a Cristina Kirchner. Era el 11
de septiembre de 2019, el Frente de Todos acababa de arrasar en las primarias,
y Alberto Fernández celebraba en Tucumán con empresarios los 50 años de la
Unión Industrial de la provincia. El anfitrión, el gobernador Juan Manzur,
había organizado una jornada completa que incluía desde un acto en la Asociación
de Trabajadores de la Salud (ATSA), con Héctor Daer, hasta una comida de cierre
en el hotel Sheraton, cuya sociedad incluye a Gustavo Cinosi, de buena relación
con Carlos Zannini. Todo, del principio al final, en tono proselitista y un mes
y medio antes de las elecciones generales.
A los
macristas los exasperó. Interpretaron que el viaje de los dirigentes fabriles,
y en especial de Miguel Acevedo, que encabezaba la Unión Industrial Argentina
(UIA), era una sobreactuación apresurada para acercarse a quien daban como
ganador en las presidenciales. “A Miguel se lo facturaron”, recuerdan todavía
en la central de Avenida de Mayo. Peor lo tomó Cristina Kirchner: ese día, en
la sede de ATSA, Manzur dio un discurso que lo enemistaría durante mucho tiempo
con la expresidenta. “El único partido que puede poner de pie a la Argentina
para salir de esta tragedia es el peronismo. Y el movimiento tiene jefe, tiene
conducción y se llama Alberto Fernández. Hoy quien conduce es nuestro
candidato. Acá estamos todos a la par suya”, dijo.
Pasaron
meses de pandemia, muertos, caídas en la actividad, inflación, emisión
monetaria, una tenue recuperación todavía incierta, y el elenco sigue obligado
a reencontrarse. Ayer, en su reunión habitual de los martes, la UIA revisó sus
invitaciones para la próxima conferencia industrial, que se hará entre el 1º y
el 2 de diciembre. Debe, por lo pronto, reacomodar algunos oradores. Su
inquietud regional más próxima, la certeza de que Brasil seguirá presionando
para bajar el arancel externo común en el Mercosur, estará ahora en manos de
Santiago Cafiero, flamante canciller, y de su segunda, Cecilia Todesca. Los
empresarios ya no podrán contar con Jorge Neme, con quien mejor se entendían en
el Palacio San Martín, porque irá ahora a la Jefatura de Gabinete bajo las
órdenes de su jefe de siempre, Manzur.
El
horizonte no aparece ante ellos menos brumoso que antes de las últimas
primarias. Hay, sin embargo, una diferencia relativa: al menos han incorporado
un interlocutor. Manzur tiene buena relación con referentes de múltiples
sectores. Hugo Sigman, Cinosi, Teddy Karagozian, Adrián Werthein. El problema
vuelve a ser el fondo de la cuestión, el de siempre: ¿está el Gobierno pensando
en algo más que las elecciones del 14 de noviembre? “Van a tirar listones a la
calle: va a haber que tener puesto un ojo en el tipo de cambio”, dijo ayer,
después de la reunión, un integrante de la conducción fabril. “Quieren dar por
terminada la pandemia porque pretenden que la gente vaya a votar con otro
ánimo, pero no están construyendo nada”, objetó un fabricante de insumos.
Urgencias a contramano
Más que
estrategias de campaña o modificaciones de nombres para remontar el resultado
en las urnas, el establishment económico quisiera ver un programa que promueva
inversiones. El famoso plan económico en que el Presidente dice no creer.
Difícil: son urgencias a contramano de los desvelos oficiales. Los cambios de
la semana pasada dejaron, entre otros efectos, una paradoja en el Palacio de
Hacienda: justo el ministro que se queda, Martín Guzmán, a quien los
empresarios juzgaban el más racional, es el que deberá modificar su rumbo.
Las
urgencias siguen siendo las de aquellas reuniones de 2019, pero agravadas.
Jorge Rocchia Ferro, directivo de la Unión Industrial de Tucumán, uno de los
presentes en aquel cierre del Sheraton, no debe haber cambiado algunas de sus
opiniones. Se había estado peleando en esos días con Roberto Palina, secretario
general de la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar, y le hizo
una recomendación pública en un canal de televisión: “Que deje de pelotudear
con las paritarias y se preocupe por la situación que atraviesan los ingenios”.
La esperanza de los invitados de entonces, que Alberto Fernández asumiera con
los gobernadores y el PJ una conducción alejada de la extravagancia económica,
da ahora un poco de nostalgia. Es el anhelo incumplido del anfitrión. Volverán
seguramente fotos con Manzur. ¿Y acaso nuevos desencantos? Improbable: esta vez
la expectativa es nula.
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